San Lorenzo - Real: ¿una derrota digna?
Por Matías Fabrizio
Es lógico tenerle miedo al Real Madrid. Y está bien tener miedo, eso hace que un equipo o un jugador, esté atento, concentrado, despierto. El problema es cuando ese es el sentimiento que domina. San Lorenzo, Bauza puntualmente, le tuvo demasiado terror al ridículo, a que el Madrid haga muchos goles. Salió directamente a perder por poco, a empatar 0-0 con mucha suerte, y no intentó cambiar ni una coma del plan inicial cuando el resultado estuvo en contra. Inentendible.
Un DT puede planear el partido de la forma que quiera o crea, ya sea poniendo tres delanteros o cinco defensores. Cualquier estrategia es válida. Ahora, cuando un equipo está tan parado atrás y no tiene salida ni puede conectar tres pases seguidos, ni siquiera jugar al pelotazo, algo hay que cambiar. El primer tiempo, un poco por la tibieza del Madrid y otro poco por la gran disciplina táctica que puso el Ciclón, fue de acuerdo a lo pensado. El Merengue tuvo algunas chances, lógico, pero no encontraban espacios para jugar, Cristiano Ronaldo no había podido probar al arco, y las quejas eran más que las situaciones de gol. Eso duró hasta el primer gol, en error compartido entre Yepes, que perdió a Sergio Ramos, y Torrico, que no salió a cortar.
Es cierto que el segundo gol, tan sobre el comienzo de la segunda etapa y otra vez con groseros errores propios (Bale quedó completamente solo y al arquero se le escapó un tirito), fue un gran golpe. Pero es una final, ¿cómo alguien puede pensar una final sin buscar ser campeón? ¿Por qué? Ni siquiera con el 0-2 Bauza cambió el plan. Desgastados y sin tener un gran partido, los tres 5, Mercier, Ortigoza y Kalinski, se mantuvieron los 90’ en cancha. ¿Para qué? El mejor cuervo fue, sin dudas, el “Pipi” Romagnoli, que ingresó en el segundo tiempo. Le dio ritmo y vitalidad a los ataques, conectó a sus compañeros y, con las limitaciones de su físico, encaró y eludió gente. Lamentablemente, Bauza eligió sostener la derrota, no quiso cambiarla. No se explica, sino, cómo no puso otro que acompañe al Pipi, particularmente después de ver lo bien que había entrado el 10.
¿No se podía poner un segundo delantero? ¿No estaba para que Villalba, o Matos mismo, ingresen por Ortigoza, que tuvo un partido muy flojo? El Madrid jugó el partido entero a un ritmo aplacado, cansino, pero particularmente los últimos 20’ o 25’, estuvieron muy light. Era el momento para intentar algo más, para revolucionar el partido. Dos delanteros, no cuatro, dos. ¿Por qué no? Romagnoli estaba en un buen momento, Barrientos sin brillar estaba en partido. Un segundo delantero, no doble 9 y dos wines, un segundo delantero. Para sorprender, para golpear a un equipo relajado, ¡para salir campeón del mundo! ¿Juega muy seguido San Lorenzo estas finales como para elegir dejarla pasar y no ir a buscarla?
Ya sobre el cierre el partido estaba terminado. Romagnoli intentaba ir para adelante, pero ahí tenía un solo compañero. Nunca tuvo otro receptor posible que no sea el 9 de ocasión. Atrás sí, ojo, atrás del 10 había siempre seis o siete pases, pero claro, el arco del gigante Iker Casillas estaba del otro lado… Bauza desperdició al Pipi. Lo puso a jugar solo. Lo puso porque era él, evidentemente no fue a raíz de un plan para revertir el resultado.
Que el árbol del resultado no tape el bosque de la actitud. San Lorenzo perdió por poco contra un equipo récord que golea, sí, pero la propuesta futbolística fue tan decepcionante como lo fue el nivel ante Auckland City. En los libros quedan dos goles de diferencia, y no parece malo. Los que vieron el partido, en cambio, observaron a un equipo que no quiso y a otro que no necesitó esfuerzo. Nada ni nadie le quita a jugadores e hinchas sanlorencistas el año que tuvieron, la obtención de la Libertadores ni jugar contra el Madrid. Pero, algunos más en el fondo que otros, deben tener la sensación agridulce de no haber intentado, de no haber querido ser campeón. Por momentos, no parecía imposible que el sábado en Marruecos fuera el “partido uno en 100”. Es muy difícil hablar de derrota digna cuando el equipo sale a perder por poco. Bauza no intentó escribir la historia. Una lástima.