Juan Lucangioli presenta su séptimo disco, "Caleidoscopio"
Juan Lucangioli es compositor de canciones y escritor. Nació en la ciudad de Buenos Aires, aunque desde hace más de diez años está radicado en la provincia de Mendoza.
Forma parte de una camada de músicos que trabajan la canción incorporando lenguajes y ritmos del folclore, como así también elementos universales del pop y hasta música de la India.
Otro componente que aparece en sus canciones es la bossa, algo vinculado a sus estudios en Río de Janeiro con Luiz Claudio Ramos, guitarrista de Chico Buarque.
Tiene editados siete discos y tres libros.
En septiembre de 2024 lanzó el álbum Caleidoscopio, donde continúa la línea musical, poética y armónica transitada en discos anteriores. Es por eso que conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre este trabajo antes de presentarlo el sábado 23 de noviembre a las 21 h en Bar de Fondo, Julián Álvarez 1200, Palermo, CABA.
Agencia Paco Urondo: Un caleidoscopio permite múltiples combinaciones con una cantidad determinada de piezas. ¿Cuáles son los elementos que ponés a jugar y a interactuar en tu nuevo disco?
Juan Lucangioli: Creo que la guitarra y mi cuerpo como símbolos de los dos instrumentos más importantes del disco: la guitarra y el canto serían la estructura del caleidoscopio y las cuentas de cristal son las palabras y las notas musicales, que son siete mayormente en el marco de una escala, o doce contando todas las posibilidades y sin embargo dibujan y crean permanentemente nuevas combinaciones y posibilidades.
Por ello se indica en muchas tradiciones de sabiduría a la música como el lenguaje de Dios o el idioma de lo infinito. Y, acompañando ese movimiento, las palabras utilizadas desde su dimensión poética, amplían considerablemente su capacidad semántica, es decir, se sueltan de las dimensiones más lineales y racionales del lenguaje para abrir cielos de significados más amplios, más relacionados con la imaginación activa y creativa, no sólo de quien escribe y canta, sino fundamentalmente de quien escucha.
Esto lo considero especialmente importante en estos tiempos, donde la música comercial, si bien muestra en las letras algunos juegos rítmicos novedosos, está pareciendo perder su dimensión metafórica para caer en una pobrísima literalidad. Es decir, quitándole al oyente la posibilidad de entrar en contacto con su imaginación activa y con su creatividad.
APU: Este es tu séptimo álbum ¿qué sentís que cambió, evolucionó o se incorporó a tu modo de componer, desde tus inicios hasta Caleidoscopio? ¿Y qué crees que se mantiene desde entonces hasta hoy?
J.L.: Lo que creo que evolucionó es una conexión con lo simple como herramienta para encontrar lo profundo. Si bien mi música nunca fue especialmente complicada, es cierto que antes tenía la creencia de que era mejor buscar una melodía más compleja o un acorde más elaborado. La verdad es que hoy siento a mi música muy sencilla y, al mismo tiempo, experimento una conexión muy profunda al compartirla. La unión de lo simple y lo profundo tiene esa dimensión de unión de cielo y tierra, la belleza de encontrar lo extraordinario en lo cotidiano, lo poderoso de la suavidad, ese espacio paradójico que me resulta tremendamente enriquecedor.
Se mantiene un anhelo muy honesto de iluminar, de utilizar la canción como un faro hacia adentro; se mantiene también la conexión siempre presente con la música folclórica, la sonoridad rioplatense y la influencia estética de la bossa.
APU: Instalado en Mendoza hace varios años, ¿qué implica para vos volver a Buenos Aires para presentar el disco en vivo?
J.L.: Implica volver a mi lugar de origen y también a la ciudad con la que tengo mayor sentido de pertenencia. Hace un tiempo me presentaron en una radio de Mendoza como un mendocino adoptivo y tuve que desmentirlo en parte. Digo en parte porque es cierto que estoy muy cómodo donde estoy, que amo a este lugar y que aquí formé mayormente a mi familia. Pero no tengo pertenencia cultural con Mendoza como la tengo con Buenos Aires, ni de cerca.
Como digo en “Mi lugar en el mundo”, una canción de mi nuevo disco, el hogar al fin y al cabo es el corazón. Sin embargo, puedo reconocer a Buenos Aires como mi lugar de referencia y mi marco cultural.
Es una ciudad en la que levantás una baldosa y aparece un centro cultural, o un teatro independiente, donde el arte se expresa en su dimensión sublime en el Teatro Colón como expresa su dimensión social y barrial en el ensayo de una murga o en u grupo de teatro comunitario.
Buenos Aires es un tango de Troilo, es una canción en inglés de Sumo, una evocación rioplatense de Alejandro del Prado, y es también una chacarera de Raúl Carnota.
Buenos Aires es la compañía de mi papá y la memoria de mi mamá. ¿Qué más te puedo decir?