"El clima de control estatal brasileño pudo haber contribuido en sus ideas sobre el poder"
Por Santiago Gómez – Desde Porto Alegre
Madel Luz es profesora de las universidades federales de Rio de Janeiro y Rio Grande do Sul. Graduada en filosofía, realizó su maestría en sociología en Bélgica, donde aprendió el francés que le posibilitaría conversar con Michel Foucault durante las visitas de éste último a Brasil. Participó de los seminarios que el filósofo dictó y tuvo la posibilidad de charlar con él sobre el proyecto de tesis en el que ella estaba. Durante la entrevista realizada por correo electrónico, nos cuenta del impacto de los países del tercer mundo en Foucault.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Qué recuerda de los viajes de Foucault a Brasil?
Madel Luz: Voy a intentarte responder dentro de mis límites. Yo no era del círculo más cercano a Foucault, aunque estuve con él en diversas ocasiones, como cuando dio su conferencia en el Hospital Universitario Pedro Ernesto (HUPE), del Instituto de Medicina Social de la Universidad Estadual de Río de Janeiro en 1975. Ya conocía su trabajo “La verdad y las forma jurídicas”, resultado de conferencias dadas anteriormente en la Pontifica Universidad Católica de Río de Janeiro (PUCRJ). El público del auditorio del HUPE fue extremamente receptivo al filósofo. Foucault desarrollaba su pensamiento con la claridad típica del pensador francés, pero más allá de esto, había mucha belleza, literaria se podría decir, en sus palabras. Y él podía responder a todas las preguntas –eran muchas- con una simplicidad humilde, aún oponiéndose al interlocutor. Me acuerdo como si fuese hoy que, en una de sus conferencias, Foucault hacía una crítica feroz al psicoanálisis, la normalización amorosa y política que representaba, “salvadora de instituciones como el casamiento”, etc. A la hora de las preguntas, me levanté con alguna indignación, y argumenté que tal vez en Francia fuese así, pero que en Brasil las cosas no estaban sucediendo así, que muchos hogares se estaban deshaciendo bajo la luz crítica del psicoanálisis, que un buen porcentaje de hombres y mujeres de izquierda estaban cuestionando sus vidas en el diván, en función de derrotas políticas, que centenas de psicólogos y psicoanalistas argentinos, para huir de la prisión y de la muerte, estaban refugiados en Brasil, creando estilos críticos de análisis. Foucault apenas sonrió y dijo con suave ironía: “no sé por qué, cada vez que hago una crítica a las psi, siempre sale un analizado a atacarme, a defender el “lado bueno” del psicoanálisis". Todo el auditorio rió, obvio, pero él explicó con claridad desde qué punto de vista estaba situando su crítica (ya que se trataba de la normalización de la subjetividad, punto que desarrollaría después).
Otro aspecto personal importante fue la compañía de Foucault en el intervalo de sus conferencias, por la simple razón de hablar su lengua, una excepción en el IMS/UERJ. En los recreos de las conferencias, sobre todo en el final de la mañana, antes de la actividad de la tarde, unas dos veces almorcé en su compañía junto con otros profesores. Fue así que tuve acceso al Foucault profesor, que no lo incomodó discutir con una joven profesora del tercer mundo su proyecto de doctorado, asumiendo con simplicidad el papel típico de un orientador, dándome varios consejos en términos de procedimiento conceptual y metodológico. Por eso, en mi trabajo de tesis, posteriormente editado, hay un agradecimiento a su colaboración. Puede parecer pretencioso, pero es real, e ilustra la simplicidad tan rara en académicos con mucho brillo, que era su caso. Aunque era conocido en 1975, Foucault no era aún visto como uno de los mayores filósofos del siglo XX. Y acogía a todos en otras reuniones de discusión, en pequeños espacios, con pocos investigadores, esclareciendo las más variadas cuestiones, con mucha claridad y paciencia.
APU: ¿En qué contexto fueron esas visitas?
ML: Vivimos durante los años setenta en Brasil, como Argentina y Chile, para nombrar a los principales países de América Latina afectados por la política de “caída en dominó” estadounidense, una situación opresiva no solo social y políticamente, sino –quizá sobre todo- intelectualmente, ya que el pensamiento crítico desestabiliza la quietud siniestra de los regímenes dictatoriales.
Por otro lado, en la universidad, aún censurada, un nuevo modo de pensar emergía de las cenizas del marxismo ortodoxo en las ciencias humanas. Comenzaba la influencia innovadora del pensamiento de filósofos como Félix Guattari, Gilles Deleuz, de analistas institucionales, como René Lourau, en la sociología, que buscaban pensar de otro modo las relaciones entre sujeto, instituciones y sociedad, más allá de las teorías estructurales vigentes. Lo interesante a destacar es que este pensamiento “sin censura” va a eclosionar en las universidades católica (de São Paulo y Rio de Janeiro), ya que en las estatales la represión del pensamiento es total. Es en este contexto que pensadores como Roberto Machado invitan a Michel Foucault a dar seminarios en Brasil, sobre sus temas de investigación en curso. Y el filósofo vio un clima muy abierto, tal vez más que en Francia, a sus palabras e ideas, al punto de declarar que “sólo en Brasil y Túnez encontré tanta receptividad, tanta ansia de saber” (Se puede leer en la Revista Cult, de junio de 2014, dedicada a Foucault).
APU: ¿Cuál cree que fue la importancia de esos viajes para él y su obra?
ML: Creo que la receptividad brasilera, y el diálogo que Foucault era capaz de mantener continuamente con sus interlocutores, fuese quien fuese, inclusive en política, llevándolo hasta a participar de un acto de resistencia al régimen político brasilero, lo instigó a desarrollar más claro las ideas que fueron a marcar momentos fundamentales en su obra. Paradójicamente, el clima de control estatal e institucional brasilero pudo haber contribuido en las ideas centrales sobre poder, instituciones y normatividad, más allá de estado y gobernamentalidad. También sobre las relaciones entre saber y poder, bajo influencia nietzchiana, claramente, pero también sobre medicina y bio política, uno de las ramas principales de su reflexión, pero no el único, en un pensamiento que giraba como una brújula, en todas las direcciones, fertilizando todo lo que era pensable.
Traducción propia.