Después del Congreso del PJ: ¿Qué hacemos con la transversalidad?
La semana pasada se reunió el congreso nacional del Partido Justicialista (PJ). Así comenzó un proceso de recomposición del espacio, con importantes debates sobre su estrategia a futuro. A contraposición con las últimas décadas, en las cuales los dirigentes tendían a realizar apuestas por fuera, en los últimos meses se advierte una tendencia centrípeta con la vuelta a la orgánica de todo tipo de figuras. Ahora, con la nueva centralidad que tiene el PJ, una pregunta válida es ¿Cuál es el rol de sus históricos aliados? El PJ debe marchar solo o en un frente, y si la respuesta es esta última ¿de qué manera?
En sus inicios, el todavía incipiente kirchnerismo planteaba la unidad de los fragmentados sectores progresistas. La crisis del 2001 era también una crisis de representación política -que se encarnaba en el “que se vayan todos”-. Néstor Kirchner asumió con la claridad de atravesar un momento en el cual los grandes partidos se encontraban fuertemente deslegitimados. En ese complejo escenario, Kirchner propuso la transversalidad. La intención era resaltar que el Frente para la Victoria se componía de peronistas en un marco más amplio donde también se encontraban radicales, socialistas, comunistas, peronistas de izquierda agrupados en el Frente Grande, etc. El escenario multipartidario dentro del Frente era visto como una virtud antes que un defecto. También, se inscribía en la tradición democrática de los partidos de generar iniciativas multipartidarias que sorteen las reiteradas crisis argentinas.
Con esa concepción, electoralmente, no existía un frente monolítico en todos los distritos. Por el contrario, convivían distintas realidades o más de un frente, a través de las colectoras, como Diálogo por Buenos Aires, y una diversidad de alianzas municipales y provinciales. Esa voluntad se expresaba en la pluralidad en la representación, en la tolerancia interna y con las distintas identidades que convivían.
A medida que se asentaban los gobiernos de los Kirchner, también empezó a madurar una estrategia sobre el PJ, para entonces en manos de opositores a ellos, sean duhaldistas, menemistas y otras expresiones. Con esa intención, se priorizaron acuerdos territoriales que permitieron avanzar sobre el partido. En paralelo, entre el 2008 y el 2009, con el conflicto con el campo y la trágica muerte de Néstor Kirchner, se constituyó el kirchnerismo, como identidad política en sí misma.
La transversalidad tuvo distintas oleadas: en los inicios del gobierno de Néstor, con sectores provenientes del Frente Grande y sectores de izquierda determinados (PC-CE- y de la izquierda nacional); en el 2007, con un sector importante del Partido Socialista, del radicalismo, Libres del Sur, y otras expresiones similares; después del conflicto con el campo, con la incorporación del espacio de Carlos Heller y Martín Sabbatella, ambos unidos en el Frente Nuevo Encuentro, y, la última, en el frente antimacrista con la candidatura de Alberto Fernández, con el Frente Patria Grande y el PCR, entre otros sectores provenientes de la izquierda popular.
Como una ley de hierro, cada actor transversal incorporado atravesó las mismas etapas. Un primer momento de bonanza, con un reconocimiento a través de la participación en los espacios de representación del kirchnerismo; un segundo momento, de integración plena en el aparato gubernamental del kirchnerismo así como una paulatina mimetización con los posicionamientos del kirchnerismo; y, por último, un tercer momento de plena integración en el kirchnerismo sin diferencias ideológicas, al mismo tiempo que se generaba un declive en los espacios de representación. Al final, ya poco aportaban de una identidad original o en la diferencia en los debates públicos.
Hoy, la transversalidad se puede ver todavía en la mesa de partidos políticos, en la identificación en alguna tradición determinada de alguna figura pública y, en la única excepción, de la candidatura presidencial de Juan Grabois para las PASO. Sin embargo, no se sabe desde donde participan esos espacios. Al no estar institucionalizado Unión por la Patria, los partidos políticos pierden valor y las figuras políticas se caracterizan más bien por la autonomía o no de sus propuestas. Sin embargo, poco aporta todo eso a la riqueza de la pluralidad que supo tener el Frente. El Frente es una formalidad donde se encuentra el PJ, que es más que la mitad más uno, y donde nunca entran todos, y los espacios transversales, sin ubicación clara en el cosmos kirchnerista.
En esa crisis reiterada y permanente, la pregunta que trae este pequeño texto es: ¿no será mejor volver al esquema del primer kirchnerismo en el cual existían todo tipo de colectoras, con identidades propias, y emergentes de su propia realidad geográfica? En un esquema amplio de Unión por la Patria, a nivel nacional, provincial y municipal, en las elecciones, el PJ debería dirimir internamente su propia lista y permitir a los partidos transversales dirimir o encontrarse como colectoras, diferencias ideológicamente pero con un aporte de votos a un proyecto común. ¿Por qué no se puede resolver de esta forma democrática la convivencia de identidades? Una apuesta por ese esquema es también una apuesta por un esquema democrático de deliberación y toma de decisiones.