Diego Tomasi: “Como el cuerpo tiene memoria, escribir es hacerle trampa a los filtros del cerebro”
AGENCIA PACO URONDO entrevistó al escritor argentino Diego Tomasi, autor de “Mi madre es un pájaro”, quien brindó una serie de apreciaciones acerca del acto de escribir y la realidad de la narrativa argentina.
APU: Sobre el proyecto de Mi madre es un pájaro… ¿Cuándo empezaste a escribirlo? ¿La idea inicial era similar a lo finalmente terminó quedando?
Diego Tomasi: Tiendo a pensar que la idea de la novela empezó durante la pandemia, pero en realidad en ese momento fue cuando decidí terminarla. Creo que el germen estuvo mucho antes, en un par de textos que no funcionaban sueltos y que de repente me dieron la idea de que formaban parte de algo más. Aunque el plan original, en términos de estructura, era bastante parecido a lo que terminó quedando, en el camino hubo muchos cambios. En ese sentido fue fundamental la edición de Julián López, que detectó las claves para darle más densidad a algunas cosas y cambiar (o eliminar) otras. En resumen: creo que la novela es mucho mejor después de ese trabajo.
APU: Pasada la mitad del texto, el narrador habla de la escritura como una actividad que,“como todo acto del cuerpo, es un abismo”. ¿Qué hay de eso en tu práctica como escritor?
D.T: No me siento tan cerca de la idea de que la escritura sea un abismo, porque ahí hay un riesgo de final que no es lo que a mí me pasa. Sí me gusta la primera parte: la escritura siempre es un acto corporal. Las condiciones para escribir muchas veces articulan las palabras. No es lo mismo escribir a mano que en la computadora; no es lo mismo anotar algo en el celular mientras uno va apretujado en el subte que acomodarse en un sillón.
Y además, como el cuerpo tiene memoria, escribir es un poco hacerle trampa a los filtros del cerebro. No digo que los dedos se muevan solos, y que uno no tenga plena conciencia de eso. Pero un poco, a veces, sí.
APU: Por momentos parece que el texto viene a reponer un sentido para el narrador; como si buscara, en el mismo acto de narrar, explicaciones a ciertos procesos. ¿Hay algo de eso?
D.T:Toda la puesta en palabras es una búsqueda de sentido para el narrador. De sentido en términos de qué significan las palabras, y también de rumbo. El personaje que narra necesita entender su mundo, el de su madre (y el de su primer marido), el de su padre. Y la manera que encuentra para acercarse a algún tipo de entendimiento es el registro de la experiencia -siempre tan inasible.
Por eso escribe, por eso graba conversaciones, por eso le interesa el tipo de registro que ofrecen las fotos. Y por eso, también, le interesa tanto la escritura y la oralidad de los demás.
APU: ¿Qué pensás del boom de esta llamada “literatura del yo”, y de las críticas que recibe desde ciertos sectores del mundo cultural?
D.T: Acá sería un poco tentador decir que toda literatura es del yo, o su reverso: que toda literatura es ficción. Creo que está más presente hoy la moda de enojarse ante una supuesta literatura del yo que la moda a la que refiere. En ese sentido, diría que Mi madre es un pájaro es y no es literatura del yo: lo es en tanto hay hechos narrados ahí que tienen como materia algunos episodios reales de mi vida familiar. Y no lo es, claro, porque desde el momento en que uno inventa un narrador está inventando todo lo demás.
APU: ¿Qué textos o autores te interesan de la actual narrativa argentina? ¿Por qué?
D.T: En estos años leí mucho a dos autores muy distintos entre sí pero que me resultan igualmente fascinantes: por un lado Diego Muzzio, que es un prodigio del lenguaje y escribe con muchísimo amor -eso me parece percibir a mí- por el acto de la escritura. Y por otro está Pablo Farrés, que uno diría que tiene una escritura más sucia -o más ensuciada- y que es brillante. Su novela Literatura argentina me marcó y me sigue marcando.
APU: ¿Qué hay de la convivencia entre el texto y el universo polaco, todas esas referencias que van desde el plano cultural al afectivo, más personal? ¿Tiene que ver tu experiencia en el Congreso Gombrowicz?
D.T: Tiene mucho que ver mi experiencia en el Congreso Gombrowicz, sí, y haberlo leído a él. Pero también tiene que ver mi lectura de la prosa de Szymborska, que ocurrió muy cerca de la escritura de la novela, y que creo que influyó de muchas maneras. Una sobre todo: mientras ella escribía esas reseñas de libros parecía escribir con una sonrisa. Y eso fue muy importante para el tono que quise darle al texto.
APU: Uno de los epígrafes es algo muy lindo de Szymborska, “Y solo en voz baja porque, cuando los recitamos en alto, el sentido de esos fragmentos se evapora para siempre”. Me parece que la cita encuentra gran asidero, porque el texto parece estar más hecho de silencio, de vacío, de aseveración. ¿Hay algo de eso?
D.T: Siempre me interesó más lo no dicho que lo dicho. Un poco pomposamente diría: me gustan más los huecos del sentido que llenar los momentos de palabras. Pero todo eso suena medio banana. Qué sé yo, me gusta más estar callado que hablando. Capaz eso se traduce a la escritura, aunque en la vida real puede ser un problema.