¿Y si la Corte le hizo un favor al peronismo?
Cuando la tarde del martes enfilaba rauda hacia el declive, asistimos a un hecho inédito por los cuatro costados, mojón nítido en los cuarenta y pico de la democracia, y posible catalizador para recuperar la representación en crisis.
Al convalidar su cúspide la colección de arbitrariedades de la causa Vialidad, fue el Judicial el Poder que certificó que también lo alcanza la debilidad institucional del momento. Si el sistema partidario crujió cuando arribó a la Presidencia un político sin partido ni acumulación previa, el judicial lo hizo cuando los cortesanos aceptaron el abandono total de las formas: descartaron un conflicto de intereses en los magistrados de amistad manifiesta con Mauricio Macri y consintieron colocarse bajo los aprietes televisados que los mandaban -sic, sic- a laburar.
Como una mala jugada de ajedrez, el fallo abrió nuevos problemas en cadena, de difícil resolución. El dilema más inmediato lo tendrán este miércoles, cuando Cristina Fernández concurra a notificarse de la decisión judicial a Comodoro Py. Quienes la acompañen estarán en las calles, precisamente el día de la semana en que vienen manifestándose los jubilados, últimamente con la incorporación de científicos y personas con discapacidad. Guillermo Francos, el hombre con el peor trabajo del país, prácticamente rogó que la notificación fuese a domicilio. Al cierre de esta nota, circulaba la versión de que la Justicia impondría una vía virtual, por el temor ya ancestral a la sublevación de los subsuelos de la Patria.
Sea como fuere, el día después todo estará por verse. De momento, lo más probable parece ser que la Corte le habrá quitado capacidad al Gobierno para polarizar con la expresidenta, por lo que en el centro del debate aparecerá su programa económico, con el añadido de sus consecuencias ya perceptibles. La carta Cristina no podrá usarse sino de costado.
Más allá de la coyuntura electoral, en segundo plano por el tenor permanente que pretende el fallo, asoman interrogantes sobre cómo será este escenario en que la principal referenta política permanecerá fuera de la posibilidad de medirse en las urnas. Las últimas dos ocasiones en que se practicó, ambas contra Juan Domingo Perón, la Historia se pronunció en un sentido contrario a los deseos que la tentaron. En la segunda oportunidad el resultado demandó 18 años, pero los ciclos políticos actuales parecen entregados a un espiral con giros cada vez más cortos.
Los primeros días después de la sentencia cortesana dejaron algunos indicios. Al encerrarla en su departamento porteño, los jueces le ampliaron el living. Cristina, que durante años mantuvo distancia física con el Pueblo, aparece ahora mucho más accesible que antes. A mano, en el balcón. No puede salir de él, pero es probable que dialogue más que antes con quienes la visiten desde la vereda.
La monarquía del té para tres creó una Puerta de Hierro en pleno Buenos Aires, como descubrieron temprano en la pacata Recoleta. Una de las vecinas fue, sin percibirlo, tan certera que dijo que vivía con su casa tomada. Más allá de esas hipérboles, con citas de carambola, lo cierto es que en su departamento la expresidenta ya recibió a artistas, sacerdotes en Opción Preferencial por los Pobres y dirigentes políticos. Madrid de los ‘60 y ‘70, en la Capital Federal del siglo XXI.
La única solución favorable para impulsores y autores de ese fallo sin la menor elegancia argumentativa sería que el Pueblo se olvide de Cristina Fernández, como quien diluye un amor juvenil por mandato paterno. No se prohíbe nombrarla, pero se pretende decretar el olvido.
Es posible que hayan supuesto que eso tenía posibilidades de ocurrir, tras verificar los grados de ausentismo en los comicios que abrieron el fixture electoral de medio término.
Nunca es recomendable la futurología, sujeta a amplio margen de error. Pero si la Corte y sus mandantes creyeron en el ausentismo como viento a favor, no habrán tomado en cuenta que el observador incide en lo observado, sobre todo cuando se propone sacarle rédito. Cabe la posibilidad de que hayan molestado al enemigo cuando se estaba equivocando. O cuando sufría el desgaste de sus años en el gobierno y de sus propias internas, marcadas por la definición de herencias.
Lo que quedará por observar es qué ocurrirá ahora, que han enviado a Cristina a residir en el ausentismo al que tantos argentinos y argentinas se habían retirado. Con ese segmento convivirá, como la opción proscripta contra la desilusión en alza. Ella ya no forma parte del sistema, contra el que se expresó ese electorado ausente que ya no escogió la alternativa del voto impugnado ni el castigo por medio del outsider.
Tal vez los entusiastas no eran más que precipitados. Acaso confundieron deseo con realidad, y ausencia con inexistencia. En una de esas, quién te dice, propiciaron el reencuentro de una líder con sus bases. Charlando, desde un balcón de Recoleta. Que queda mucho más cerca que Madrid.