“A Febre” en el festival “Filmar en América Latina”
Por Sergio Ferrari (*), desde Ginebra, Suiza
En Suiza fue su estreno mundial en agosto pasado. Y ahora enriquece en Ginebra la programación de “Filmar en América Latina”, del 15 de noviembre al 1 de diciembre. Mientras tanto, en estos últimos tres meses, A Febre (La Fiebre) de la realizadora Maya Da-Rin se paseó por una treintena de festivales donde ganó importantes distinciones.
En Locarno obtuvo el Leopardo de Oro al mejor actor – Régis Myrupu, en el rol de Justino-, el de la prensa especializada y el del Jurado de los jóvenes. Fue con la presea en oro en mano que Myrupu, artista no profesional, de la comunidad amazónica indígena Desana y de lengua Tukano, reivindicó ese reconocimiento como un aporte a la lucha de los pueblos originarios de Brasil y del continente.
“La películas son organismos vivos”
Desde entonces, el film participó en unos treinta festivales internacionales, obteniendo diversos premios, entre ellos en Biarritz, Francia (mejor film); en Pingyao, China (a la dirección); en Chicago, USA (mejor dirección); en Tesalónica, Grecia (premio especial de jurado), así como, el 10 de noviembre pasado, los de mejor film y mejor sonido, en la Janela Internacional de Cinema, en Recife, Brasil.
Desde su estreno en Locarno, hasta ahora, “mi película ha logrado una muy buena acogida”, explica Maya Da-Rin (foto 3), en entrevista exclusiva.
“No podía imaginarme como sería recibida. Descubro en cada nueva proyección elementos en los que no había pensado antes. Las películas son organismos vivos, nunca logramos controlar su desarrollo, y esto es lo que hace del cine un trabajo muy bonito”, subraya la joven realizadora que ha estudiado en Brasil, en la Escuela de Cine de Cuba y en París. Y que a partir de 2002 ha realizado una media docena de documentales.
La directora, de 40 años, analiza el éxito actual de su primer largometraje en la perspectiva de los seis años que llevó su realización. Nacida de una larga investigación que realizaron junto con Miguel Seabra Lopes, uno de sus dos coautores, a través de visitas regulares a comunidades indígenas que viven en las cercanías de Manaos. Muchas de ellas conformadas por la emigración hacia esa capital estadual de las riberas del Río Negro que se da en torno a los años ‘60, cuando se convierte en una importante ciudad puerto, punto de salida de materias primas exportables.
Dos mundos contradictorios
A Febre, ambientada con sonidos selváticos y donde predominan luces oscuras, presenta la vida de Justino, indígena de 45 años que vive en la periferia de Manaos, donde trabaja como guardián de cargas en el puerto. Comparte la cotidianeidad con su hija Vanessa (Rosa Peixoto), enfermera de profesión que está a punto de trasladarse a Brasilia para estudiar medicina luego de haber ganado una beca.
Justino padece una fuerte fiebre al tiempo que, durante las noches, es perseguido por una criatura misteriosa. Su combate por la sobrevivencia se entremezcla con la nostalgia permanente hacia su aldea de origen, de donde partió 20 años antes.
El film está atravesado por elementos tan fundantes como contradictorios. La saudade (nostalgia) de su origen que choca con el presente urbano, observado desde los ojos blancos/ mestizos de un nuevo colega de trabajo que no esconde críticas casi despiadadas hacia los “indios”.
Chocan también en las imágenes la cosmovisión indígena contra el mundo desarrollado. Así como la exuberante naturaleza amazónica con el cemento frío monumental de ese puerto pujante, puerta de salida hacia la inaccesible globalización del comercio, observada con distancia por Justino, espectador lejano y casi avasallado.
En ese particular escenario, Da-Rin busca expresar la diferencia de esos dos mundos y como el supuesto desarrollo “afecta las existencias humanas y también las no-humanas, como son la selva y los animales”.
La realidad sombría de los pueblos originarios brasileros
Dos contenidos esenciales se expresan –a través de una pulida estética y una muy elaborada imagen/sonido- en los 98 minutos de A Febre: algunos aspectos significativos del mundo indígena brasilero y, adicionalmente, la compleja situación política que los pueblos autóctonos confrontan en la realidad actual de ese país sudamericano.
La fiebre expresa “la enfermedad de nuestra sociedad que no es capaz de soportar las diferencias. Somos la única especie que se extermina a sí misma”. Ocurrió ya durante los siglos de colonización y se repite hoy, cuando “cerramos los ojos a los inmigrantes y refugiados o cuando reaccionamos con indiferencia al calentamiento global o al desmantelamiento de las selvas”, reflexiona la realizadora brasilera.
Quien recuerda que en lengua Tukano (la que habla Justino) no existe una palabra para “naturaleza”, ni tampoco una distinción entre humanidad y medio ambiente. “El hombre es parte del mundo. Y así como los seres humanos, todas las criaturas son consideradas ‘gente’. O sea, son sujetos y no objetos, lo que altera totalmente la forma social de relacionarse”, subraya
Esta cosmovisión contrasta con la sociedad occidental que siempre negó o sospechó de la humanidad del otro. “Así fue cuando los europeos llegaron a las Américas, diciendo que los indígenas no tenían alma, para esclavizarlos. O cuando hoy criamos animales en condiciones inhumanas, para ser abatidos, en beneficio de nuestra especie sin considerar a todas las demás”, enfatiza Da-Rin.
Aunque fue filmado seis meses antes de las elecciones de octubre de 2018 en que fue elegido Jair Bolsonaro a la presidencia de Brasil, la obra que se presenta en “Filmar en América Latina” tiene un aire premonitorio. Anticipa “la exacerbación de la intolerancia”, que sufren, diversos sectores sociales, pero en particular, los pueblos indígenas, reflexiona la realizadora.
“Cuando filmamos la película no pensábamos que la extrema derecha ganaría, poco tiempo después, las elecciones”, explica Maya Da-Rin. Sin embargo, “las fuerzas que llevaron a Bolsonaro al gobierno siempre existieron en Brasil, ya desde la misma colonización”. Ahora, la situación de los pueblos indígenas “es desesperante. La intolerancia y la violencia refuerzan las relaciones históricas de dominación de la sociedad no-indígena hacia los pueblos originarios”, concluye.
Actor relevante, líder espiritual de su comunidad
Régis Myrupu (foto 4), actor no profesional, asume el rol principal en A Febre, que le valió el Leopardo de Oro a la mejor actuación masculina en la 72 edición del Festival de Locarno, en este 2019. “Nunca pensé que esto podía pasar”, señaló entonces a la prensa sin esconder la sorpresa por su nominación.
En el marco de Locarno, Myrupu había reconocido a este corresponsal la importancia de llegar con este film a un público muy amplio, para asegurar la visibilidad y la lucha de los pueblos indígenas brasileros por su dignidad. “Necesitamos espacios y formas no tradicionales de expresión y presencia para que se reconozcan nuestros derechos”, había declarado.
“La comunidad de origen, en el extremo norte de la Amazonía, de donde partió Regis con solo quince años, estaba a varios días de navegación de Manaos”, explica Maya Da-Rin.
Regis, quien tiene hoy una esposa italiana, reside la mitad del año en ese país y la otra mitad en su comunidad. “Cuando está en Europa representa a nuestro film en muchos festivales de este continente”, precisa la realizadora.
Además de ser el actor revelación de Locarno 2019, Myrupu “es un líder espiritual de su pueblo y promueve un proyecto de turismo sustentable en su comunidad, en Brasil. Está muy acostumbrado a hablar sobre su trabajo y tener relación intensa con el público”, concluye Da-Rin.
(*) En colaboración con Swissnfo.