Por un día del militante que no sea mera efeméride

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Por un día del militante que no sea mera efeméride

17 Noviembre 2025

Si para don Arturo Jauretche la diferencia entre el nacionalismo conservadora con relación al popular enarbolado por FORJA era en torno a la imagen de la Patria (la primera como la imagen de un hijo llorando la pérdida de su padre mientras que el primero era la imagen de un padre llorando de emoción ante el nacimiento de su hijo), muy relacionado está la idea de militancia en la actualidad. Existe una militancia anquilosada en un tiempo perdido, apelando consignas que no interpelan, subsumidos en los tejemanejes personalistas y partidarios, mientras que resiste (en las trincheras, casi de manera instintiva) otra militancia, media acéfala, media espontanea, que reacciona de manera visceral a la espera de un llamado movimientista.

El llamado “día de la militancia peronista”, en realidad es el día del militante. Parece lo mismo, pero no lo es. La denominación “militancia” refiere a un conjunto, que se entiende organizado, cuando en realidad quienes merecen los laureles fueron aquellos militantes anónimos.

El contexto triunfalista de 1972, signado por el esplendor de las ideas revolucionarias radicales por parte de los sectores juveniles del peronismo suelen adjudicarse la potestad de la militancia. Porque, para ellos, la otra parte del movimiento era la “burocracia”, resabios del viejo orden que debía ser extirpado para alcanzar la revolución socialista. Y, en realidad, el militante peronista se resume en un simple pero significativo gesto del líder sindical José Ignacio Rucci protegiendo con su paraguas al líder que retornaba de su largo exilio mientras este extendía ambos brazos queriendo abrazar a todos.

El hombre bajo la lluvia

Todos los que nos vemos sometidos a trabajar, hemos pasado por el clásico test proyectivo al dibujar a una persona bajo la lluvia. El dibujo revela cómo dicha persona manejaría situaciones de estrés. La lluvia simboliza el ambiente hostil y desolador, mientras que el dibujo de la persona mostraría sus mecanismos de defensa y su autopercepción ante el conflicto.

Perón regresaba a su Patria en un vuelo en que fue acompañado por 153 personas, la mayoría de ellos futuros protagonistas de nuestra historia política, con sus bemoles. Cual si fuera el arca de Noé, el Patriarca venía acompañado de su tercera esposa y futura presidenta Isabel Martínez de Perón, de Antonio Cafiero y Deolindo BIttel, de Héctor José Campora y Carlos Menem. En el vuelo también estaban los juglares de nuestro Pueblo: Hugo del Carril y Leonardo Favio.

Cuando aterrizó el avión, aquel 17 de noviembre de 1972, después del mediodía, en el aeropuerto internacional de Ezeiza una incesante garúa penetraba sobre los protagonistas al son de la canción de Pichuco:

“…Mientras tanto la garúa, se acentúa, con sus púas, en mi corazón…”

Dicen los psicólogos que evalúan la postulación de candidatos que el paraguas dentro del dibujo mencionado al comienzo simboliza la defensa y el mecanismo para afrontar el estrés. Perón, aquella persona que representaba no solo la lucha por recuperar nuestras conquistas sociales conseguidas en el pasado reciente sino también la esperanza, era protegido por el paraguas de un trabajador. Dentro de la extensa nómina donde había, como siempre, oportunistas y luchadores, sólo uno pensó en usar el paraguas. Y no para resguardarse él sino para proteger a nuestro propósito.

La militancia fue y será eso. El paraguas. Poco importan los dueños de la sapiencia y los trepadores. Se trata de volver al principio epistemológico de descubrir y observar el problema. Más “realidad efectiva” y menos “Che, Milei”, en principio.

Esperando a Godot

Alguna vez, el recordado filósofo José Pablo Feinmann parodió aquella latencia por la espera del regreso de Perón con aquella obra tragicómica de Samuel Beckett. En “Esperando a Godot”, dos vagabundos esperan a un tal Godot, del cual el público nunca llega a saber quién es ni sobre qué tipo de asunto han de tratar con él.

Esta obra, más allá de la vinculación que le adjudicaba Feinmann, buscaba simbolizar el tedio y la carencia de significado de la vida moderna, ambos temas principales del existencialismo (corriente predominante en el clima de posguerra). No obstante, mientras estuvo Perón existió una guía, una meta clara del militante. Lo que esperaba la intelectualidad, la politiquería y la vanguardia es otro asunto. El militante peronista siempre veló por la defensa y el triunfo del movimiento nacional. He aquí el desencuentro y el verdadero problema actual.

La actual militancia (volviendo a la comparación jauretcheana) parece llorar por un proyecto en blanco y negro, no sólo espera a Godot, sino que lo busca erróneamente en arenas que poco tienen de efectivo. La lucha actual no trata con dirimir porotos entre Cristina, Axel o quién sea sino en “volver al paraguas”. Eso significa otorgar protección a nuestras luchas, pero primero debemos identificar por qué luchamos, para qué. Sino el paraguas está cubriendo de la lluvia a un significante vacío.