Crisis textil: “Se tira abajo el ánimo de quienes producen en el país”
Por Estefanía Cendón
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo se encuentran las ventas en relación a 2016 en el rubro que usted maneja?
Mario Gorostegui: Están en baja. Hoy un botín de trabajo, un pantalón y una camisa cuestan alrededor de $2.000. Para cualquier trabajador es una cifra muy importante. La baja de las ventas es gradual mes a mes, se nota en el mostrador. Las características de ese descenso se pueden asimilar a la figura de un tobogán, lo importante sería poder dilucidar en qué punto se termina el tobogán o si continúa esa tendencia.
APU: ¿Y cómo es, en general, la situación de la industria textil en Mar del Plata?
MG: La situación es de baja también. Un punto ejemplificador del tema son las recurrentes llamadas de los talleres para ofrecer su trabajo, cosa que no ocurre en los momentos en que hay producción. Es un síntoma clave.
APU: ¿Qué incidencia tienen las importaciones sobre este sector?
MG: La importación estrangula la producción y anula una parte esencial que es la planificación. Si tenés que producir para el próximo verano o invierno: ¿qué características se le puede dar en un contexto como el actual donde aparecen a diario nuevos productos importados?
APU: ¿Existe algún tipo de regulación sobre esas importaciones?
MG: Para nada. Lo que están haciendo afecta en gran medida a la estructura, la misma sigue produciendo con situaciones de baja muy marcadas.
APU: Se está generando la confluencia de varios factores: apertura de importaciones, caída de las ventas y el aumento de la carga impositiva. Muchas de las empresas textiles son PYMES. ¿De qué forma se sostiene este tipo de estructuras?
MG: Lo impositivo es tan puntual que si dejás de hacer un pago te intervienen cualquier cuenta, ya sea de ahorro o cuenta corriente, en término de minutos. Esa presión sobre una estructura comercial resentida hace que todo sea muy crítico. Además con los impuestos en alza y las ventas en baja se genera en conjunto una incidencia negativa difícil de sobrellevar.
APU: Para paliar la crisis algunas empresas toman medidas como reducir los turnos de trabajo o no contratan personal. Al ser PYMES la estructura que generan es de carácter familiar, lo que dificulta los despidos. ¿Cómo maneja esta situación en su caso? ¿Dónde compran la materia prima?
MG: La presión de lo importado te lleva a comprar en Buenos Aires, por una cuestión de precios y provisión de los productos. La mercadería viene por transporte, ese es otro de los incrementos. Es muy difícil planificar a futuro… La planificación requiere del pago de costos, salarios y todo lo esencial. Lo que vivimos no es novedoso: previo a 2001, cuando asumió Cavallo como ministro de Economía, fabricábamos esencialmente camperas y salimos a venderlas en Azul. En ese momento la prenda confeccionada en agosto, para ser vendida en próxima temporada, tenía un costo de $300. Cuando llegamos a la zona de ventas de Azul un señor nos consultó si vendíamos camperas. Al contestarle que sí nos mostró que tenía unas del mimo estilo pero salían $90. En ese momento caía sobre nosotros la ruina: ¿cómo hacés con un competidor que importaba camperas y las vendía a ese precio? Situaciones de este tipo se van a repetir si seguimos en la misma dirección.
APU: ¿Podría definir en qué porcentaje afecta a su comercio que las importaciones no sean reguladas?
MG: Creo que estamos entre un 40 y 50% de afectación en nuestro rubro, que es un nicho distinto al de la ropa urbana. Nosotros producimos ropa de trabajo, hasta este momento quizás no tenga la misma incidencia que el rubro de la ropa urbana. De todos modos, si recibimos un golpe de mayor importación o de productos que afecten esa planificación que mencioné te puede llevar a la ruina.
APU: Se puede prescindir de una prenda de temporada o una campera extra para salir, pero un trabajador no puede prescindir del calzado adecuado para realizar su tarea, por ejemplo.
MG: Claro, puede sufrir lesiones o enfermarse. Si la persona no cuenta con el equipo adecuado muchas complicaciones están presentes.
APU: Cuando se hace referencia al polo textil marplatense uno lo asocia a la fabricación de camperas, suéteres y tejidos de lana. Junto con la pesca y el turismo constituyen los nodos fuertes de la ciudad ¿El municipio incentiva a este sector de alguna forma?
MG: De ninguna manera.
APU: Está demás consultar si hay alguna ayuda específica al rubro en que usted se maneja.
MG: Ninguna. Al nivel de las municipalidades hoy te llaman para comprar y te plantean que los pagos los van a hacer a 30, 60, 90 días del producto que le entregás. No es que vos les entregás la mercadería y recibís el pago. A los 30 días te pagan una parte proporcional, a los 60 otra parte y a los 90 otra. El esfuerzo al 100% lo pone la PYME ¿Qué ayuda podés tener? Ni siquiera cobrás medianamente como corresponde.
APU: ¿Cómo son las condiciones de licitación para fabricar la ropa que requiere el Municipio?
MG: Tenés que contestar con costos muy apretados y cuando llegás a la parte financiera, los pagos, sucede lo que te comenté.
APU: ¿En Mar del Plata se da el fenómeno de los talleres clandestinos? Al no pagar cargas impositivas, ni sociales se convierten en una competencia desleal.
MG: Por el carácter familiar que tienen, generalmente es la mujer la que aporta un poco más. Esto hace que las empresas al ser un espectro amplio, cuentan con una o dos talleristas que no se contratan en blanco, pero tampoco son explotadas. En Mar del Plata no ocurre lo mismo que en Buenos Aires. El pago de la prenda lo fija la tallerista que hace trato directo con la empresa, no como el taller clandestino en donde hay un “kapanga”, por así decirlo, que se apropia del dinero que recibe.
APU: ¿Es conveniente en el contexto actual tercerizar el trabajo a taller?
MG: Tercerizar a taller cuando hay producción a veces es una situación inevitable. En baja de ventas esa posibilidad se anula en si misma. Si hacías 100 prendas, pasás a hacer 20. Baja la demanda y se reducen las cantidades.
APU: ¿Cómo ve el panorama a futuro?
MG: No es viable seguir en un contexto como el que estamos viviendo. Te empezás a chocar contra todo: la necesidad concreta de que el trabajador gane un salario acorde a este desastre, la empresa que necesita sobrevivir. Es difícil conjugar los factores para que resulte una ecuación que funcione. De esta forma se tira abajo el ánimo de quienes producen en el país. Es una crueldad, una visión retrógrada.