“El Festival de Cosquín llegó a un punto de decadencia límite”
Por Santiago Asorey, Boris Katunaric y Maricruz Gareca
APU: ¿Cómo surge la idea de tu último proyecto, Malambo, Malambo? ¿Cómo viviste la presentación?
IN. Es un disco, para definirlo con pocas palabras, de música folclórica para bailar, yo prefiero llamarle música criolla porque llamarlo folclore me suena a vocabulario etnográfico de una lupa gigante del hemisferio norte mirando qué hacen los indiecitos allá abajo, pero bueno, ya sabemos a lo que nos referimos cuando hablamos de folclore. Es un disco de folclore para bailar: esa fue la idea fundamental, como también hay zambas, chacareras que se pueden tocar de una manera más intimista o para fijarse en la interpretación y en el contenido. Fundamentalmente, hay tres malambos: el malambo sonero que es de la provincia de Buenos Aires y La Pampa, que es un malambo más lento, el malambo norteño que es bastante rápido y otro que es a media máquina, digamos, siempre con la intención de que haya música para bailar y utilizar no solamente los instrumentos tradicionales, sino algunos otros, tanto en la percusión como en los instrumentos melódicos y armónicos. Hay secciones de vientos, hay secciones de percusión, no solamente el infaltable bombo, sino algunos complementos. Básicamente, lo definiría así.
APU: Se cumplen veintidós años de tu premio consagración en el festival de Cosquín. ¿Cómo ves el proceso de los últimos años del festival?
IN: Yo creo que llegó a un punto de decadencia límite, de hecho en el último festival, además de que les devolví el Premio Consagración y no porque no sea importante, porque en su momento lo fue y fue muy emocionante ese reconocimiento, realmente en ese momento era un honor. Después, se ha convertido en una cosa, como mínimo, desubicada. Antes era un premio a la trayectoria y ahora al efectismo del momento o al que hiciera mejor lobby para conseguirlo. O sea, que para mí quedó absolutamente desprestigiado. Sigue siendo maravilloso el encuentro popular que significa Cosquín más allá de lo que pase en el escenario. Si el escenario lo acompaña, mucho mejor. En general, hay un encuentro de artistas, poetas, comunicadores, artesanos de todo el país que llegan ahí y que se encuentran por única vez en el año y eso, en Cosquín, es muy importante, es un intercambio de vivencias, de experiencias, de pensamientos, de sentimientos; muy lindo, muy emocionante y motivador.
APU: ¿A qué se debe que en el escenario no se acompañe esta manifestación de la que hablás?
IN: A varias cosas: a no estar las personas idóneas para manejar eso, si vos vieras las profesiones de los que integran la Comisión… creo que en los últimos años hubo un músico pero como cosa excepcional, al cual no le dan mucha pelota porque lo tienen ahí para que parezca la garantía de que es una comisión de folclore. Para mí, tendría que haber un consejo de asesores, de maestros reconocidos de música y danza, de poetas, de periodistas especializados; no se hace eso desde hace años, entonces es como que hay que cambiarlo todo. No tiene ni un buen piano, hace sesenta años que existe Cosquín. Tendría que tener un par de pianos de cola buenísimos, estudios de grabación, un canal de televisión propio, medios de prensa durante todo el año, desarrollar actividades durante todo el año. A Cosquín se lo sigue considerando una referencia de la música folclórica y eso se ha perdido. Sumando la falta de idoneidad, la ignorancia activa de algunos, más los chanchullos propios de una cosa donde se mueven muchos recursos y mucho poder.
APU: Nos interesa saber sobre tu relación con el tango.
IN: Mi relación con el tango empieza de chico, mi viejo cantaba lindos tangos, se oía todo tipo de música en mi casa, tuve esa fortuna. Me gustó, dicen que el tango te empieza a gustar después de los treinta años, a mí en la adolescencia ya me empezó a gustar y a sacar a la superficie eso que tenía medio inconsciente de oírlo a mi viejo de muy chico cantar y escuchar discos. Me interesó como una manera de comunicación en un lenguaje que responde a nuestra propia identidad como seres de una región, de una época. El tango es de Argentina y siempre me interesó practicarlo, cantarlo y el primer tango lo compuse a los veinte años cuando vine a vivir a Buenos Aires.
APU: Este año se creó el Ministerio de Cultura y asumió una exponente del folclore como es Teresa Parodi ¿cómo viste eso?
IN: No, me abstengo totalmente, no conozco nada y realmente mis ideas de cómo tendría que funcionar un Ministerio de Cultura en este modelo merecería una charla de varias horas o bien un trabajo serio, de mucho tiempo. No he advertido ninguna señal de su gestión.
APU: ¿Pero crees que hay algún desafío que pueda encarar?
IN: Yo apoyo fervientemente este modelo por sus logros y su dirección en muchísimos aspectos, todos en líneas generales. En cuanto a la cultura, creo que hay un hueco tremendo y en cuanto al arte especialmente. El arte debería ser tratado con la misma seriedad y con los mismos presupuestos que la ciencia, porque en el arte se cocina el inconsciente colectivo, la identidad cultural de un país. Ya sabemos que como sociedad, como hermanos, como parte de lo mismo, siempre estaremos fragmentados. Y no hablo de los inventos de fragmentación impuestos por los medios dominantes que hacen ver a este modelo conflictivo simplemente porque quiere hacerles cumplir la ley a los que nunca la cumplieron. Una de las cosas que veo que se confunde es masivo con popular, gravísimo error. Masiva puede ser la Coca cola, Mc Donalds, yo con un millón de dolares la hago sex simbol a mi abuelita. Lo que está motorizado por la publicidad llega de una manera alevosa ante la inocencia y la ingenuidad de la mayoría de la gente que no tiene tiempo para ponerse a pensar porque le venden un casette que históricamente nos hemos acostumbrado a ver como la palabra santa. Ese manejo del inconsciente colectivo merece un revisionismo histórico, así como los grandes referentes de la cultura nacional en el ámbito político, económico, han sido ninguneados por la cultura oficial, también ha sucedido con el arte, han sido elevados a la categoría de prócer gente que no debería ocupar ese lugar, se ha permitido que permanezcan ignotos y olvidados los grandes maestros de la música. Hay una tarea gigantesca para hacer en ese aspecto.