Ambiente y Justicia Social: problemática general y abordaje territorial

  • Imagen

Ambiente y Justicia Social: problemática general y abordaje territorial

13 Enero 2025

El ecologismo o ambientalismo fue percibido en sus inicios como una preocupación característica de los sectores más ricos de los países centrales.

Si bien en esa franja social continúa acrecentándose el interés por esta temática, muchas de sus instituciones afines centran su atención, en general, en torno al cuidado de algunas especies animales, de los grandes mamíferos, del paisaje perdido, etc. Es decir, es una preocupación enfocada en el campo de lo estético o de lo moral y sin visión ecosistémica, sino puntual y aislada. Por supuesto, se evita mencionar la relación entre el modo de producción económico que sólo prioriza la maximización de la ganancia, con la degradación ambiental.

Esta orientación ideológica la vemos a diario en programas y canales de TV especializados, creados todos en los Estados Unidos, y que influyen casi sin oposición en instituciones locales, funcionarios, dirigentes y público en general.  

La derivación política de lo anterior se observa en la metodología que se aplica en las medidas destinadas a paliar los problemas ambientales (Evaluación de Impacto Ambiental, Análisis Costo-Beneficio, etc.) y hasta en el léxico adoptado (desarrollo sostenible, sin aclaración de qué es lo que se quiere sostener; responsabilidad social empresaria con un limitado objetivo marketinero) y otros términos de moda cuya ambigüedad induce a utilizarlos más como conjuros que como conceptos útiles para comprender y solucionar los problemas del mundo real.  

Esta interpretación claramente ideologizada que analiza toda la realidad desde el universo del valor económico y la relación costo-beneficio que lo envuelve, se observa también en las relaciones y en la política internacional, y es ampliamente difundida por las instituciones financieras mundiales (GATT, Banco Mundial, FMI, BID, etc.) y hasta las propias Naciones Unidas, que han adoptado el discurso de que el libre mercado y el libre comercio hacen crecer la economía, y que con ello se obtienen los recursos necesarios para resolver los problemas ambientales.
    
En síntesis, el mensaje supone que la creación de riqueza (sin importar las condiciones ni mencionar nunca la distribución de la misma) es buena para el ambiente, y la pobreza es la que lo degrada, haciendo responsables a los más humildes de la contaminación, es decir, culpando a quienes son sus principales víctimas.

Es cierto que en determinadas circunstancias, cuando se generaliza la decadencia económica y aumenta la pobreza, se acentúan los problemas ecológicos. Se incrementa la cantidad y densidad de población en villas miserias y barrios humildes, donde la falta de agua potable, de cloacas y otras carencias son causas de contaminación y enfermedades.
    
Pero ha sido y es la riqueza en una sociedad enferma de consumismo, la que ocasiona mayores índices de afectación a los recursos naturales y genera más desechos. Esto se comprueba también en el ámbito internacional: Estados Unidos, con alrededor del 5 % de la población mundial, ocasiona el 25 % de la contaminación planetaria.
    
Pese al mensaje establecido, la lucha de los trabajadores y los pobres procurando mejorar las condiciones de trabajo y de vida, es una lucha por la supervivencia porque es una lucha por el acceso a los recursos y a los servicios que presta la naturaleza y que necesitan para vivir, y tiene un componente ecológico aunque no lo sepan.
    
La economía de mercado, que busca la ganancia, la expansión y el crecimiento bajo su dirección, empeora la distribución ecológica (desigualdades espaciales y temporales en el uso de los recursos y servicios de la naturaleza), además de profundizar las desigualdades económicas y sociales.
    
Por ello, la relación entre la distribución ecológica, la económica y del poder político están sólidamente relacionadas

Muchos de los impactos ambientales caen hoy desproporcionadamente sobre grandes grupos humanos, los más pobres principalmente y generan resistencias.  

Al frente de muchas de esas luchas por la supervivencia encontramos mayoritariamente a las mujeres, debido a que por una distribución de las tareas socialmente vigente, están al frente de la alimentación, la salud, el cuidado de las personas, etc.

En una sociedad humana que se urbaniza rápidamente, y que en nuestro país vive mayoritariamente en las ciudades desde hace décadas, los problemas ambientales son claramente visibles en las mismas y en sus barrios.

Podemos mencionar el deterioro de la calidad del aire, ocasionado por la contaminación del exceso de autos y camiones con motor a combustión, por las quemas de basuras o de humedales próximos y por el hacinamiento originado en la especulación inmobiliaria.

El acceso al agua potable es otro inconveniente. Muchos barrios obtienen el agua de pozos que tienen napas contaminadas, o disponen de una canilla colectiva para todas sus necesidades.

La falta de cloacas es otro problema que influye en la salud, con zonas extensas que tienen pozos ciegos y zanjas en sus veredas.

La recolección de la basura domiciliaria, que en determinados barrios no ingresa, implica la existencia de basurales a cielo abierto en esquinas y baldíos, con la consiguiente proliferación de ratas e insectos. 
    
La ausencia de redes de gas y luz, agrega inconvenientes para cocinar y calefaccionar.
    
La defensa del río Paraná, de su fauna y su flora, contra las quemas en las islas, contra la contaminación de sus aguas y la pesca industrial depredadora, es otro factor que influye en la salud y la calidad de vida de la población de una ciudad ribereña como Rosario, que tiene además dos importantes arroyos (contaminados).

La lucha de los trabajadores por la salud y la seguridad en las empresas donde trabajan también tiene un contenido ambiental.
    
Se agrega la ausencia suficiente de espacios verdes para la recreación y el deporte, o la segmentación de barrios por autopistas contaminantes, que se construyen para la “solución” del tráfico de automóviles, siempre más caras que el desarrollo de un buen transporte público de pasajeros.

Y así, cada barrio, pueblo o ciudad puede agregar su problema ambiental particular.

El neoliberalismo deja la solución de todo en las manos del mercado, que determina si algo es positivo o negativo de acuerdo al margen de ganancia que se genere. Cualquier obstáculo a la maximización del beneficio de las grandes empresas, es visto como un ataque a la “libertad”. Este mensaje es base del “negacionismo” ambiental: ignorar, desinformar, negar el hecho evidente, y señalar como culpable a cualquier otro factor para desviar la atención. Es el panorama dramático de la Argentina presente.

La economía de mercado tiene virtudes, como aumentar la eficiencia en el uso de los materiales y la energía. Pero sus virtudes están guiadas por la búsqueda desenfrenada de la ganancia, que simultáneamente le hace causar daños irreversibles, depredando de recursos a la naturaleza y depositando en ella los crecientes residuos ocasionados.

Otra visión, la socialdemócrata, que nos llega desde Europa principalmente, y a través de instituciones y conferencias internacionales (Informe Brundtland 1987, Tratado de Maastricht 1992, Conferencia de Río de Janeiro 1992), promete el crecimiento económico (a veces lo llaman desarrollo sustentable), para esperar después con paciencia la redistribución: con crecimiento económico habrá trabajo y con ello mejorará el ambiente, dicen señalando hacia un futuro que nunca llega. El famoso cuento del “derrame”, que además, se producirá en una fecha indeterminada.

Sabemos por experiencia que el crecimiento económico guiado por el mercado, embiste contra la naturaleza inevitablemente.

Frente a esas dos alternativas que en la práctica han conducido a serios fracasos, el peronismo cuenta con un discurso ambiental precursor desde 1972: Mensaje a los pueblos y gobiernos del mundo, escrito por el general Juan D. Perón en Madrid, en vísperas del fin de su exilio forzoso.

Además, ya como Presidente de la Nación, en su alocución ante el Parlamento el 1º de mayo de 1974, cuando presentó el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, señaló: “La lucha por la liberación es, en gran medida, la lucha también por los recursos y la preservación ecológica, y en ella estamos empeñados.” Este importante documento cuenta con capítulos dedicados a El ámbito ecológico.

En estos documentos afirma que: “Las mal llamadas ‘sociedades de consumo’ son, en realidad, sistemas sociales de despilfarro masivo, basados en el gasto, porque el gasto produce lucro.”

Advierte que: “Lo peor es que, debido a la existencia de poderosos intereses creados o por falsa creencia generalizada de que los recursos naturales vitales para el hombre son inagotables, este estado de cosas tiende a agravarse.”

Para precisar que: “Lo esencial es que el hombre mismo sea el primer defensor del medio ambiente y que el Estado establezca los medios adecuados que logren una solución a los problemas que se presenten.” “La modificación de las estructuras sociales y productivas en el mundo implica que el lucro y el despilfarro no pueden seguir siendo el motor básico de sociedad alguna, y que la justicia social debe erigirse en la base de todo sistema, no sólo para beneficio directo de los hombres sino para aumentar la producción de alimentos y bienes necesarios.” “Todos estos problemas están ligados de manera indisoluble con el de la justicia social, el de la soberanía política y la independencia económica.”

Pero el plus del peronismo es que no se quedó sólo en el discurso y las buenas intenciones, sino que la teoría la plasmó en la práctica cuando ejerció el poder ejecutivo, y la temática ambiental está presente en la Constitución Nacional de 1949 (especialmente su artículo 40), en el Segundo Plan Quinquenal (1953-1957 interrumpido por el golpe de Estado de 1955), en el Plan Trienal (1973), con la creación de la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano (1973), con la Formulación y ejecución de políticas ambientales (1973-74), y en el proyecto de nueva Constitución (1974) que terminó diluyéndose luego del fallecimiento del líder.

Debemos destacar que el peronismo no esperó el “futuro” crecimiento económico para realizar la distribución del ingreso nacional, sino que avanzó hacia esos objetivos incluyendo al mismo tiempo la previsión ambiental. 

Frente a una dirigencia política que con su fragmentación le allana el camino al intento destructivo de la Nación más profundo de nuestra historia, y que además ignora los documentos antes citados, debemos rescatar y difundir esos contenidos para transformarlos en orientación creadora.