“El puente infinito”: primer disco de Gabriel Ventura Gulí
Foto: Guillermina Marquez
El puente infinito es el primer álbum que el músico, cantante y compositor Gabriel Ventura Gulí lanza con su propio nombre. Aunque no es su primer disco solista: con tan sólo 19 años, en 2011 emprendió el proyecto Ey Rocker, seudónimo con el que compuso, giró y grabó diversas producciones situadas dentro del género canción, con elementos del rock, el pop y el candombe.
Sin embargo, con el tiempo llegaron otras búsquedas expresivas: "Desde que empecé a trabajar como compositor para cortometrajes y sobre todo para teatro, dejé que la música habite los lugares que precise: a veces es canción, a veces no. Empecé a sentirme más libre. En El Puente infinito me permití que la música no siempre esté intervenida por mi voz cantada. Es un disco donde exploro las sonoridades que me da el piano, sin exigirle a esas melodías que hablen a través de la palabra...si es que no lo necesitan".
Producido por Alejandro Pugliese, el disco - que cuenta con el piano y las cuerdas como instrumentos principales - está integrado por cuatro canciones con letra y cinco instrumentales entre mezclados. Aires de música clásica y acordes de trap transformados al jazz, melodías circulares, ideas que se repiten y van creciendo y resignificándose.
El único momento que altera esa atmósfera envolvente y mántrica del álbum llega de la mano de "Respiro", con su percusión africana, quenas y voces, aportadas por Guillermo de la Fuente. Un contraste que enriquece y fortalece a la propuesta. Los arreglos de cuerdas del álbum estuvieron a cargo de Fernando Ezequiel Miño.
AGENCIA PACO URONDO: El puente infinito salió en todas las plataformas. ¿En qué se diferencia de tus trabajos anteriores?¿De qué habla este disco?
Gabriel Ventura Gulí: Se diferencia mucho de los otros discos que hice con mi proyecto anterior, Ey Rocker. Primero y principal, porque la instrumentación está basada en el piano y las cuerdas. Salí del formato de banda tradicional y del formato canción exclusivamente para investigar otra sonoridad y otra forma de componer. Por primera vez incluyo piezas instrumentales, algo que es una novedad para mí. Y siento que encontré algo nuevo, otra identidad, algo que me involucra más, que me interpela como compositor y me obliga a dar un volantazo. Por eso lo tomo como un punto de partida.
Este disco habla de los ciclos. Tiene forma de círculo, como el Puente Infinito que está en Aarhus, Dinamarca, donde estuve viviendo. Al tener esta sensación de algo cíclico tan presente, me parecía que quizás estaba hablando del trayecto de las sensaciones que pasamos durante un año, o un ciclo astrológico. Y terminé dándome cuenta que estaba relatando, con anticipación, los sentimientos que pasé antes y después de emigrar. Esto no deja de sorprenderme y, hasta el día de hoy, me pregunto cómo fue que compuse y grabé en Buenos Aires "Enero", retratando un Enero que no conocía, que tiene que ver más con algo oscuro e invernal, donde los días empiezan a crecer tímidamente. Y eso, sin duda, cuando venís atravesando días con muy poca luz, trae mucha esperanza, fe y todo lo que narra la canción.
APU: Grabaste el disco en Buenos Aires y, antes de terminarlo, te fuiste a vivir un año a Dinamarca. ¿Cómo influyó el lugar en la conclusión de este trabajo? Al margen del disco, una vez que volviste, ¿costó reinsertarse?
G.V.G.: El lugar estaba impregnado en la música desde antes de viajar, no entiendo como sucedió, pero se ve que yo ya estaba viajando antes de tiempo, de alguna manera. Actualmente escucho la música y me resulta rarísimo eso. Lo que el contexto allá me dio, más que nada, fue tiempo de procesar y entender de qué estaba hablando, era música muy fresca. Yo no tenía pensado grabar un disco antes de irme a Dinamarca y repentinamente me agarró un impulso y una necesidad de grabar, de revisar las ideas que tenía en el celular y entrar al estudio. Todo esto fue en medio del caos de vender todo lo que tenía, hasta la heladera, el auto. En el medio de esta locura fue la grabación, sin poder pensar mucho sobre lo que estaba haciendo. Entonces, estando allá, ese tiempo de procesar y escuchar la música me hizo entenderla, y descifrar qué quería decir.
La vuelta a Buenos Aires fue espectacular. Lo único raro fue que venía de vivir un año en un lugar muy tranquilo, poco ruidoso, sin bocinas. En ese aspecto fue difícil, nada más. Me ayudó mucho que llegué y me estaban esperando muchos proyectos artísticos hermosos, entre ellos el lanzamiento del disco. Por lo cual, me siento en casa. No hay ningún lugar en el mundo que me haga sentir así.
APU: ¿Cómo influye en tu obra el vínculo que tenés con el mundo del teatro?
G.V.G.: Arranqué en el mundo teatral en 2011 y sabía que tarde o temprano las dos disciplinas se iban a juntar. Me empezaron a llamar para actuar y tocar cada vez más. Hasta para operar sonido; todo se empezó a mezclar. Después para componer, siempre en ámbitos de ensayo. Entonces eso fue creciendo y creciendo: hice ambientaciones musicales para Microteatro y algunas cosas audiovisuales.
Para mí hacer la música de la obra La Elegida - dirigida por Paula Fanelli y actuada por Laura Nevole, donde además toco en vivo - fue un antes y un después. Me habilitó otro lenguaje y me permitió darle más espacio a mis ideas instrumentales, que no necesariamente tenían que convertirse en canción. Y además, la obra tuvo un recorrido muy lindo y lo sigue teniendo.
Eso me hizo llevar ideas que estaban en el plano de la improvisación, sea en el piano o la guitarra, a otro más profesional, donde los produje más y los pensé desde otro lado. La verdad que disfruto mucho componer para teatro, para cine. Siento que cuando la música tiene que contar una energía determinada o retratar algo, me entra por otro lado, lo comprendo y me encanta.
El puente infinito está disponible en Spotify y en todas las plataformas digitales.