El acoso a las mujeres: privilegio que establece una sociedad heteropatriarcal
Por Daniela Poblete Ibáñez
Hablar de violencia de género es hacer referencia a una construcción cultural que hace a la estructura heteropatriarcal que domina el ser de nuestra sociedad. Esta estructura se expresa en manifestaciones de relaciones desiguales entre mujeres y hombres que buscan la dominación de ellas por parte del hombre. Muchas de esas manifestaciones las reconocemos como usos y costumbres que parecen ser naturales o no cuestionables, pero que tienen efectos perjudiciales para quienes viven estas experiencias que parecen ser invisibles pero que si les prestamos un poco de atención son más evidentes de lo que creemos.
En este marco la violencia de género, basada en situaciones de acoso u hostigamiento, tenemos que comenzar a mirarla bajo la lupa de un fenómeno social de múltiples y diferentes dimensiones, midiendo la gravedad de estas situaciones que buscan el disciplinamiento de esos cuerpos femeninos que ocupan espacios públicos o de acceso público como la calle, el trabajo, ámbitos académicos, de militancia, etc.
La gran mayoría de las mujeres, o todas, han experimentado insinuaciones, roces, miradas, etc. Pero ¿cuándo estas experiencias cruzan el límite y se convierten en acoso? Esta pregunta no es menor, porque estas situaciones pueden provocar efectos negativos en las personas que las viven como humillación, degradación, o pueden sentir amenazada su libertad o integridad física.
Lo importante a tener en cuenta es la vivencia de la mujer que padece esta situación. Si no se desean o se rechazan porque ve afectada su intimidad, dignidad, libertad o libre tránsito; entonces el límite esta traspasado y estamos frente a una situación de violencia de género porque quienes propinan estas acciones están escudados por ese lugar de privilegio, jerarquía y poder que establece la sociedad heteropatriarcal.
Pero, generalmente, escuchamos sobre la normalidad de estas situaciones, que se disfrazan de galantería. Muchas veces escuchamos que las mujeres deben agradecer que alguien las piropee o que tienen que soportar situaciones de discriminación por "meterse a hacer cosas de hombres", entonces pareciera ser que la denuncia o el debate sobre esto es infructuoso, es una "alaraqueda" o una pérdida de tiempo porque es una costumbre y, como tal, es algo que no se puede modificar.
Por estos motivos, y muchos más, es que decidimos crear un Observatorio Contra el Acoso. Buscamos, con la constitución de este espacio, sumarnos a la lucha por la construcción de una sociedad libre de violencia de género y queremos aportar desde este tema especifico pero amplio en su tratamiento. Creemos que configurar información cualitativa y cuantitativa es primordial porque, no es que no existan o no sean comunes estas situaciones, lo que sucede es que no están masificadas en medios, estudios o estadísticas.
En principio buscamos enfocarnos es tres espacios en donde el acoso u hostigamiento es recurrente. La calle, el trabajo y los ámbitos académicos son lugares donde las mujeres tienen que estar a la defensiva y ante un hecho como estos la desorientación o el miedo son dos obstáculos para repeler estas acciones. Hemos pensado áreas de trabajo que nos permitan conceptualizar esta realidad en la Argentina y de esa forma proponer políticas públicas, espacios de formación, campañas de difusión y acompañamiento de casos y de esa forma desnaturalizar y hablar de un flagelo silencioso que se vive día tras día.
Queremos sumar este espacio a la gran tarea que el movimiento feminista de la Argentina lleva adelante, crear redes y colaboración, y convocar a toda aquella o aquel que quiera sumarse a nuestro trabajo.
El 100 por ciento de la mujeres ha vivido una situación de acoso. En la CABA, antes de la modificación del Código Contravencional que visibiliza la connotación sexual de muchas de estas acciones, el 43 por ciento de estas denuncias estaban enmarcadas en situaciones de violencia de género. Hoy, con la entrada en vigencia de esta modificación, se está realizando la primera audiencia de conciliación por acoso sexual callejero.
Hablar de acoso es necesario, reconocerlo y repelerlo es urgente. No podemos seguir defendiéndonos o soportando en soledad un hecho social que vulnera el derecho de las mujeres a la libertad de desarrollarnos en ese espacio público que es tan de las mujeres como de los hombres.