“Francisco me parece un buen showman, un buen producto mediático”
Por Juan Ciucci
APU: ¿Cuáles son sus expectativas ante el Foro? ¿Qué temas cree deberían priorizarse?
Ticio Escobar: Considero importante que se abra un espacio de debate y confrontación de ideas entre pensadores de diferentes partes del mundo. Esos encuentros resultan por lo general estimulantes; promueven sinergias, cruces de ideas, posibilidades de discutir realidades diferentes sobre el trasfondo de condicionamientos comunes, en este caso determinados por la hegemonía global de cuño neoliberal. Creo que los temas marcados por la agenda del Foro están bien colocados: son los suficientemente claros como para acotar un ámbito de discusiones y lo necesariamente flexibles como para que cada expositor los encare desde sus particulares lugares de trabajo. Lo importante es que las distintas posiciones se crucen, se intercepten, se refuercen o se rechacen. Con eso se evitaría la mala práctica de un encuentro donde cada quien expone lo suyo de manera aislada, sin capacidad de desencadenar nuevas posiciones; sin dinámica de escucha y respuesta o réplica. Ojala haya suficiente espacio para la intervención del público, y que éste sea participativo.
APU: Algo que nos interesa del Foro es el cruce entre el pensamiento de las “nuevas izquierdas” europeas y los “nuevos populismos” americanos. ¿Cuáles pueden ser los puntos de contacto entre ambos? ¿cree que puedan evitarse en un futuro cercano las desconfianzas históricas entre ambos campos políticos e intelectuales?
TE: Básicamente, el Foro se plantea en torno a la posibilidad de discutir alternativas ante el neoliberalismo globalizado. Y se dirige a personas que vienen pensando ese tema o desarrollando prácticas relativas al mismo. Esa situación crea puntos de contacto, ciertos acuerdos de partida: posiciones progresistas que recusan la institución de un orden considerado desfavorable para los intereses populares. Si buscáramos diferencias, lo haríamos simplificando los hechos: quizá podamos conjeturar que las “nuevas izquierdas” europeas refuerzan el papel de las sociedades, la ciudadanía o las multitudes; mientras que los movimientos progresistas sudamericanos, sin abandonar el aporte civil, apuestan a fortalecer el papel del Estado y las políticas públicas en vistas a la posibilidad de realizar cambios estructurales. Pero, reitero, esa oposición no puede ser tomada de manera definitiva; de hecho el caso de Grecia no se ajusta a esa lectura, como tampoco lo hacen algunos gobiernos sudamericanos actuales.
APU: ¿Cómo analiza la situación actual en el Paraguay? ¿Y su relación con le MERCOSUR y la América hispana?
TE: El golpe de Estado contra el gobierno de Lugo significó un corte traumático en el proceso democrático del Paraguay. Lugo no pudo cambiar demasiado pero, indudablemente, impuso una dirección a su gobierno apuntando a la mayor participación de los sectores populares y a la mejora de sus condiciones socioeconómicas y culturales. Las grandes mayorías comenzaron a ser reconocidas como sujetos políticos y como destinatarios sociales de programas orientados a salvar las gravísimas asimetrías que dividen el Paraguay entre opulentas oligarquías, por un lado, y miseria crónica, por otro. No creo que, sean cuales fueran las razones, se haya avanzado mucho en este camino, pero estaba clara la orientación del gobierno y el inicio de programas que resultaron amenazantes para la codiciosa derecha paraguaya. Eso bastó para que ésta provocara el golpe de Estado “blando” que derrocó a Lugo. Las consecuencias fueron graves: provocaron el desprestigio de las instituciones y golpearon la credibilidad ciudadana y la posibilidad de acuerdos cabales entre adversarios. Hoy, la escena política parece, y usaré una imagen dura, descuartizada en fragmentos que dispersan el cuerpo social, los partidos políticos y la institucionalidad del Estado. Un factor de cohesión se encuentra constituido por los intereses del concierto política/mercado, en gran parte infiltrado por los narcopoderes. Estamos, pues, ante una escena desalentadora, en la cual se avizoran sin embargo, expectativas alentadas por movimientos de mujeres, campesinos e indígenas, así como por fuerzas de otros sectores ciudadanos y algunas organizaciones provistas de reciente sesgo partidario. Dentro del Estado, hay sectores que apuestan por la institucionalización pública y la vigencia de los derechos humanos, toda vez que estos valores no entren en conflicto con el modelo empresarial dominante, definido en clave trasnacional. El Mercosur funciona al menos como fuerza simbólica. En el caso de Paraguay, su sanción al gobierno golpista significó una señal de unidad regional democrática. Pero no creo que se haya logrado consolidar un espacio que trascienda los intereses particulares de cada país.
APU: ¿Cómo analiza la integración de los Pueblos americanos en este Siglo XXI, donde parecieran haberse logrado más objetivos desde la política que desde el conocimiento de las múltiples culturas?
TE: No se ha logrado crear una plataforma común de desarrollo sustentable, pues difícilmente cualquier proyecto integrador regional pueda sustraerse a la sobredeterminación de los poderes globalizados. Los resultados son siempre puntuales, no se acumulan ni crean una experiencia histórica compartida. Sí, esos logros son más bien políticos, pero siempre funcionan ad hoc, sin el encuadre de una institucionalidad construida y ajustada. El conocimiento de las múltiples culturas tiene más bien un sentido turístico y francamente banalizador: no aporta a un modelo serio de intercambio cultural ni a la creación de políticas culturales coordinadas. Pero existen proyectos serios en el caso del Mercosur cultural que hacen pensar que el futuro de la entidad asumirá más modalidades políticas y culturales que de intercambio económico paritario. (Esto resultaría paradójico puesto que el Mercosur nació con un sentido meramente mercadológico, que excluía la dimensión cultural).
APU: ¿Cómo analiza el accionar del Papa Francisco? ¿Qué desafíos cree que se le presentan a futuro?
TE: El Papa Francisco me parece un buen showman, un buen producto mediático. Eso no sería un problema: él constituiría una estrella más del firmamento de la farándula global. El problema es que ese carácter mediático corresponde a una estrategia gatopardista de la Iglesia. Ante el desprestigio de sus instituciones se recurre a una figura conciliadora, políticamente correcta, amigable y calculadamente transgresora. La fórmula es infalible: cae bien a todo el mundo y crea una sensación de apertura, signo de nuevos vientos en la Iglesia. Pero Francisco no desarmará la implacable maquinaria financiera del capitalismo vaticano. Ni cambiará el escandaloso patriarcado, ni la intolerancia homofóbica, ni la represión sexual, ni el autoritarismo verticalista de un sistema avalado por el dogma. Seguirá sonriendo, buenazo, asumiendo gestos de hombre sencillo, representando con bastante solvencia el papel que le fuera asignado. Más allá de ese papel, seguirán el rigor de los dogmas y el lujo desmedido de las pompas, y el mundo de censuras, infiernos y culpas. Y seguirá, latente, el recuerdo de la ambigua actitud de Jorge Mario Bergoglio durante la guerra sucia argentina. La obra de León Ferrari, a la cual el actual Papa se opusiera tan tenazmente, representa bien el mundo que apaña su figura seductora.