Gallego Soto, un hombre de Perón

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Gallego Soto, un hombre de Perón

30 Agosto 2013

Por Enrique de la Calle

El misterio rodea la figura de Julio Gallego Soto. Inmigrante español, llegó a la Argentina en 1924. Cinco décadas después, su nombre aparece entre los miles de desaparecidos de la dictadura más criminal que conoció el país. En el medio, una vida intensa ligada al peronismo y a su inolvidable caudillo, de la que, sin embargo, queda escaso registro en los múltiples relatos que una y otra vez vuelven sobre la historia de ese movimiento popular.

¿Quién fue Gallego Soto? Esa pregunta no puede responderse con facilidad. Se sabe que fue funcionario durante los gobiernos históricos justicialistas, primero como asesor financiero “ad honorem” del ministro de Salud, Ramón Carrillo. Más tarde, se desempeñó como titular del Instituto Económico Interamericano y participó en la rúbrica de acuerdos de integración económica con Chile. Durante esa década también se desempeñó como empresario, aunque sus negocios por lo menos se remontan a los años 30, cuando fue productor cinematográfico e importador de maquinarias y caucho brasileño, entre otros menesteres.

Con la llegada de la Revolución Libertadora, en 1955, Gallego Soto sufrió la persecución y el exilio. Su familia se instaló en Montevideo, junto a otras peronistas que viajaron a Uruguay. Él prefirió quedarse en Argentina para enfrentar las acusaciones que lo señalaron como “testaferro” de Perón (será Arturo Jauretche quien lleve y traiga mensajes entre Soto y su mujer). La Libertadora le cerró negocios y le suspendió sus cuentas bancarias. Como ocurrió en tantos otros casos, las denuncias en su contra quedaron en nada.

Con el odio antiperonista instalado en el poder, comenzó la llamada “resistencia”, protagonizada por miles de heroicos hombres y mujeres, empujados a la clandestinidad, la fraternidad y la creatividad, atributos propios de los que deben arreglárselas con lo que tienen a mano. En el período, Gallego Soto financió todo tipo de iniciativas: desde pagar gastos corrientes Perón en el exilio, costear revistas en Argentina y ayudar a familiares de presos políticos. Mientras, son recurrentes sus viajes a La Habana, Praga o Pekín, para estrechar los vínculos entre los resistentes peronistas y los revolucionarios comunistas.

(Gallego Soto detrás de Isabel Perón)

En la mira de la CIA

Mucho antes de Edward Snowden, un hombre de los servicios de inteligencia norteamericana, Philip Agee, se arrepentió de sus tropelías y las difundió públicamente. En este caso, escribió “Diario de la CIA”, que apareció en 1975 aunque refiere a actividades de la central en América del Sur a mediados de los 60. Se trata del antecedente de lo que luego sería el Plan Cóndor, es decir la coordinación entre los servicios yanquis y las dictaduras del Cono Sur.

En el texto de Agee aparece citado Gallego Soto como un hombre investigado durante su paso por Montevideo en tiempos de la resistencia peronista. "La estación (de la CIA) en Montevideo ha organizado varias operaciones fructíferas contra objetivos peronistas en Uruguay a través de las cuales se ha podido descubrir el apoyo que prestan los cubanos a los peronistas. Una operación de escucha contra el departamento del periodista peronista Julio Gallego Soto nos permitió descubrir la clandestina relación existente entre éste y el antiguo jefe del servicio de inteligencia cubano en el Uruguay", escribió el espía.

No se conoce demasiado sobre los vínculos de Soto con la revolución cubana. Se sabe de viajes del argentino al país caribeño, como también se registran entradas a Checoslovaquia y China. ¿Acercó plata de los revolucionarios rojos a Perón en su exilio?

Es justamente ese vínculo con los cubanos el que liga a Gallego Soto con una historia sobre la que no hay confirmación pero sí leyendas: ¿Se reunieron en España, Perón y el Che Guevara? Según el periodista argentino Rogelio García Lupo tuvieron dos encuentros. El primero, habría sido en 1964 y con un único testigo, el propio Soto... De cualquier modo, un libro de reciente aparición (“Che Guevara: la clave africana”, de 2008) parece terminar con el misterio: en él, el funcionario cubano Jorge Serguera, de llegada directa al Che, descarta cualquier encuentro, aunque reconoce una estima mutua. En nota aparte, el investigador Lois Pérez Leira se extiende sobre el tema.

Las penas y los olvidos

El exilio de Perón duró unos largos 18 años. En ese tiempo se sucedieron las idas y venidas en el movimiento popular, como también los cambios en el entorno del viejo caudillo. En una carta fechada en 1964, poco antes de su intento fallido de retorno al país, le escribe a Soto: “Pocas veces los hombres arriesgan tanto como lo que usted ha arriesgado en esta empresa, sumando con este nuevo esfuerzo enteramente personal, un eslabón más a la larga cadena de sacrificios que le ha demandado su auténtica vocación peronista, especialmente a partir de 1955”.

En esos años, Soto financia al Viejo exiliado y envía fondos a la resistencia peronista. Banca entre otros emprendimientos las revistas “Pulso de los Acontecimientos” y la mítica “Palabra Argentina. Imágenes del País”, dirigida por el nacionalista Alejandro Olmos. En un departamento suyo en Capital, se reúnen Andrés Framini y otros dirigentes de cara a las elecciones para la gobernación bonaerense de 1963.

En 1972, Perón vuelve finalmente a la Argentina. El hijo de Gallego Soto (ver entrevista) guarda como un tesoro muchas fotografías de su padre: en varias de ellas se ve a su progenitor sonriente, junto a Perón y su mujer, justo antes del ansiado retorno a la patria después de casi dos décadas.

La historia posterior es conocida y no tiene el final que ni Perón ni el pueblo argentino soñaron. Los tiempos se aceleran y la información existente muestra a Soto alejarse del entorno del líder del peronismo. En 1975, después de la muerte del Viejo, incluso llega a firmar su desafiliación al Justicialismo, lo que expresa su desencanto con el último peronismo.

El 7 de julio de 1977, una patota del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército, comandada por Héctor Vergés, lo secuestra. Nunca más aparecerá. Lo acusan de “tener conexiones financieras” con el ERP. ¿Fue su amiga Alicia Eguren, compañera histórica de John W. Cooke, quien acercó a Soto a uno de los hermanos de Santucho? No hay certezas.

Julio Gallego Soto se llevó consigo buena parte de una historia que este artículo buscó reconstruir con dificultades, entre los silencios que abundan sobre su vida. Muchas de las piezas del rompecabezas fueron aportadas por su hijo, quien desde hace décadas lucha, incansable, para que el olvido no pueda vencer al recuerdo de su padre.