Qué mira un futbolista

  • Imagen
    Mac Allister
    Alexis Mac Allister
SCALONETA HISTÓRICA

Qué mira un futbolista

15 Julio 2024

Avanza Cuti Romero en conducción ante la inminente presión alta de Colombia. Es una final tensa y en algún punto indescifrable. Sin embargo, Mac Allister no duda en hacer lo que mejor hace: son una, dos, tres, cuatro, siete veces. Siete veces, sí, finalmente, son las veces que el número 20 del equipo mira hacia atrás antes de recibir la pelota. Está en zona de tránsito rápido, el mediocampo, y sabe que, si falla, su equipo quedará desbalanceado: los laterales han pasado al ataque y los demás volantes se disponen a encontrar las hendijas por donde detonar la defensa rival.

A Thomas Müller no le podían decir bala: no destacaba por rapidez. Rayo tampoco. Tampoco toro o tanque: fuerte no era. Sin embargo, cada vez que el Bayern de Múnich hacía peligrar el arco rival, Thomas era el autor intelectual o el autor material, o gestaba la jugada o marcaba el gol. ¿Cómo hacía? ¿De qué manera?

Era joven, había tiempo para evaluarlo. Algún diferencial tenía que tener. Pero no tardaron mucho en descubrirlo: eran los espacios, los espacios que el furtivo goleador alemán ocupaba, y cómo lo hacía, y qué miraba y cómo, y qué atacaba y cuándo. Léase: qué veía, dónde ponía el ojo. Cazador de espacios, así lo apodaron, mote que no sólo fundó un nuevo sentido en todos aquellos que apreciaban, maravillados, los desplazamientos y la ridícula efectividad de Müller, sino que además hizo escuela en las generaciones venideras.

El número 20 del equipo es algo colorado, algo bajo, algo fuerte, algo escurridizo, algo sonriente, algo tímido. Lo único que es concreto -y de él se desprende en su completud- es su visión. Dijimos: ya miró una, dos, tres, cuatro, hasta siete veces por encima de su hombro. Hasta que recibe la pelota. El pase proviene de un defensor central. El 20 es Alexis Mac Allister, que se desplaza con la frescura ingenua de quien aún no está al tanto del lugar que le aguarda la historia del fútbol. El 20 es Mac Allister, entonces, argentino nacido en Argentinos Juniors,con paso por Boca. El 20 es él, quien ahora gira, en un toque, el cuerpo perfilado hacia la izquierda, traslada unos metros y, en menos de tres segundos, deja al extremo a un jugador de poder definir. Ya lo ha hecho. Gratamente, no hay excepción.

¿Qué mira un jugador de fútbol para destacar? El espacio. El jugador que aprende a mirar el espacio vacío es una amenaza que late. Nada lo puede detener porque su tarea casi que no necesita de la pelota. Se estima que un jugador promedio tiene la pelota entre tres y cuatro minutos como máximo en su posesión. De noventa, cuatro. ¿Qué sucede con los restantes ochenta y seis? El jugador se mueve, debe hacerlo, es un cazador en plena jungla.

Si no, ¿cómo es posible que Messi, caminando como lo hace en gran parte del partido, de repente aparezca tantas veces en soledad? ¿Cómo puede ser, siendo que es el jugador más temido y por tanto más observado, más estudiado, mñas perseguido? Porque mira, sabe mirar, y cuando menos lo esperás, ¡zaz!, Messi tajea, como hace quince años, la cancha de derecha a izquierda, para luego reventar el ángulo, o más bien acariciarlo, y sale disparado al encuentro con su hinchada. Hace quince años que hace lo mismo y hace quince años que no lo pueden detener.

Cuando dirigía al Bayern, Pep Guardiola tenía una forma particular de evaluar a su número 5, al ya para ese entonces reconocido Bastian Schweinsteiger. Una forma de evaluación que, a la vez, era una forma de formación, valga el juego de palabras. ¿Cómo lo hacía? En un momento determinado de la práctica en cancha completa, Guardiola frenaba el juego y colocaba una bolsa en la cabeza de Schweinsteiger, y ahí el jugador, sin visión alguna, tenía que señalar dónde estaban los espacios vacíos que él, o algún compañero suyo, podría ocupar para franquear las líneas rivales.

El jugador que sabe mirar gana tiempo. Y en un fútbol tan cronometrado, tan absurdamente milimétrico, quien gana un segundo, como en el automovilismo, ganará una eternidad. Eso es lo que hace Mac Allister, lo que maravilla a Klopp en Liverpool y lo que lo llevó a brillar en todos lados. Lo que hacían Iniesta, Riquelme, Zidane.

Lo que deberían intentar todos. Al menos intentarlo.