Los Sin Techo: “Hay que luchar y resistir, pero también crear”
A días de la 12° Caravana por la Tierra y la Vivienda Digna, AGENCIA PACO URONDO dialogó con Cintia Romero y Gabriel “Paco” Lema, fundadores de “Los Sin Techo” de Mar del Plata. Contaron sobre su historia de lucha, desde la ocupación de un predio abandonado con casas a medio construir, hasta la concreción del sueño de la casa propia, pasando por las particularidades del proceso organizativo que llevaron adelante, la creación de cooperativas de construcción y las tareas de urbanización con una mirada sociocomunitaria mediada por la política pública. La entrevista forma parte de un ciclo sobre economía popular.
APU: ¿Quiénes son ustedes? ¿Pueden contarnos un poco de su historia?
CR: Somos Cintia Romero y Paco Lema, referentes del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) en Mar Del Plata. Además, somos compañeros de vida desde hace quince años. Cuando nos conocimos veníamos los dos de familias numerosas, con madres a cargo de mantener a sus hijos como podían, y de la crisis del 2001-2002, en que la pasamos muy mal. Crecimos en el mismo barrio. Y éramos bastante chicos, yo con 25 años, Paco con 20, cuando empezamos a organizarnos ante la necesidad de una vivienda digna. Donde vivíamos, caían dos gotas y se inundaba todo, era un desastre. Así que, después de muchas promesas incumplidas y tantos reclamos que se habían hecho y no llegaron a ninguna parte, decidimos buscar una solución por nuestros propios medios. Y el 15 enero de 2009 entramos como vecinos autoconvocados a un grupo de viviendas semiconstruidas, abandonadas, en el barrio El Martillo de Mar del Plata.
APU: ¿Qué pasó ese día?
PL: Hicimos la toma pacífica de un complejo de viviendas en estado de abandono. Estaban construidas por la mitad, no tenían ventanas, puertas ni nada en el interior. Inicialmente éramos 205 familias en el predio; después, quedamos cincuenta familias y 130 chicos. La convivencia entre tanta gente, en un proceso de lucha, no es fácil. Había que estar, participar de las asambleas, resistir las presiones. De a poco se fue consolidando un grupo y adoptamos el nombre “Los Sin Techo”. Fue clave en toda esta etapa el convencimiento de las compañeras, porque la mayoría eran mujeres y madres con sus hijos. Imaginen la situación. La policía hizo un cordón y no dejaba pasar a nada ni a nadie. Estuvimos tres días encerrados, sin agua, sin luz, sin comida, con los chicos deshidratados por el calor, con fiebre, descompuestos. Gracias a Dios, hubo compañeros desde afuera que nos ayudaban. Como no los dejaban pasar, nos arrojaban frutas, botellas de agua, pan. ¡La policía no podía hacer un cordón en el aire! Es más, un grupo de universitarios armaron una organización y se pusieron “Lluvia de naranjas”, por esa imagen de la gente que apoyaba nuestra lucha y nos tiraba naranjas para que pudiéramos subsistir.
CR: Después de eso vino un proceso de negociación y se conformó una mesa de trabajo con el Estado, pero el 17 de abril de 2009 nos desalojaron con una orden judicial. Fue el desalojo más grande que hubo en Mar del Plata hasta el día de hoy, con más de cuatrocientos efectivos policiales. ¡Fue terrible! Se conoció en toda la ciudad y hasta en medios nacionales. Fue una cacería: nos cayeron con perros, con caballos, armados hasta los dientes para la represión, y nos hicieron mierda todo. Como lo que se vio en Guernica a finales de 2020 y en cantidad de otros lados que no salen en las noticias y ni nos enteramos. Muchos terminamos lastimados, otros en el hospital, otros detenidos. Perdimos lo poco que teníamos, porque no solamente nos sacaban de ese lugar, sino que nos rompían las cosas, las prendían fuego. Ni con los chicos y las embarazadas tuvieron piedad. ¡Una cosa horrible! Ese día terminamos en el Centro Cultural América Libre, un espacio que había estado abandonado y que un grupo de militantes y vecinos había recuperado, donde se realizaban actividades sociales y culturales. Gracias a la solidaridad de los compañeros y compañeras que le daban vida a ese lugar, estuvimos tres meses viviendo ahí. Y comenzamos a tener relación con lo que era el Frente Popular Darío Santillán en la ciudad, que luego se incorporaría a Patria Grande. Con su aporte, ya empezamos a pensar en términos de planes de lucha, de cómo seguir, pero con una estrategia.
APU: ¿Cuál fue la respuesta del Estado ante la problemática de la vivienda que ustedes pusieron de manifiesto?
CR: ¡Nos echaron de todos lados! Ya veían que llegábamos a la esquina y trababan las puertas. El municipio no sé quería hacer cargo, no quería ni tener reunión con nosotros. Hemos acampado diez, doce días, bajo la lluvia y con frío, para que nos atendieran. Nos agarraba más orgullo cuando nos decían: “no te voy a dar nada, quedate acampando, te vas a helar vos y todos los que están ahí”. Nos verdugueaban y era peor: nos endurecíamos más. Siempre fue presionando, nadie nos regaló nada. Nos organizábamos como pobres y humildes, pero sabiendo de nuestros derechos. Primero, entregábamos notas y, si no nos respondían, nos movilizábamos. Hasta que en diciembre de 2010 logramos que nos otorguen los terrenos para empezar a construir 41 viviendas. Antes conseguimos once viviendas en el barrio Roldán, que eran prioritarias por situaciones de emergencia, y luego conquistamos los terrenos para las viviendas de Los Sin Techo. Pero la lucha siguió, porque ahora era pelear por la construcción de las casas y por los servicios. Para la construcción logramos abrir unas gestiones con el gobierno de la provincia y avanzamos. En cuanto a los servicios, hubo que luchar por cada uno de ellos.
APU: ¿Qué lecciones extraen de ese proceso organizativo?
PL: Cuando recuperamos esas tierras, nos dimos cuenta que organizados y peleando por cada uno de nuestros derechos podíamos conseguir las cosas. Entonces, luchamos entre todos para conseguir el agua, las cloacas, la electricidad, el pavimento, las veredas. Fue un momento en donde descubrimos que organizándonos íbamos a tener una vida más digna. En los dos años siguientes logramos todo lo que tiene que tener una casa. Fue dificil, porque todo el mundo cuando no conoce a las organizaciones sociales dice “estos negros que van a cortar la calle”, incluso nosotros siendo pobres a veces repetimos esas cosas. Lo que les pasa a muchos compañeros humildes es que cuando se acerca una organización piensan que los van a cagar, que lo van a llevar a una marcha por un plan y nada más. Cuando uno no entiende de política, o nunca estuvo organizado en ningún lado, piensa así.
Al principio, le decía a Cintia “¿para qué vamos a ir? Yo estoy trabajando, estos van a cortar la calle porque quieren cosas gratis”. Hasta que nos fuimos dando cuenta que no era así. Y aprendimos a endurecernos sin perder la ternura por el pueblo, a ser duros con los grandes grupos económicos y con los funcionarios que nos cagan la vida, no con los pobres. Eso también es algo que nos enseñó ese proceso. Estamos convencidos de la lucha popular, pero lo estamos porque nos cambió la vida para bien. Éramos muy jovencitos, con nuestros hijos a cuestas, viviendo en una casa de dos por dos metros, y cuando conocimos el poder popular, la organización, el laburo colectivo, todo eso, nuestra vida cambió en un 100%. Por eso estamos convencidos de lo que hacemos y de organizarnos hasta el día que Dios nos lleve con él. Pero también sabemos que con eso no alcanza, que algún día tenemos que estar donde se decide la política, porque sino no lo hace nadie, sino es todo discurso. Necesitamos que algún día se empiece por los últimos, para que los últimos sean los primeros.
APU: ¿Cómo se convirtió la lucha por tierra y vivienda en una vía posible para resolver la falta de trabajo?
PL: Cuando hicimos la toma de enero de 2009, que la policía nos rodeó toda la manzana por tres días y no nos dejaban entrar ni salir, muchos nos quedamos sin trabajo. Yo pintaba barcos en ese momento y si faltabas una vez te echaban. Falté tres días, así que imaginen. A partir de ahí, fue trabajar desde la organización, desde lo que fuimos logrando. Cuando nos entregaron los terrenos a finales de 2010, hicimos una sede para el movimiento, en una casilla de madera de cinco por cinco metros. En ese lugar nos seguíamos organizando, con asambleas, con discusiones, porque faltaba que muchas más familias consiguieran su vivienda, aparte de las que estaban nucleadas en Los Sin Techo, y, además, necesitábamos trabajo. Entonces, decidimos seguir peleando por las casas, pero construyéndolas nosotros. Así que armamos la Cooperativa Construcciones “15 de enero”, por la fecha de la toma y del barrio.
APU: ¿Cómo fue la experiencia del armado de la cooperativa?
CR: La cooperativa surgió como respuesta a la política del municipio que quería hacer las viviendas con empresas. Nosotros dijimos que no, que con empresas no queríamos porque ya teníamos la experiencia de las casas que habíamos tomado: la empresa se robó toda la plata y las había dejado abandonadas a medio construir. Entonces nos plantamos y logramos que fueran asignadas a cooperativas. Íbamos a tener trabajo, sin que nadie nos mandara y explotara, estando a cargo nosotros mismos, los trabajadores. Esto permitía atender las circunstancias particulares de cada uno, que no nos pudieran echar porque sí. Una estabilidad laboral que los pobres no conocemos. Los que siempre vivieron esa estabilidad, no saben lo que es la incertidumbre de no saber qué va a pasar mañana con vos y tu familia. Construir la cooperativa también fue una lucha, no teníamos nada, pero, sin embargo, estábamos convencidos y convencidas de que ese era el camino. Me acuerdo que Paco tenía que viajar sí o sí a Capital Federal, a hacer los papeles, y era quedarse a dormir en la calle. Yo me he cagado de hambre un montón de veces para poder construir esa cooperativa. Hoy por hoy podemos decir que está funcionando bien. Por ejemplo, tenemos seis arquitectos, cinco compañeras de administración, otros cinco que son responsables de obras, y tenemos nuestras propias oficinas para cada una de esas partes. Hemos construido cientos de casas y mejoramientos habitacionales, plazas, cordones cunetas, entre otras muchas cosas.
APU: ¿En ese momento se incorporaron al MTE?
PL: Cuando en 2014 se conformó Patria Grande entre distintos grupos, se tomó la decisión de que los trabajos territoriales que se tenían pasaban a desarrollarse en el marco del MTE. Nosotros, para ese entonces, teníamos cuatro barrios organizados y la cooperativa. Así que nos integramos al MTE y a la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) como herramienta sindical del sector. A partir de ahí empezamos a tener más laburo y a conseguir más cosas de lo que lográbamos siendo solamente Los Sin Techo de Mar del Plata. Lo lindo de esa etapa de las organizaciones de la economía popular es que no había rosca política, era todo hacer y hacer. La única discusión que había de por medio era ¿cómo vamos construir esta casa? ¿Cómo vamos a hacer con este proyecto que nos bajaron? No es que despreciamos la política, ¡todo lo contrario! Durante nuestra historia como Los Sin Techo nos fuimos dando cuenta que teníamos que discutir política, que aunque a veces era una mierda esa rosca, había que involucrarse, para no ser siempre los “tirapiedras”, y poder dar realmente soluciones a las problemáticas que atraviesan los barrios. No nos conformamos con lograr las casas para nosotros únicamente, queríamos resolver el problema de la vivienda para todos, y para eso tenés que ser gobierno. Entonces ahí empezamos a jugar también en política y nos sumamos a lo que hoy es el Frente Patria Grande. Pero la lucha social, lo sindical de la economía popular, quedó como parte del MTE. Ahí se trata de obtener beneficios desde y para el sector de los excluidos, no importa el color político del gobierno, ni con quien haya que sentarse. Nosotros decimos que con Los Sin Techo pudimos tener una vivienda digna, pero con el MTE logramos tener una vida digna.
APU: ¿De qué modo lograron extenderse a otros barrios populares de Mar del Plata?
CR: A los dos años de haber logrado los lotes, ya teníamos la cooperativa de construcción, un espacio de comedor y habíamos logrado acceso a todos los servicios para las viviendas. Pero nos empezamos a preguntar cómo ayudar a otros que pasan por las mismas carencias que habíamos sufrido nosotros. Así que, desde la misma asamblea, salió esto de “vayamos a otros barrios y compartamos nuestra experiencia de lucha”. Desde los mismos compañeros de base se fue construyendo la organización popular en la ciudad, algo que luego encontramos reflejado como principio dentro del MTE. Luego de la incorporación a las estructuras nacionales, se aceleró ese proceso. Empezamos a organizarnos por ramas productivas, siguiendo el esquema de la CTEP. En cada barrio popular y en cada asamblea, lo que hay son trabajadores de la economía popular. Así que, desde ahí, se fueron conformando las ramas, a partir de distribuirnos dentro de cada una de ellas.
APU: ¿Cómo surgió la Caravana por la Tierra y la Vivienda Digna que se hace cada 15 de enero en Mar del Plata?
PL: Fue una idea del hermano de Cintia. Se le ocurrió establecer un día al año de lucha por la tierra y la vivienda, y los demás estuvimos de acuerdo. Es una marcha en la que se sale de los distintos barrios, concentramos en el barrio “15 de enero”, y después salimos en caravana con micros, autos, motos, lo que sea, hasta el centro de Mar del Plata. Vamos para decirle a la sociedad que acá estamos los barrios populares, que existimos y que necesitamos esas políticas que venimos reclamando hace años. Y ese día, además, hacemos entrega de viviendas construidas. La primera movilización fue en 2012 y desde entonces se mantuvo cada año. Hoy en la ciudad ya es conocida, incluso el Consejo Deliberante le dio un reconocimiento. Pero a nosotros no nos interesa un papel, sino los hechos, que ese día se reconozca diciendo: “del presupuesto del Estado, va a salir una partida para tanta cantidad de viviendas”.
CR: Surgió un poco tomando el modelo de la “Caravana de la Primavera”, donde van todos en bicicleta, con flores y el intendente a la cabeza. ¿Por qué no hacer una caravana cada 15 de enero y reivindicar esa lucha? Porque la “ciudad feliz” es para pocos, no para todos. Por eso, todos los 15 de enero reivindicamos el día de la lucha por la tierra y la vivienda digna, y nos recordamos también a nosotros mismos que todavía falta un montón, que esto no se termina. No fue sólo aquel día de 2009, sino que hay un montón de situaciones similares que se repiten todos los años. Y se fue ampliando hacia otros temas también. El año pasado, en 2022, presentamos el Plan de Desarrollo Humano Integral e hicimos el reconocimiento a todas las compañeras y compañeros que trabajaron durante la pandemia en los comedores y merenderos. Fue una tarea invisible para la mayoría de la sociedad, pero ayudó a sobrellevar lo peor de la crisis en los barrios pobres. Nosotros lo hicimos porque es parte de nuestra vida, pero reconocerlo está bueno, para valorizar el trabajo que hacemos las organizaciones populares. Este año hacemos la decimosegunda edición de la caravana. Es una fecha muy especial porque vamos a hacer la inauguración de 64 viviendas con doce organizaciones. Es un orgullo para nosotros poder inaugurar esa obra por la que peleamos mucho tiempo.
APU: ¿Qué lugar tiene la problemática de la tierra y la vivienda dentro del Plan de Desarrollo Humano Integral (PDHI) que propusieron en 2020 sectores de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular y la Confederación General del Trabajo?
PL: El PDHI apunta a descomprimir las ciudades, porque hay muchas tierras ociosas y mucha gente hacinada. Entonces, propone llevar vecinos a esas tierras, pero con hospital, con jardín, con escuela, con club, con todo lo que se necesita. Si no ofrecés todo eso, y la salud, la educación, el trabajo y el ocio siguen en las grandes ciudades, no vas a lograr nunca redistribuir a la población. Si son solo terrenos “pelados”, por ahí ni se terminan ocupando, porque no incluye todo lo necesario para llevar adelante la vida dignamente. Nosotros tenemos la experiencia. Un día vino otro hermano de Cintia, muy creyente en Dios, y me dijo “Paco, Dios en sueños me mostró que hay que hacer algo en estas tierras”. Y me muestra, en un cuaderno, con dibujos, unas ideas de armar un club deportivo. Había unas tierras vacías, con solo una canchita de fútbol. Ahí empezamos a pensar algo más grande. Aparte del club, hicimos otras instalaciones sociocomunitarias, entre ellas un camping de la economía popular, para que todos los trabajadores del país puedan vacacionar gratis, y un centro cultural.
APU: ¿Han logrado traducir sus reivindicaciones particulares en políticas públicas más generales?
PL: Con lo que fue el Registro Nacional de Barrios Populares y la posterior creación de la Secretaría de Integración Socio Urbana de la Nación (SISU) se vio reflejada nuestra lucha y la de muchos otros en distintos puntos del país que venían peleando por lo mismo: tierra y vivienda digna para los excluídos. Actualmente al frente de la Secretaría está Fernanda Miño, una villera de La Cava, en representación del sector de la economía popular. En el marco de las políticas impulsadas por la SISU, estamos haciendo muchísimas obras. Gracias a ello, se están construyendo lotes con servicios en distintos barrios de la ciudad y cientos de mejoramientos habitacionales y socio urbanos.
CR: Nosotros contamos con la política de la SISU porque lamentablemente a nivel local, en la ciudad de Mar del Plata, tenemos un gobierno que no trabaja con las organizaciones sociales, con las cooperativas, ni le interesa urbanizar los barrios populares. Frente a esta situación, gracias a la articulación con distintas políticas de la Secretaría, como los Proyectos de Obra Temprana (POT), pudimos realizar lotes con servicios -veredas, cloacas, agua, electricidad, arbolado, canastos- en dos barrios, y con una particularidad: logramos sumar a compañeras mujeres a trabajar, lo que termina siendo un puntapié para su independencia económica. Lo que era un barrio precario hoy quedó completamente urbanizado, un 100% de cambio de calidad de vida. Actualmente, estamos con una tercera obra de lotes con servicios en el barrio el Martillo, donde iniciamos la lucha como Los Sin Techo, que va a beneficiar a 350 familias. Y, por otro lado, también estamos trabajando a partir del programa Lote.AR, que permite comprar tierras para construir lotes con servicios destinados a sectores populares, facilitando así el acceso a la vivienda propia. A partir de este programa, construimos un proyecto a la medida de nuestras necesidades, con una mirada comunitaria y de género: incluimos un jardín maternal, un polideportivo, un centro cultural, una feria popular, una casa para mujeres y disidencias en situación de violencia de género, y veinte viviendas destinadas a quienes necesiten salir de sus hogares para no continuar viviendo con el agresor. Es importante resaltar que se trata de un proyecto que se armó escuchando las necesidades de los vecinos y vecinas del barrio, haciendo encuestas casa por casa para relevar las necesidades de las familias.
APU: En vísperas de una nueva Caravana por la Tierra y la Vivienda el próximo 15 de enero, ¿qué balance hacen de todos estos años de lucha y organización?
CR: Podemos decir que hoy, después de trece años, seguimos de pie, estamos acá, con más de 250 viviendas construidas, cientos y cientos de mejoramientos de vivienda y barriales. Hemos generado un montón de puestos de trabajo. Por lo que queremos transmitir que, aunque las cosas cuestan mucho, sobre todo al inicio, con organización se puede. No es todo color de rosa, pero los excluidos sabemos que nadie nos va a regalar nada. Hay que luchar y resistir, pero también crear. Eso es algo que aprendimos también. Lo que vas consiguiendo tenés que acompañarlo con otras iniciativas, para que lo que hiciste no se te caiga. Y nuestra vida cambió para siempre. Hoy todos tenemos nuestra propia vivienda, nuestro trabajo, un buen sueldo, estamos asegurados frente a los riesgos laborales y tenemos obra social, contamos con ropa adecuada y maquinaria. ¡Es increíble! Nunca hubiéramos disfrutado de todo eso si no fuera por las luchas que hicimos.
PL: Nuestra realidad era laburar siempre en negro, haciendo changas, en pésimas condiciones. Cuando pintaba barcos en el puerto y Cintia laburaba a partir de la pesca, nos negreaban, nos explotaban, no importaba si llovía, si hacía frío, si hacía un calor agobiante, vos tenías que ir laburar, callarte la boca, cumplir horario y chau, punto. Luchar colectivamente fue la única manera que encontramos para salir de esa vida. Entendimos que, sin organización colectiva, toda la vida íbamos a ser pobres, toda la vida nos iban a cagar. Si los barrios populares y los más humildes no se organizan, va a seguir todo igual. Ningún gobierno llega hasta el fondo si no lo presionás. La mayoría de los funcionarios, los que vienen, llegan hasta la entrada del barrio, se sacan la foto, dicen “estuve en el barrio”. Pero no llegan hasta la última cuadra del último barrio, donde vive esa mamá con cinco pibes, sola, en una casilla de tres por tres metros, con un baño que está a veinte metros de su casa, donde no tiene un inodoro, ni una ducha donde bañarse. Hasta ahí solo llegan las organizaciones populares.
"Una estabilidad laboral que los pobres no conocemos. Los que siempre vivieron esa estabilidad, no saben lo que es la incertidumbre de no saber qué va a pasar mañana con vos y tu familia"