Europa después de la pesadilla: paso a paso, se hace camino al andar
Entre la presión por relanzar la economía, una cierta fatiga social por el confinamiento y el impacto del lastre sanitario que dejan los casi dos millones de infectados -y muertes en seis dígitos-, Europa implementa desde mediados de mayo una osada apertura. El riesgo de una segunda ola pandémica no desaparece de los cálculos continentales y relativiza cualquier pronóstico exageradamente optimista.
Lento, pero… inseguro
El Reino Unido, sigue siendo uno de los países más golpeados -aun en la actualidad- por la pandemia. Contabiliza casi 270 mil casos comprobados y 38 mil decesos, al 27 de mayo. Es la segunda nación más afectada del continente, por detrás de Rusia, y la cuarta en el mundo, siguiendo a Estados Unidos y Brasil.
El pasado 10 de mayo, Londres anticipó solamente la hoja de ruta de la futura flexibilización, que comenzará, el 1 de junio. En esa fecha podrán volver a clase los niños de 1 a 6 años. Los hoteles y lugares públicos no funcionarán antes de julio.
El segundo lunes de mayo, los franceses pudieron salir a las calles sin llenar un formulario obligatorio y alejarse hasta 100 kilómetros de su domicilio. Abrieron las tiendas de ropa, florerías y librerías y parcialmente escuelas primarias, pero no bares y restaurantes, pospuestos para junio. Mientras el sector turismo espera poder normalizarse en la tercera semana de junio.
Según el sitio web de Redacción Médica este jueves 28 de mayo el Ministerio de Sanidad de España analiza las peticiones oficiales de varias comunidades autónomas para cambiar de fase en la desescalada por el coronavirus el próximo 1 de junio. Los expertos en Salud Pública aseguran que ninguna autonomía está preparada para saltar de fase en solo una semana, sin embargo varias comunidades han solicitado que se permitan relajar algunas restricciones aunque no se cambie de calificación.
En España, a partir también del 11 de mayo, se comenzó a flexibilizar sobre la base de “fases y regiones”. Los espacios al aire libre, así como los bares, reabrieron, aunque con capacidad limitada en algunas zonas. Sin embargo, Barcelona y Madrid, locomotoras nacionales y centros urbanos más golpeados por el COVID-19, avanzaron mucho más lento. Desde el 21 de mayo se decretó la obligatoriedad de portar mascarillas en los lugares públicos donde no se pueda respetar la distancia de dos metros. Las escuelas, como en Italia, reabrirán solo en septiembre.
Esta última quincena de mayo se ha abierto una brecha entre los modelos de flexibilización de ambos países, que hasta ahora iban en paralelo, siempre con una semana de retraso en España. El Gobierno español, que el miércoles 20 logró in extremis la quinta prórroga del Estado de Alarma, quiere posponer a junio la circulación en lo interno, entre regiones. Mientras que Italia acelera los tiempos, movió ficha y se lanzó a una desescalada “acelerada” que incluye la apertura de sus fronteras continentales a partir del 3 de junio. Estas decisiones, desde Madrid, se percibieron, en un inicio, como arriesgadas y problemáticas. La presión sobre el Gobierno español -y su visión “conservadora” de la apertura- viene de otros gobiernos del continente y de la gran empresa de ese rubro. Casi 80 millones de personas llegan por año. Y son miles los ciudadanos belgas, franceses, alemanes e ingleses que tienen propiedades veraniegas en su territorio.
En Suiza (fotos principal, 2 y 3), el Gobierno anunció medidas sustanciales de flexibilización el miércoles 27 de mayo, sostenido por las estadísticas que hablan de una media de poco más de una decena de infecciones por día desde hace dos semanas. Reuniones sociales y manifestaciones de todo tipo de hasta 300 personas serán autorizadas a partir del 6 de junio. En tanto, la extensión de las mismas hasta los mil participantes solo será decidida en la tercera semana de junio. Gran parte de la actividad turística, hotelería y teleféricos, entre otras, se normalizará en junio.
Las escuelas primarias abrieron sus puertas el 11 de mayo. Así como restaurantes y bares, pero enmarcando su actividad en estrictas medidas de distanciamiento social, como pasa en buena parte de los establecimientos de este tipo de todo el continente. Lo que implica espacios, en general, ocupados a medias, con dos metros de distancia entre mesa y mesa, aunque con el permiso de ampliar las terrazas ganando terreno sobre veredas y peatonales. A partir de este jueves 28 de mayo, son permitidas nuevamente misas, cultos y ceremonias religiosas en general. En cuanto a sus fronteras con Alemania, Austria y Francia, se reabrirán el 15 de junio.
Gol alemán
En una osada acción ofensiva en el área rival, Alemania reinició el tercer fin de semana de mayo el fútbol profesional. Y el martes 19, Angela Merkel confirmó que su país promoverá un fondo para la reconstrucción del continente.
Dos decisiones que, aunque poco tienen que ver entre ellas, coinciden en una constatación: en la post-pandemia se afianza el rol de Alemania en tanto locomotora europea. Sea en lo más sensible del desafío del relanzamiento económico como en la más popular de las actividades recreativas.
Todos los partidos de las divisiones de Primera y Segunda retomaron sin público el sábado 16 y el domingo 17 de mayo, con protocolos sanitarios tan rigurosos -desde la concentración de los equipos hasta el pitazo final-, que no cualquier liga de este continente podría hoy cumplirlos al pie de la letra. Habían pasado 57 días exactos desde que se decretara la cuarentena en el país.
En Alemania cada jornada “normal” de fútbol moviliza unos 250 mil puestos de trabajo, según diversas fuentes periodísticas. Cada temporada, la primera división mueve 4.000 millones de euros y la segunda, 782 millones. Una parte esencial de esta circulación financiera proviene de los derechos televisivos, que representan 1.160 millones de euros por temporada. Si las nueve jornadas faltantes pudieran completarse, se calcula un paquete nada despreciable de 300 millones de euros a distribuirse entre los clubes, lo que en algunos casos podría constituir, incluso, la tabla de salvación para evitar la quiebra que amenaza a todo el deporte profesional europeo debido al parate prolongado.
A vender sol y playa
El 11 de mayo fue un día importante para el relanzamiento del Viejo Mundo. De una u otra manera, con diversos ritmos y secuencias, el segundo lunes del mes implicó un paso significativo para aproximarse a lo que era el funcionamiento de febrero, antes que la pandemia golpeara estas latitudes.
En el caso de Italia, que a fines de ese mes decretó el aislamiento de buena parte del norte del país, autorizó a partir del 18 de mayo los desplazamientos al interno de cada región sin limitación alguna.
El 15 de junio será el momento de reapertura de los hoteles en la zona costera, cines y teatros. Sin embargo, las autoridades italianas sorprendieron esta semana anunciando, anticipándose a todo el resto, que a partir del 3 de junio – es decir, doce días antes que varios otros países - reabrirá sus fronteras con el Espacio de Schengen sin que los viajeros deban cumplir cuarentena alguna.
Tras la decisión italiana, la lucha desesperada por el mercado turístico de verano, fuente fundamental del ingreso nacional en casi todo el continente, desde la enigmática Islandia hasta el Mediterráneo español, francés, italiano, griego, turco, croata, pasando por los Alpes suizos.
Ese rubro implica, en un sentido extendido, mano de obra para unos 27 millones de personas y asegura el 10% del PIB continental. Para algunas naciones, como Italia, representa un 13%; para Grecia un 21; para Croacia y Malta, un 15; en tanto en Suiza equivale al 5% de su PIB.
En el caso de España, según un reciente informe del World Travel Council (WTTC), el turismo representa el 14,6% del PIB, implica casi 3 millones de empleos y significa el rubro que más riqueza aporta a la economía en su conjunto con 176.000 millones de euros anuales. Alemania, el octavo país más visitado en el mundo, produce un 4% de su PIB en el turismo.
Economía en crisis
A iniciativa de Alemania y Francia, en la tercera semana de mayo se logró una primera fórmula consensual de futuro para confrontar la crisis que se agudizará: la creación de un Fondo de Recuperación destinado a los sectores y países más golpeados. El último miércoles de mayo la Unión Europea (UE) confirmó que ese Fondo será de 750 mil millones de euros. Medio billón en trasferencias y 250.000 millones más en préstamos. 172 mil millones irán a Italia y 140 mil millones serán destinados a España, los dos países de la UE más castigados por la pandemia.
Medidas que buscan anticipar respuestas parciales a lo que la Comisión Europea consideraba, ya a inicios de mayo, como la peor recesión desde 1929. La Unión Europea se confrontará a una caída de su PIB de más del 7%, con un aumento significativo del desempleo, que pasaría del 7,5% del 2019 al 9,6 en 2020.
La “nueva” Europa, convaleciente, abre, pero tímidamente. Sin recetas únicas, apostando a la “prueba-error” como único método. Espejo de una epidemia que la superó completamente por semanas, la arrinconó y, hasta por momentos, la angustió. Sin soltar, con una mano, la manivela de la apertura gradual y con la otra, el freno de mano, dispuesto a operarlo de inmediato si los indicadores de las infecciones remontaran de un momento a otro. Bajo la amenaza siempre temible de una próxima ola pandémica, en un escenario de crisis económica aguda.
Fotos principal, 2 y 3: Sergio Ferrari. La primera muestra la reanudación de actividad comercial en Lausana, la segunda la actividad en la estación de trenes de Berna y la tercera la reapertura de algunos bares y restaurantes, también en la capital suiza.