Eva Acosta: "Lo que ha avanzado la ciencia en relación a este virus no tiene precedentes en la historia de la humanidad"
Por Enrique de la Calle
AGENCIA PACO URONDO: ¿Por qué considera que las personas responden de forma tan diversa al coronavirus? ¿De qué depende que exista ese nivel de variabilidad en los grados de seriedad de la infección?
Eva Acosta: Siempre cuando hay una interacción entre un agente infeccioso y un hospedador, en este caso un humano, entra en juego un balance de factores. Por ejemplo, las personas, frente a distintas infecciones respondemos con respuestas inmunes levemente diferentes, nos defendemos mejor de algunos microorganismos que de otros. Hay también factores hormonales que pueden llegar a incidir. En el caso del coronavirus, se ha visto que los hombres, en general, tienen una respuesta inmune diferente a las mujeres y esto explica, en parte, el hecho de que a veces la severidad es mayor en los adultos mayores de sexo masculino con respecto al femenino.
También puede ser porque las personas se infectan con dosis virales diferentes, por lo tanto aquellas que se infecten con dosis virales más altas pueden llegar a desarrollar una enfermedad más grave. Hay múltiples factores por los cuales se pueden dar estas diferencias clínicas de las que hablamos. Al día de hoy, algunas se han dilucidado como la asociada al género masculino, mientras que otras todavía están en investigación. Hasta ahora, igualmente, lo que tenemos son hipótesis, como, por ejemplo, las distintas cargas virales o que hay varios linajes de virus. Y si bien no se ha definido que algunos virus sea más patogénicos que otros, puede ser que tenga que ver con sus características propias.
APU: Si una persona se enfermó de Coronavirus, ¿queda inmunizada de por vida?
E. A.: Eso es algo que no sabemos aún. Lo que se ha evaluado es que las personas que atravesaron la enfermedad tienen marcadores de que tienen inmunidad contra el virus, es decir, tienen anticuerpos y células que, en principio, serían capaces de proveer inmunidad. Sin embargo, no sabemos cuánto va a durar y tenemos la experiencia con otros coronavirus, que son los más comunes y los que generan los resfríos comunes, de que esa inmunidad no es demasiado duradera. Dura aproximadamente un año o quizá un poco más. Con otros coronavirus, como por ejemplo el SARS 1, que es el que produjo la epidemia de SARS 1 hace una década, aparentemente la inmunidad es más duradera.
Básicamente todavía no lo sabemos y tampoco sabemos cómo las tasas de mutaciones del virus, que generan distintos linajes, puede afectar la capacidad de permanecer inmune frente a todas las variantes del virus. O, si no, que nos acerquemos a una situación más parecida a la de la influenza, donde la variabilidad del virus hace que todos los años, por ejemplo, necesitemos vacunas nuevas.
APU: ¿Qué se puede esperar, en términos de efectividad, de las vacunas que están en producción?
E. A.: Las fases iniciales de las pruebas clínicas, la fase 1 y 2, han demostrado que en general, las vacunas que han llegado a fase 3 generan una respuesta inmune aparentemente protectora. La información definitiva nos la va a dar la fase 3, que es donde la vacuna se prueba en grupos más numerosos de personas. Esto nos va a dar idea de su eficiencia para evitar la infección así como de los posibles efectos colaterales. Suponiendo que esa fase sea exitosa, lo que vamos a saber más sobre fin de año o al menos en los meses de noviembre o diciembre, a partir de ahí hay que escalar la producción para alcanzar a las distintas personas.
APU: ¿Para cuándo cree que podría estar vacunada buena parte de la población argentina?
E.A.: Podemos hablar, con optimismo, que a mediados del año que viene puede haber un buen porcentaje de vacunación. Todavía no se ha tomado la decisión epidemiológica de a quiénes serían los primeros en vacunarse. Algunos proponen vacunar a los grupos de riesgo, mientras que otros proponen a las personas que son más capaces de generar los contagios que sería la población joven. Todas esas definiciones habrá que discutirlas una vez que se tengan los resultados de las pruebas clínicas de la fase 3, porque dependiendo de las características de protección que dé la vacuna se va a decidir a quienes se va a vacunar primero.
APU: Se habla de "cepas" para hablar del virus. ¿Podría explicarnos de modo sencillo si existen diferentes cepas del COVID-19? ¿El virus está mutando?
E. A.: En general, la palabra “cepa” se utiliza más para bacterias, mientras que en el caso de los virus se utiliza más la palabra “linaje”. Respecto a esto, están reportadas variabilidades del virus, lo que significa que hay mutaciones. De hecho, se han reportado distintos linajes e, incluso, se puede hacer una trazabilidad de la forma en que van cambiado los virus en las distintas regiones geográficas. Argentina, en este sentido, tiene un secuenciamiento de muchos de los virus que andan circulando y que se han reportado.
Básicamente un linaje distinto es un virus que tiene una determinada secuencia de genoma, tiene algunos cambios puntuales en su genoma que lo hacen levemente diferente. Esos cambios en el genoma se llaman mutaciones y pueden llegar a generar virus más o menos virulentos como también puede hacer que la respuesta inmune que se generó contra un determinado linaje no pueda reconocer un nuevo linaje. Las consecuencias biológicas que pueden tener pueden ser diversas y esto va a depender de cuánto circula el virus en una determinada población.
APU: Esas mutaciones: ¿ponen en riesgo la existencia de una vacuna, en el sentido de que esta podría no funcionar para un nuevo linaje?
E. A.: No necesariamente una mutación pone en riesgo el desarrollo de vacunas, sí lo puede hacer más desafiante pero depende dónde mute el virus. En caso de que muta en el lugar donde ataca la vacuna, es decir que ataca la respuesta inmune que genera la vacuna, entonces pone un desafío más grande. Nosotros ya tenemos la experiencia en el virus de la influenza que nos obliga, todos los años, a cambiar levemente la vacuna, pero la plataforma que se utiliza es siempre la misma y se hacen pequeñas modificaciones para que la vacuna sea efectiva para los nuevos linajes de virus de la gripe que circulan cada año. En este sentido, podríamos tener la misma situación en el caso del coronavirus.
APU: Con respecto al tratamiento, ¿por qué todavía no pudo darse con un tratamiento eficaz? ¿Es lógico que así ocurra?
E. A.: La verdad es que conocemos relativamente poco sobre este virus; es decir, lo que hemos aprendido en estos ocho meses es enorme, pero a este virus no existía, o al menos no lo conocíamos hace 8 meses atrás. Entonces, hay muchos aspectos de la biología del virus, por ejemplo, cómo responden las distintas personas o qué es lo que termina generando la enfermedad respiratoria, que muchas veces se descontrola y genera la muerte. Todavía no tenemos precisión, por lo que se hace difícil definir tratamientos que puedan llegar a funcionar con información faltante. Obviamente, se ha avanzado un montón y de hecho todos los médicos confirman que ahora, a seis meses de la pandemia fuerte, sabemos mucho mejor cómo se tratan las personas con casos severos, y de hecho está disminuyendo la mortalidad en el mundo basándose en eso. Igualmente, todavía no encontramos un tratamiento que sea 100% exitoso, como sí se ha encontrado para otros virus para los cuales no tenemos vacunas, como el virus de la HIV. Pero se necesitaron años de investigaciones para lograr el tratamiento adecuado.
De todas formas, lo que ha avanzado la ciencia en relación a este virus no tiene precedentes en la historia de la humanidad, en relación a la capacidad de generar conocimientos y guiar las intervenciones médicas. Este virus tienen la particularidad de mezclar características de muchos anteriores pero hay particularidades que hay que tratar de entender para poder tratarlo de manera más efectiva.