Muerte de Maxi Djerfy: ¿La memoria en el rock under también es selectiva?
Por Yael Crivisqui
El sábado se conoció la triste noticia del fallecimiento, por un paro cardíaco, de Maximiliano Djerfy, ex guitarrista de Callejeros y actual de Nuestra Raza. Y... ¿Qué pasó con las despedidas desde el rock?
Llama la atención, o no, de que muchas de las bandas y artistas que, por lo menos, se mostraron más comprometidos y solidarios en su momento con los ex integrantes de Callejeros, por su injusta privación de la libertad y el bochornoso procesamiento judicial que los involucró, no hayan siquiera compartido algún comunicado de lamento por la partida tan repentina del músico.
Hubiera sido un gesto empático que honra la memoria de un colega que pasó por las peores inclemencias que puede pasar un artista, desde ser condenado y marcado como responsable de un crimen que no cometió, por el solo hecho de tocar la guitarra en un lugar que el Estado debió tener bajo control; hasta ser hostigado y perseguido con el fin de coartarle su derecho a seguir trabajando, a subirse a un escenario, después de cumplida su condena. Es un gesto que no estuvo, que faltó, un signo de apatía que también marca la época. Y una no es ajena a ello, y debo decir que desilusiona, porque las bandas comunican, bajan línea, tienen un papel central en la esfera pública. Cuando los grandes medios callan, la música, generalmente dice y canta verdades. Pero en este caso no pasó.
Y entonces me pregunto si la memoria del rock nacional, de ese rock que está bordeando el mainstream, que se mantiene en los márgenes, también está siendo selectiva, como lo es la que forma parte del status quo. ¿No era digno despedir a Maxi? ¿Hay una impostada corrección política en la decisión de pasar inadvertido a dieciseis años de la mayor tragedia no natural de nuestro país, ante la muerte de un sobreviviente, que ya había perdido familiares en Cromañon y al que luego el Poder Judicial decidió arruinarle la vida y la carrera? ¿No merecía el reconocimiento de que a pesar de todo el daño y el dolor que se le causó, decidió der pelea, con la frente en alto y seguir empuñando acordes y letras? ¿No merecía, al menos, unas palabras de despedida, un músico que se levantó del horror, y decidió seguir entregando su vida al arte?
Callejeros, junto con otras bandas a comienzos del 2000, hizo escuela. Formó y marcó a muchas otras bandas que fueron emergiendo después. Y aunque la memoria del rock nacional sea selectiva, para quien escribe, la banda de Villa Celina forma parte de la historia no oficial, de aquella que no es contada por las “prodigiosas” plumas del establishment del periodismo, que se encargaron de tratar de enterrarla durante los primeros años pos-tragedia y que ahora invisibilizan. Es la historia que no forma parte del catálogo de Netflix, pero que merece ser contada sin oscurantismo y amarillismo.
Maxi formó parte de esa banda que cantó en un tiempo en el que era impensado que al fin el Gobierno iba a ser de una mujer, que decir aborto fuera legal. Que cantó para un público que no vivió una de las etapas más oscuras de nuestro país, sobre la connivencia de la Iglesia Católica con la última dictadura cívico militar. Formó parte de esa banda que siempre estuvo del lado de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. Formó parte de una banda, que desde el sentido de partencia al barrio, llenó de contenido social y político el under.
En la guitarra, por siempre, el señor Maxi Djerfy. A ese músico “les faltó” despedir.
Hasta siempre, Maxi: El ignorante (canción de su autoría)