Denuncian acoso en el laboratorio Gramón
Por Pablo Dipierri, publicado en revista Kamchatcka
“¿Me hacés una planilla?”, suele decirles el supervisor Juan Antonio Juárez a las empleadas que persigue por la planta del laboratorio Gramón en Munro, según los testimonios de hombres y mujeres que desempeñan sus tareas allí. Con esas cuatro palabras, el acosador apela habitual y poéticamente a que las trabajadoras le practiquen una felatio, aunque también tiene días con menos inspiración –o inhibiciones- y directamente les pide “un pete”.
Durante años, Juárez se movió como pez en el agua en el establecimiento ubicado en Ávalos 4208 porque las mujeres que lo denunciaban ante los gerentes terminaban en la calle. Por eso, la conducta del supervisor se naturalizó. “Hacele una pajita y se le pasa”, le dijo recientemente una compañera a otra, asediada por mensajes de WhatsApp en horario laboral.
Sin embargo, una empleada que nunca accedió a sus pedidos se plantó hace 3 meses y, a los gritos, le dijo a Juárez que la dejara tranquila. Lo que había sido hasta entonces un perverso cortejo mimoso por parte del supervisor se convirtió en una persecución para despedirla: la amenazaba con apercibimientos si tenía el cabello atado con la cofia, medía la posición de sus pies con respecto a las blisteras, le controlaba el tiempo cuando iba al baño y promovió su sanción por tener el celular en el bolsillo en horario de trabajo –algo que está prohibido en la planta- una mañana en la que varios de sus compañeros también portaban el aparato, a la vista de todos.
Kamchatka accedió a la copia de la denuncia que la perjudicada, Roxana Fernández, radicó en la Comisaría de la Mujer del partido de San Martín, como así también la de la carta documento que remitió a la empresa, bajo el patrocinio del área de Comercio, Industria y Servicios (CIS) de la CTA, pidiendo que cese el acoso en contra suya. En ese texto, la mujer expresa que es objeto de “violencia de género”, y manifiesta que “luego de padecer el acoso, maltrato, comentarios y mensajes con sugerencias de índole sexual” y “tras no haber accedido a sus bajos instintos”, el jerárquico “comenzó a desplegar acoso laboral”.
La empresa respondió a la misiva con otra, fechada el 20 de septiembre pasado, en la que negaba los cargos y pretendía que la protesta de su empleada obedecía a la sanción que se le había impuesto por la portación del teléfono, y la apretó para que desistiera con su reclamo. “Rechazo en todos sus términos su carta documento (CD 836862295), por improcedente, falsa y maliciosa”, reza la réplica firmada por el apoderado Alberto Luis Berdaner, y añade que el “apercibimiento severo” se debió al “uso del celular en el área de trabajo”.
Así, el gerente de Producción, Adrián Luna, y su par de Recursos Humanos, Lilian Forero, la sometieron a 50 minutos de discusión a puertas cerradas, tratando de que Fernández se contradijera o depusiera su queja. La trabajadora tuvo la audacia de grabar la conversación por temor a que la despidieran injustificadamente y un fragmento de ese inefable careo puede escucharse aquí. Preguntas como “¿tenés pruebas?” o “¿por qué no viniste antes a decirme lo que pasaba?” constituyeron el tronco central de la respuesta de la empresa ante la denuncia de Fernández, encubriendo al acusado y colocando todo el peso de la responsabilidad en su empleada antes siquiera de abrir un canal de investigación interna.
Curarse en salud
El laboratorio Gramon fue fundado por Gerardo Ramón en 1934 y se expandió paulatinamente a diversos países de la región, como Bolivia o Uruguay, donde está asociado con Bagó. En 2011, Gramón cedió en Argentina el 51% de sus acciones a Roemmers pero la familia sigue administrando el 49% restante. Hace 3 meses falleció el máximo responsable de la empresa, Gerardo Serra, casado con una de las herederas del fundador, y al frente de la firma quedó uno de los tres hijos que tuvieron: “Gerry” Serra.
La apuesta de Gramon siempre fue consolidarse como líder del mercado de venta libre de medicamentos en el país. En la planta de Munro, se producen desde el Chofitol hasta el Merthiolate pero, como dice el refrán, nunca es triste la verdad…
Por eso, una de las trabajadoras recordaba en estos días la frase con que se despidió de Forero el último jefe de Transferencia Tecnológica del laboratorio, Mario Lo Preiato. “Si vos querés quedarte con este ‘toca culos’, quedate pero yo me voy”, le habría dicho en referencia al supervisor Juárez.
Fernández narró a sus representantes que en la reunión del apriete con los gerentes de Producción y Recursos Humanos, Forero fingió jamás haberse enterado de nada al respecto pero la elocuente despedida de uno de los jefes la desmiente. Lo Preiato trabajó 10 años en la empresa, primero, como jefe de Depósitos y, más tarde, como responsable de Transferencia Tecnológica. Según su perfil de Linkedin, ocupa el cargo de jefe de Producción en laboratorios Craveri desde hace un año.
Esta revista se comunicó con Gramón y dio con la secretaria de Serra, quien tomó nota sobre los requerimientos e inquietudes ante el caso en curso y se comprometió a contactarse con la redacción ni bien pudiera brindar una respuesta. Al cierre de este artículo, no se había producido ningún llamado. Paradójicamente, la firma sostiene en la solapa “Institucional” de su página web que “promueve un clima laboral de respeto y trabajo en equipo”.
Les valientes
Las mujeres de la planta felicitan a la compañera que se animó a decir que no y, por lo bajo, admiten que están dispuestas a hablar “si es necesario”. Como Fernández, ninguna quiere perder su puesto de empleo pero la indignación cunde como reguero de pólvora: en la última semana, el video de Youtube con el audio del apriete de Forero y Luna circuló por todo el laboratorio.
Entre las situaciones que describe Fernández, cuenta las ocasiones en que el supervisor la enviaba a líneas de montaje donde pudiera abordarla a solas para proponerle que fueran a un hotel alojamiento o abrazarla y manosearla en las esclusas, un pequeño reducto donde los empleados se ponen un pilotín por encima de la chaqueta y el pantalón de trabajo. En una ocasión, Juárez la esperó a Fernández con los pantalones bajos en ese lugar pero ella logró evadirse.
Los varones, por su parte, no suelen hacerse eco de la preocupación de sus compañeras, a excepción de unos pocos. El delegado de la planta en representación de ATSA, el gremio que conduce Héctor Daer a nivel nacional, sólo atinó a sugerirle a Fernández que presente las pruebas, en sintonía con la patronal.
Sin embargo, uno de los empleados escuchó cuando Juárez la presionaba a Fernández para que le hiciera un “favor sexual” a cambio de no tramitar un apercibimiento en su contra. “Si no querés que mande este mail, ya sabés lo que tenés que hacer”, le dijo el supervisor a la mujer. Fue ese día que su compañero, según fuentes gremiales, le manifestó que la apoyaría si quería plantarse ante el acoso.
Por el momento, la empleada guarda en su teléfono los mensajes de WhatsApp que muestran cómo la perseguía Juárez, invitándola al “telo”, enviándole emojis o diciéndole que le quería dar “besitos”. Mientras la empresa pone en duda el testimonio de las empleadas, el supervisor sigue pavoneándose entre las líneas de producción y las mujeres cruzan, en silencio, miradas que expresan su tortuoso sufrimiento en ese infierno sin remedio.