Gaspar Benegas: “Me encanta haberme animado a cantar”
Por Yael Crivisqui
Es sábado, pasadas las 11 AM, nosotros y nosotras, once participantes del taller de periodismo de rock de distintas ciudades, llevamos una hora conectados. Pero para no ser tan crueles con el horario, teniendo en cuenta el día, fue sabia la decisión de Bruno Larocca –coordinador del taller- de no comprometer temprano a nuestro invitado de lujo. Gaspar Benegas, músico integrante de bandas como La Mono y Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, ingresa a la plataforma Google Meet -mediante la cual nos encontramos virtualmente- y comenta con gracia que estuvo renegando para poder conectarse con un juego que uno de sus hijos, Karim, había instalado en la computadora. Su apariencia denota a un hombre serio e introvertido, pero cuando comienza a hablar, toda esa sensación se desvanece inmediatamente.
“Armé el estudio en mi casa y estoy produciendo mucho”, dice Gaspar acerca de la nueva modalidad de trabajo que adoptó hace unas semanas por las medidas de confinamiento obligatorio dictadas en Argentina por el Covid-19. “Estoy trabajando con algunos artistas de compañías discográficas que sacan temas todo el tiempo, porque ahora el formato de la música es así. También estoy mezclando algunos temas de folclore, cosas que no había hecho nunca, y produciendo a un actor, Franco Masini, que hace música más pop. Además, estamos haciendo un tema nuevo con La Mono que vamos a ver si prospera porque la verdad esta es una etapa poco inspiradora, y después también estoy haciendo muchas canciones con mi familia, produciendo a mi hijo y componiendo con mi mujer (la cantante Valentina Cooke). “La música hace que estar encerrado sea más llevadero”.
Carla: ¿Cómo es trabajar en familia?
Gaspar Benegas: Hay un punto en que los artistas están en un nivel de sensibilidad en el que se ponen medio intensos, así que como productor tengo que trabajar con paciencia y sin ser yo el que se pone intenso, algo que a veces también puede pasar.
Natacha: ¿Cuáles han sido tus influencias musicales?
G.B.: Aprendí mucho de Divididos, sobre todo en cuanto a la viola. También Los Abuelos de la Nada, que siempre tuvieron grandes guitarristas; Los Redondos, por la composición; Skay porque es el guitarrista con más personalidad que tenemos, único en el mundo por su sonido, y Sumo. Después escuché mucha música de afuera, es inevitable: el rock lo inventaron los yanquis. Cualquier guitarrista, sobre todo que toque la eléctrica, tiene que nombrar a Jimi Hendrix, porque es un prócer de la guitarra, y a John Fogerty, que también un clon de Hendrix. Hay muchos...
Yael: ¿Cómo te sentís en el rol de cantante que tenés en La Mono?
G.B.: Me encanta haberme animado a cantar. Lo disfruto más que tocar en la banda, porque eso es algo a lo que ya estaba muy habituado. He tocado en shows gigantes con el Indio, entonces después tocás en un show para 2 mil personas y es como si fuera un chiquitaje, venís re agrandado, entonces no te ponés nervioso. En cambio, cantar es algo nuevo para mí, que vuelve a generarme la sensación de mis primeros shows en los que no sabía qué iba a pasar. Cuando arranqué con la banda no tenía la idea cantar, pero se fue dando.
N.: ¿Cómo te definirías como productor?
G.B.: Trato de no imponer mi personalidad sobre la del artista que me toque producir. Quizás es un error porque los mejores productores son los que tienen sonido propio, y los músicos los van a buscar por eso. Pero me parece ridículo que alguien tenga que decirte cómo hacer tu música. Yo me pongo al servicio del músico y lo ayudo con mi experiencia. Trato de encontrar lo mejor de un artista, trabajo para ellos, aunque me contrate una compañía discográfica.
Y.: En el último disco de La Mono, Anomalía (2019), hay un laburo más colectivo: todos se involucran un poco en todo. ¿Fue una decisión de la banda, o simplemente se dio?
G.B.: Sí, un poco se dio y otro poco yo también les pedí más participación a los músicos, porque en el primer disco, por ahí, había hecho mucho las letras yo, y ya se me habían agotado las ideas (risas). Sabía que Lucas escribía muy bien, entonces, lo molestaba mucho para que escriba letras. Yo hacía una melodía, se la mandaba por WhatsApp y le decía que para mañana quería la letra (risas). Le exigía para que no duerma, y escriba.
Y.: Anomalía tiene un valor agregado que es que el arte de tapa lo hizo el Indio, ¿te costó convencerlo?
G.B.: Le pedí que colaborara de la manera que le quedara cómoda, cosa que no le gusta mucho porque parece que al final no te interesa nada en particular de lo que pueda aportar, sino que todo te va a servir porque es el Indio. Pero la verdad, el tipo escribe bien, dibuja bien, canta bien, hace tapas de disco… Entonces, ¡hacé lo que quieras! Me dijo que le gustaba la idea de cantar y le respondí que estaba perfecto. Después me mandó cinco dibujos de unos payasos sadomasoquistas, y pensé: “Mmm… no sé si es el momento para sacar esta tapa”. Y él me respondió: “Pero ¿cómo?, es arte”. Y tiene razón, al que me diga algo de la tapa, le voy a decir: “No sé, preguntale al Indio”.
Carla: ¿Qué sentiste cuando te diste cuenta de que el Indio bancaba tu proyecto?
G.B.: Me sentí bien, sabía que contaba con su colaboración. El tema era ver de qué manera podía colaborar en algo que a él también le guste. No quería que colabore solo por hacerlo de onda, sin escuchar el disco. Entonces, tenía que tener yo algo seguro para poder pedirle ayuda. En el primer disco no estaba tan seguro, era un experimento…
Alejo: Hace poco grabaste “Patricia Lov” con Malajunta, un artista de trap que tiene muchos años en ese género, ¿cómo se dio el encuentro?
G.B.: Lo descubrí explorando Youtube. De casualidad vi un video del chabón y me pareció que estaba bueno lo que hacía. Lo seguí en Instagram y enseguida me escribió diciéndome que era ricotero, que tenía una letra con frases del Indio y que le gustaría que grabáramos un tema. Le respondí que sí y vino a mi estudio. El día que nos conocimos grabamos la canción. Después me pidió que fuera a su casa para mezclarlo y cuando llegué me di cuenta que era re ricotero de verdad. Entrás a la casa y tiene un cuadro del Indio, los libros... No tiene nada que no sea del Indio (risas). Hicimos un video de la canción y a partir de ahí nos hicimos amigos.
A.: ¿Tienen pensado hacer más canciones juntos?
G.B.: Él me quiere convencer de que tengo que cantar… (risas)
Tomás: ¿Qué opinás del trap?
G.B.: Me gusta mucho y también pienso que es una moda. Y cuando una música se pone de moda, se quema como un pucho y termina siendo una publicidad de yogur con música de trap. Entonces llega un momento que nadie lo quiere escuchar. Me parece que eso pasó mucho con el trap acá y que los artistas la pegaron en el mundo. Digamos que el trap argentino es conocido. Pero me parece que, en un par de años va a ser mala palabra. Ojalá me equivoque, porque a mí me gusta el género, el hip hop. Estuve esperando que llegue el rap a la Argentina y bueno… llegó en forma de trap.
N.: Durante un tiempo tocaste también en Las Manos de Filippi, ¿sos de involucrarte políticamente más allá de la música?
G.B.: Entré un poco a Las Manos por el mensaje. De todas formas, nunca fui mucho de militar. Con esa banda sí tocábamos en shows de marco político, pero siempre era en algún festival por alguna causa con la que me identificaba y no tanto por banderas políticas. Nunca me gustó tocar por festejos o campañas. Me parece que tiene más sentido tocar por un baño para los linyeras o contra el gatillo fácil. Creo que por cualquiera de esas causas tiene sentido ponerse al servicio y tocar gratis, con el esfuerzo de todo lo que implica llevar a una banda. Tenés que hacerlo como si fuera un show pago, aunque sea ad honorem.
Nerea: ¿Qué recordás de cuando tocaron con Las Manos en el festival contra el Golpe de Estado en Honduras en 2009?
G.B.: Fue la vez más jugada de todas. Salimos para Honduras el día que Argentina rompió las relaciones diplomáticas. Viajábamos como de incógnito y cuando llegamos, nos estaba esperando la policía. Fue bastante complicado además enterarse de todo lo que estaba pasando y las personas que estaban muriendo. Era un poco parecido a lo que había pasado acá con Perón. En el único show que hicimos en la universidad hubo 50 mil personas, y éramos la única banda de rock. Tocamos últimos y mientras estábamos haciendo un tema que decía “hay que matar al presidente”, vino una chica y me dijo: “Decile al cantante que avise que le pusieron bombas a todos los medios que están transmitiendo el festival”. Un garrón… y después para irnos nos metieron en una combi y nos rodearon pibes en motos con itacas. Estuvimos como una hora porque no nos animábamos a salir. ¡Yo estaba muy cagado! Después medio que la pensamos ir a tocar a Venezuela la canción Bolivariana, porque en Honduras, por momentos, tuve miedo.
Ariel: ¿Se puede separar el músico del ideólogo?
G.B.: El compromiso está en lo que uno hace en la vida, más allá de las canciones. Los temas pueden hablar de política, como pueden hablar de cualquier cosa. Las Manos, por ejemplo, tienen letras comprometidas, te tiran con nombre y apellido de políticos, pero también tenías la libertad de hacer letras de cualquier otra cosa. Y esta bueno porque algunos consideran que el arte tiene que ser ciento por ciento un mensaje, y a veces no es así. Podés cantar “jugo en tu culo”, como los Kuryaki, y está todo bien.
Milena: En el rock argentino, ¿hay muchas bandas comprometidas?
G.B.: Es raro porque en el período del gobierno de Macri fueron pocos los opositores. Sacando al Indio, no sé quién más…
A.: ¿La Renga?
G.B.: No hubo festivales en contra ni a favor. No sé cómo lo logró Macri, pero…
C.: ¿Qué opinás de las bandas nuevas?
G.B.: Están surgiendo buenos músicos, mejores que los de antes, porque de alguna manera la especie evoluciona y eso me parece lo más interesante. Después, en cuento a lo más nuevo, me parece que esta generación de pibes que hace trap, más allá de que te gusto o no, inventaron su circuito. Son artistas que quizás no venden entradas, pero tienen millones de seguidores. Las compañías discográficas, los medios, están todos colgados de esos pibes, pero a ninguno de ellos se les ocurrió. En cuanto a lo musical, lo más innovador es lo que están haciendo muchas mujeres. Creo que al haber cada vez más mujeres músicas, hay más innovación: hablan de otros temas y se expresan de otra manera. Las ideas de los hombres están muy repetidas.
M.: Más allá del show en Honduras con LMF, ¿cuál es el recital que más recordás?
G.B.: Cada show del Indio es muy fuerte y memorable. Me pasa siempre que el que más me acuerdo es el último porque fue interrumpido, pasaron mil cosas. Es difícil olvidarse de ese show, pero hubo recitales en los la pasé mejor. Hubo uno en San Luis que creo que tocamos muy bien. Como los shows del Indio también son esporádicos, los estás esperando uno o dos años. Te preparás un montón para dos horas de música en un lugar que hace cinco grados bajo cero, o llueve, así que ese show también es memorable. Nunca se me ocurriría estar bajo la lluvia con esa temperatura. Me acuerdo del show del frío, el del barro y el de la neblina.
A.: El rubro de la música ha sido uno de los más golpeados en el contexto de la pandemia, ¿creés que se podrían adoptar medidas para ayudar a los músicos?
G.B.: Pienso que podría haber políticas de SADAIC para repartir el dinero de otra manera, o hacer cosas para ayudar. Ellos tienen una política de cobrar un montón de guita que no se sabe para quién es y le pusieron como nombre “El vuelco”. Se reparte la plata entre los artistas que más facturan. Es una idea bastante rara (risas). También es un buen momento para que el sindicato de músicos esté más presente. Los de SADAIC, que siempre quienes están facturando y cobrándole a los artistas, podrían hacer algo por los músicos que están parados. Pero no sé, porque no dejan de ser un ente recaudador de los músicos y no tienen ningún compromiso. Si no le podemos exigir al Estado, menos vamos a poder exigirle a SADAIC.
Marcelo: Siempre decís que El Bolsón, donde naciste, es tu lugar en el mundo, ¿tenés pensado instalarte en algún momento allí?
G.B.: El problema es que en El Bolsón, por ejemplo, no tenés buena conexión, está como súper atrasado. Me hice una casa allá, pero así no podría trabajar. Necesito estar comunicado para poder trabajar con artistas de otros lugares, sino siento que me asfixio. Conozco a todos los músicos de El Bolsón, por eso vine a vivir a Buenos Aires.