"Los procesos por demanda (consumo interno) pueden ser eficaces un tiempo pero tienen techo"
Walter Romero, economista y docente de Economía General de la UNDAV (Universidad Nacional de Avellaneda), escribe semanalmente, junto al ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno, columnas económicas en el diario BAE. En el marco de un nuevo gobierno de Milei y la debacle electoral del peronismo, Romero dialogó con AGENCIA PACO URONDO y reflexionó sobre los debates económicos del campo popular, entre otros temas.
APU: Me gustaría trazar un paralelismo entre el congreso de la productividad de Perón (1954) y el proceso histórico que atravesó el Gobierno de Alberto Fernández. ¿Qué lecciones podríamos obtener de esos conceptos del segundo Perón para pensar las situaciones en las que Argentina se encuentra ante procesos económicos con restricción externa?
Walter Romero: Esto lo cuentan muy bien Pablo Gerchunoff y Damián Antúnez en uno de sus libros. El plan Marshall (3/4/1948), básicamente, aportó al cambio en las condiciones externas -que implicaron fuertes caídas de precios de exportación-, que unido a sequías de niveles inéditos en nuestro país derivaron, entre otras cuestiones, en una drástica reducción de las divisas disponibles (apareció la clásica “restricción externa”).
Esta situación obligó a comprimir las importaciones incluyendo los insumos industriales.
La falta de divisas comenzó a impactar en el nivel de la actividad industrial; entre 1949 y 1952 la crisis se hizo evidente y el mercado interno ya no era suficiente para sostenerla. Resultaba necesario: aumentar el nivel de exportaciones y recibir inversiones (años estos recordados por la “lucha contra el Agio y la Especulación”, el “pan negro” y el contrato de exploración petrolera con “la California”). El General tenía objetivos permanentes, pero siempre demostró que las herramientas a utilizar eran las que la hora señalara.
Post elecciones de 1952 y con su indiscutible autoridad, ahora respaldado por el nuevo pronunciamiento del sabio pueblo argentino, el presidente Perón enfrentó decididamente la inflación, (que había alcanzado un 39%, provocando, inclusive, alguna que otra huelga).
El plan de emergencia era un programa de estabilización que el gobierno venía elaborando desde 1949, para cuya implementación se requirió la anuencia de todos los involucrados. De manera central se estableció que los salarios, los precios y las tarifas públicas se congelarían por dos años. Así, el nuevo apotegma de cualquier negociación colectiva pasó a ser la productividad. El plan fue dando frutos: un 4% de inflación en 1953 atestigua la magnitud del éxito, que siguió en 1954 con un 3,8%.
En ese entonces decía el General Perón en un conocido discurso: “El lema argentino de la hora ha de ser producir, producir, producir (...) El Pueblo es el encargado de producir. El Justicialismo sólo puede asegurar una justicia distributiva en relación con el esfuerzo y la producción”.
Ciertamente la única manera de continuar la senda del desarrollo, crecimiento y pleno empleo, manteniendo la política de redistribución del ingreso, era superando, “terceristamente” el dilema que le presentaba la nueva situación. El gobierno quería aumentar los salarios de los trabajadores y las utilidades de las empresas aumentando la productividad general de la economía.
Así se llegó a convocar en octubre de 1954, al “Congreso Nacional de la Productividad y el Bienestar Social”. La Confederación General del Trabajo (CGT) los empresarios de la Confederación General Económica (CGE) y el Estado Nacional fueron las tres columnas del intento.
El “Acuerdo Nacional de la Productividad” fue el documento final que constituyó el punto de partida de un nuevo proceso de armonización del esfuerzo y cooperación para la productividad. El Congreso generó un ámbito de diálogo, hasta ese entonces inexistente, entre la CGE, la CGT y el Gobierno alrededor de estos temas, y sentó las bases para su continuidad.
El golpe del 16 de septiembre de 1955 interrumpió un proceso que, tal vez, hubiera llevado a un nuevo florecer de nuestra economía. El aporte al discernimiento de cómo actuar en estos casos está en lo expresado, lo propusimos en repetidas oportunidades al Gobierno del Frente de Todos, pero no debe hacerse leña del árbol caído.
APU: El peronismo se ha encontrado con la dificultad de quedarse sin dólares en su proceso de industrialización. Le paso al peronismo histórico y le pasó también en el período kirchnerista. ¿Qué se podría repensar este problema para evitar caer en este embudo para el desarrollo? ¿Hay alguna lección para aprender al respecto?
W.R: Sí, sin dudas, la respuesta está en incrementar la productividad y la competitividad al mismo tiempo “ir, ahora, por oferta” dicen algunos compañeros que saben mucho de esto. Los procesos por demanda (consumo interno), pueden ser eficaces un tiempo pero tienen el techo descripto por vos.
APU: Otro de los problemas que ha tenido los gobiernos peronistas es que, en los intentos de aumentar el ingreso real de los trabajadores, ha tenido problemas inflacionarios. Algo que ha traído mucho costo político. La inflación fue problema muy grave en el Gobierno de Alberto. ¿Hay alguna reflexión que podamos tener en cuenta, como aprendizaje de cara a la posibilidad de que volvamos en algún momento aplicar un modelo económico peronista?
W.R: La inflación es multicausal, sin dudas, en etapas de crecimiento suele ocurrir que algún productor, ante una demanda creciente de su producción, enfrenta una disyuntiva: Invertir para seguir abasteciéndola, o pasar a precios el incremental de demanda. A veces hace una cosa y otras otra.
Pero la componente de “impuesto inflacionario” ante la permanencia en el tiempo (y nosotros llevamos una década) de tamaño Déficit Fiscal Total, también ha aportado a la situación inflacionaria que hoy nos aqueja.
APU: Existen algunos economistas-Como Kulfas o Agis- que señalan que los instrumentos económicos no son ideológicos. Sin embargo, yo le quiero preguntar por las retenciones. Las retenciones a los productos primarias y su impacto en la comida. Señaló esto porque el Gobierno de Alberto no parece haber tomado en cuenta esto. ¿Podría comentar su visión al respecto? ¿Se trata de un problema ideológico o técnico?
W.R.: Se trata de una “realidad”, que como dice Francisco, es “siempre superior a la idea”.
¿Por qué razón económica quien exporta componentes alimentarios a un precio “x”, en divisas, va a venderlo en el mercado doméstico a un precio menor? La “retención” obra entonces para que la disyuntiva mercado interno/exportación tenga plena validez; pues reducido por el monto de la retención el importe que recibe el productor de dicho insumo alimentario, sería igual su beneficio al exportarlo que al venderlo fronteras adentro.
El único problema con la retención es que debe ser justa y no atentar contra la rentabilidad razonable que debe tener quien se “arriesga” a producir; pero son imprescindibles al momento de reducir el precio de la comida.
APU: Moreno habla de la necesidad de reorganizar el peronismo y entiendo que eso incluye dar estos debates económicos. ¿Cómo cree que se dará ese proceso?
W.R.: Recurro a otro concepto de Su Santidad: la Unidad es “ontológicamente” superior al conflicto. Esta debe plasmarse, necesariamente.
Ahora bien: ¿Qué es el peronismo hoy? Y es allí donde creo hay que integrar un concepto: Algunos compañeros han planteado y yo lo suscribo, que, a partir del 17 de noviembre del 72, con el “mito del retorno” consumado tras 18 años de lucha de un pueblo, se completó el proceso fundacional de la Nación Argentina, en la cual ya algunos núcleos conceptuales del pensamiento peronista están “grabados” y para siempre.
En consecuencia, el imprescindible proceso de unidad, de organización y de búsqueda de una conducción (unipersonal o colectiva) debe además discernir y encontrar donde estamos los peronistas del 2024.
APU: Por último, le quiero preguntar por el Gobierno de Milei, esta semana usted señaló, junto a licenciado Moreno, que "la revolución anarcocapitalista fue nonata". ¿Cómo ve el proceso de Gobierno de Milei y en qué dirección económica?
W.R.: El auge del “anarco capitalismo” nos ha obligado a estudiar su marco ideológico para entender un fenómeno que logro el 56% de adhesión en el muy sabio Pueblo Argentino; y la primera conclusión arribada es que lo acontecido tiene más que ver con aquello que decía el General Perón:
“Cuando los Pueblos agotan su paciencia, suelen hacer tronar el escarmiento”, que, con una adhesión a una doctrina difícil de encasillar, pero que también abreva (y van tres), en la inefable Escuela Austriaca, por utilizar el instrumental de allí surgido, lo que la emparienta tanto con el neoliberalismo como con la socialdemocracia.
Lo de “nonata” tenía que ver (pero en la Argentina una semana es mucho tiempo), con que, tanto el flamante ministro de Economía Como el presidente del BCRA habían llevado adelante una batería de medidas económicas mucho más parecidas a las de Krieger Vasena, Álvaro Alsogaray, Martínez de Hoz, etc.; que a las que uno imagina habrían tomado (de llegar al poder cosa que jamás ocurrió): Ludwig Von Mises, Jesús Huerta de Soto o Murray N. Rothbard. Lo cual patentizaba la extinción del supuesto proyecto anarcocapitalista.
Con el “DNU” anunciado anteayer redoblaron la apuesta, pero con una absoluta inconsciencia (o desinterés) de las consecuencias de su aplicación en el tejido social y productivo argentino. Al punto de poner en riesgo la independencia de poderes, concepto central en la estructura de una república. Quien dice que no se de aquello de que “en el pecado está la penitencia” y la aparición de un claro objetivo a alcanzar (su reformulación o derogación) sea un aporte a la reorganización efectiva del movimiento nacional y popular.