Pinchevsky: el violinista mágico al que todos quieren
Por Javier Tucci
Hacía poco tiempo que me había mudado a la ciudad de La Plata para comenzar a estudiar periodismo y me alojaba en un monoambiente re penumbra, justo enfrente a Plaza Italia. Un par de días antes del show que dieran los Redondos en el estadio Monumental de River, en diciembre del 2000, los pibes del pueblo habían caído a las diagonales para vibrar la previa. Y fue ahí, entre mate, viola criolla y bongó, que de repente un chabón se nos vino encima y sacó de una mochila un violín y se puso a improvisar sobre la base hippie que estábamos tocando. No cruzamos más que un ‘¡Hola, cómo va, qué copado lo que salió!’ Y se fue. Uno de los pibes que estaba aquella tarde alrededor de la zapada era un compañero de la facu que jugaba de local, quien nos preguntó ‘¿Saben quién era ese loco?’ ‘Ni puta idea’ respondimos. Se trataba de Jorge Pinchevsky, rosarino de nacimiento y platense por adopción. El mismo que un día en la morada donde se alojaban los cófrades de la flor solar conoció al negro Alejandro Medina y Billy Bond para dejar de lado el sonido clásico de orquesta y conservatorio y cambiarlo por el electrificado del rock (ver anécdota de Billy Bond (https://bit.ly/2Mv2LG1), aunque nunca se apartaría de las raíces clásicas, folklóricas y tangueras.
De ahí en más no paró de rockearla y formó parte de La Pesada del Rock and Roll, grabó un disco solista bajo el título de Pinchevsky, Su Violin Magico y La Pesada con la participación de sus compañeros de la pesada; con Sui Generis participó del Tema de Natalio (https://bit.ly/2xKmtZw) del disco Pequeñas Anécdotas sobre las Instituciones; en Cristo Rock (https://bit.ly/2zArlBM) de Raúl Porchetto y en La Biblia (Ensamble Musical Buenos Aires) (https://bit.ly/2NO3Xtx) .
Luego migró una temporada a Buzios y después a Europa donde tocó a la gorra en el Barrio Latino de Paris. Más tarde con la banda francesa Clearlight para terminar de formar parte de la banda anglofrancesa de rock progresivo Gong, que por aquel entonces estaba producida por el batero de Pink Floyd, Nick Mason. Con Gong grabó el discazo Shamal (https://bit.ly/2xx15Gc), donde metió destellos de carnavalito, zamba y tango aplicados al sonido progresivo y psicodélico.
Y si bien esta nota intenta ir por otro lado-a donde llegaremos en unas líneas más- no está demás decir que Pin se piró para las Europas huyendo del clima de violencia que empezaba a despertarse en 1974, en la Argentina de la triple A. Asimismo en 1981 la revista Expreso Imaginario publicó la noticia de su fallecimiento sobre un rumor de Miguel Abuelo, quien también estuvo en Europa durante aquellos años. De hecho, su madre murió pensando que Pin había muerto.
En 1985, con la democracia recién inaugurada y los juicios a la junta militar, regresó al país y se instaló en Mendoza donde tocó con la banda de blues Alcohol Etílico. Para 1994 Charly García lo convocó para grabar en el disco La hija de la lágrima, hecho que revitalizó su carrera nuevamente y lo llevó a grabar un año después su segundo disco solista junto a la Samovar Blues Band
Pero adentrémonos a lo que fuimos a buscar, que no es otra cosa que los testimonios de una generación de jóvenes-y no tanto- que compartieron momentos con el viejo, sea en los años ’80, finales de los ’90 y principios del nuevo milenio, entre ellxs Nachito Bruno (ex cantante y armoniquista de La Jaula del Rey Elvira y Narvales); Yamil Salvador (guitarrista actual en los Gardelitos; tecladista y saxo en Negusa Negast; saxo en Guapo y teclas en los Guasones); Juampi Medrano (guitarrista y cantante en Botellas Vacías y Los Corazones Destruidos); Toby Villa (Bandoneonista y ex cantante y guitarrista de la Flower Power) y el compositor y violinista platense, Sergio Poli. Además, encontrarán algunas de las voces de violinistas rockeros, entre ellxs las de Edu Schmidt (ex Árbol) y Fede Terranova (Fútbol), quienes se coparon en contar en primera persona cómo era y cómo lxs atravesó el viejo Pin.
Nacho Bruno, quien además de músico es el secretario general de la Juventud Sindical de La Plata, Berisso y Ensenada, contó cómo fue conocer, tocar y hasta compartir pieza con Pinchevsky, en su regreso a La Plata en el año 1999/2000: “con la Jaula éramos muy amigos de Diego Pinchevsky, el hijo del comandante intergaláctico, quien tenía un kiosco frente a donde ensayábamos. Un día nos cruzamos y nos dice ‘vuelve mi viejo’… imagínate nosotros, nos pusimos re eufóricos y, además, le había dicho a Diego que nos quería conocer. De hecho el primer contacto que Pin tiene con músicos al regresar a las diagonales es con La Jaula y así empezamos a ensayar.
El loco estaba sin casa donde parar y fue ahí que lo invité a quedarse un par de días a mi casa, fecha en la que justo mi viejo había salido de viaje a visitar a unos familiares. Cuando regresa le digo ‘Che papá tengo un amigo que se está quedando unos días en casa’. Y el viejo me preguntó ‘¿Quién es?’. ‘Se llama Pinchevsky, capáz que lo conocés’. Al instante, mi viejo abrió los ojos como dos huevos fritos y dijo ‘¿Pinchevsky el violinista? ‘Sí le contesté’… a lo que retrucó medio en chiste, medio posta ‘Estás re loco, sácalo ya de acá’. Y claro, mi viejo lo conocía, era un músico de su época.
Fue así que comenzamos a hacer un show en Gitana como Jorge Pinchevsky y La Jaula, y tocó nuestros temas. Nosotros ya veníamos tocando un tema suyo ‘Luciana’ y flasheó cuando se enteró que lo hacíamos, imagínate lo que fue interpretarlo con él en el violín. Recuerdo que ese día tuvimos un encontronazo con Pin, porque terminamos de tocar y muy amablemente cargué algunos instrumentos, entre ellos su violín, bagayo que fue cargado en un taxi para que fuera directo a la sala. Y en un momento sale Pin diciendo ´me robaron el violín, dónde está mi violín’, hasta que le digo ‘tranquilo que lo cargamos con todos los instrumentos y está al resguardo en la sala de ensayo’. Se agarró tal bronca que me salió a correr, pero a los metros terminamos juntos yendo a buscar su instrumento a la sala, acto que nos depositó en una zapada que se extendió hasta la mañana siguiente, en un estado etílico considerable.
Luego de esa travesía con La Jaula, el viejo empezó a formar Jorge Pinchevsky y Los Hongos Mutantes (formación que tuvo con Tobi Villa, Yamil Salvador, etc. proyecto que luego terminaría siendo la Flower Power) y me invitó a tocar la armónica en las primeras fechas que se realizaron en el café de los poetas. Fue muy emocionante transitar esos dos años de la vida con él. Además, mi paso por la música no habría sido el mismo sino lo hubiera conocido. Indudablemente el violín del rock es y será del viejo Pin”.
Por su parte, Juampi Medrano cuenta cómo fue compartir una fecha con el viejo y la camaradería de una jornada álgida en el almanaque de la historia reciente (20 de diciembre de 2001) en la ciudad de Las Flores (Bs. As.), cuando tocaba en Botellas Vacías: “Llegó como un duende con su pelo blanco empapado, en una tardecita de pueblo algo alborotado por el diluvio. Nosotros estábamos en unas incansables jornadas de ensayo cuando de repente desde un violín algo fatigado salió una melodía que hasta entonces desconocíamos: “un ángel”. Así cayó nomás, como un espíritu sin tiempo y así nomás comenzó a compartir su música con nosotros, chicos de un arrabal lejano sin mucho conocimiento de su obra y para colmo de males, algo desafinados. Estuvo tres días en la ciudad de Las Flores, días que parecieron eternos, un poco por lo nada que pasaba en esa época y otro poco por su incansable andar que nos sacaba de la rutina pueblerina.
Una noche tocó sólo, en otra fuimos su banda estable y en la última lo hizo en solitario con Botellas Vacías, con la luna y con las estrellas. En su despedida, unos amigos lo dejaron en la desolada terminal de ómnibus con los pasajes en mano, pero su sueño pudo más, aunque siempre sospechamos que en silencio decidió no irse nunca más.
Como todo en esta vida y sobre todo a esa temprana edad por la que transcurríamos, no supimos dimensionar su paso, solo el tiempo, las historias y su magia nos dibuja una sonrisa cada vez que lo nombran o vibran en el aire sus cuerdas”.
En tanto, Edu Schmidt, uno de los multi-instrumentistas más completos de la escena rock local-pero sobre todo violinista desde guacho-, se animó a narrar una anécdota de cuándo tenía doce años y se escapó de su casa en Ramos Mejía para llegar al Samobar de Rasputín en el barrio de la Boca donde tocaba Pinchevsky: “recuerdo que hace treinta años atrás su personaje me resultaba algo misterioso, porque si bien había grabado algunos discos, no se sabía mucho y era difícil seguirle el rastro. Un día me entero que tocaba en el Samobar, lugar de jam donde iban todos los bluseros y donde caía gente del rock todos los jueves. Con doce años me tomé varios colectivos para llegar desde Ramos Megía a la Boca. Llegué temprano, me daba un poco de miedo todo porque estaba solo y había gente muy grande tomando vino y comiendo fideos. En alguna mesa por ahí estaban Alejandro Medina y Willy Crook y de un momento a otro comienza a tocar Pinchevsky… para mí fue una emoción muy fuerte porque desde los nueve años venía tocando música clásica con el violín, pero de a poquito me estaba metiendo en el rock.
Lo que más me acuerdo de aquella noche es que se trataba de un personaje muy bohemio, que tenía un violín acústico, o sea de caja-no me acuerdo si tenía un micrófono incorporado o incluso lo microfoneaban con uno de aire- pero tenía rota la tapa de arriba y él, mientras improvisaba y fumaba, tiraba las cenizas del pucho en la caja del violín. Más allá de la escala en la que toque el músico o el virtuosismo, saber que un tipo que estuvo en las mejores orquestas del país o en formaciones grosísimas como Gong, etc. agarre el violín y se ponga a improvisar un blues y lo use de cenicero, eso fue una señal de lo que significa descontracturar todo y dar vuelta la historia de la música, una actitud ante la vida”.
Asimismo, el compositor y violinista platense, Sergio Poli, rememora cuando Pin todavía no era Pin, cuando todavía no se había topado con el rock y sobre un encuentro en los ’80: “El señor que solía ver cuando mi viejo (Roberto Poli, contrabajista) me llevaba a algún ensayo de la Orquesta del Teatro Argentino o de la Orquesta de Cámara de la Municipalidad de La Plata, de pelo corto y corbatita, poco y nada tenía que ver con aquel personaje que vi fascinado años después con una gorra amarilla al lado de Billy Bond y La Pesada, poniendo su violín eléctrico en Tontos, en esa inolvidable película llamada Rock hasta que se ponga el sol.
Recuerdo haber visto su firma en algún documento que firmaba toda la Orquesta de Cámara en pie de guerra, cuando el intendente del onganiato, Franco Icazatti, intentó borrar del mapa a la Orquesta (casi cincuenta años después la tarea sería completada por el Intendente de la Alianza Cambiemos, Julio Garro).
La única vez que lo vi, a su regreso, fue en un boliche de 5 y 46. Cambiamos muy pocas palabras, se emocionó cuando le dije que era el hijo de Roberto y quedamos en algún día hacer algo juntos, pero no pudo ser. Jorge nos dejó la impronta del violín rocker en nuestro país, fue el primero y ese rótulo no se lo puede quitar nadie”.
Por su parte, el talentosísimo violinista de Fútbol, Federico Terranova, quien reconfigura lo mejor del violín de Pin, se adentra como fan de esas vibraciones que todavía sobrevuelan en el rock de acá: “antes que nada soy muy fan de Pin, no sólo por el instrumento sino por todo lo musical que se ve reflejado en todo lo que hizo. Es más, me compré el disco La Hija de la lágrima de Charly sólo porque toca él (https://bit.ly/2N396bH), y así como ese hay varios que fui persiguiendo como En el 2000 también de Pajarito Zaguri, donde hace un solo increíble. Por otro lado, la vida que tuvo es una gran novela, el tipo es todo una obra, no sólo por lo que tocó o con quiénes tocó, sino como vivió y cómo terminó sus días también.
Además me pega por otro lado más cercano a él, porque durante seis años toqué con Alejandro Medina en la Medinight y Ale siempre me tiró la onda de un montón de sheites. Aprendí muchísimo en esa época, sobre todo cuando nos poníamos a hacer dúo de guitarra y violín (ver a partir del minuto 3:33 https://youtu.be/31iiuj7eowM?t=213), algo que Alejandro había hecho con Pinchevsky en los ’90, imagínate. Le pregunté mucho por el viejo y Ale siempre accedió a contarme cosas que nunca salieron a la luz en ninguna entrevista. Si Pappo es la guitarra del rock de acá, si Ale es el bajo, Pinchevsky es el violinista del rock”.
En medio de una gira patagónica, Tobi Villa, ex cantante de la Flower Power, proyecto que nació en el 2003 como legado de Pinchevsky, relató cómo fue conocer al viejo en una noche de bar platense que casi termina todo mal, cómo fue grabar con él y sobre su despedida en el cementerio de Berisso, donde decenas de músicos tocaron hasta altas horas de la madrugada. “Luego de enterarnos por el diario que el Pin tenía un ciclo los jueves en el Café de los Poetas (7 E/ 39 y 40), teniendo en cuenta que a muchos de nosotros-éramos como diez del barrio, todos musiqueros- nos re cabía La Pesada del Rock & Roll, la Samovar y todo lo que hizo, le caímos. Llegamos al bar, lugar donde no se cobraba entrada pero tenías que consumir algo. Nos paramos atrás y entramos a sacar un par de vinos y cuando el loco del lugar nos quiere cobrar le dijimos que no teníamos guita, medio que lo sacamos cagando. Al terminar la primera mitad del show, el tipo del bar le cuenta la secuencia a Pin quien se nos acerca re caliente y nos dice ‘quiénes se piensan que son ustedes que se van a venir a colar…’. Y todos nos quedamos mirándolo y nadie decía nada, hasta que yo le dije ´mire maestro disculpe, nosotros no tenemos ni un centavo pero venga…y saco una piedra de faso que tenía y la parto a la mitad y le digo, le pagamos con esto’. Al segundo, el viejo la agarra y nos dice ‘a partir de ahora ustedes son mis nuevos amigos’ (RISAS). A partir de ahí fuimos todos los jueves hasta que terminamos tocando con él. Siendo sus nuevos amigos lo invitamos a grabar a mi casa y salió este disco al que llamamos ‘Pinchevsky en La Cumbre’, que data del 2002/03 (https://bit.ly/2Nid2dE). Ese laburo lo presentamos en el bar Caetano (47 E/ 10 y 11), que si quieren ver y escuchar lo pueden encontrar en Youtube como Pinchevsky en La Cumbre. A los quince días de esas presentaciones el viejo fallece; recuerdo que su velorio fue súper alegre, como él lo había pedido, tocando la viola, cantando, chupando y fumando hasta que lo enterramos en el cementerio de Berisso, lugar en que nos quedamos guitarreando hasta el otro día”.
En tanto, el músico y productor Yamil Salvador contó una anécdota con Pin que lo marcará por el resto de sus días: “A Pinchevsky lo conocí en el 2001; tenía un amigo en la facultad -Tobi Villa- que tocaba con él y a los dos minutos de conocerlo me invitó a tocar. Tuve la suerte de patear con él durante sus últimos dos años de vida, de hecho le produjimos el último disco con Tobi, en su estudio ubicado en La Cumbre (La Plata).
Teníamos un ciclo en un lugar que se llamaba La Oveja Negra, que estaba en 122 y 56, un lugar bastante tenebroso. Ya en los camarines el viejo hace la lista de temas con veinte canciones y al salir al lugar nos encontramos con dos personas, un matrimonio que estaba sentado en un rinconcito. Entonces lo miro al viejo como diciéndole ¿Vamos a tocar? Y me dice ‘por supuesto que vamos a tocar, así haya diez mil personas o una, es lo mismo. Porque tiene el mismo derecho esa pareja que está ahí que si el boliche estuviera lleno’. Así que salimos e hicimos el show completo con los veinte temas. Tenía esas cosas el viejo y de paso me enseñó la lección de que todo el mundo por igual tiene el mismo derecho a disfrutar de un show por más que sea uno solo. A partir de ahí nunca más me asusté cuando tuve que tocar y había poca gente en el salón”.
Pin: “El rock debe ser siempre un reflejo de la sociedad”
Durante el tiempo que duró la construcción de este delirio testimonial para seguir recordando a Jorge Pinchevsky me topé, como nunca, con una bocha de violinistas tocando en las calles y en los subtes, como si algo de él estuviera sobrevolando en el ambiente diciendo ‘hay violines por todos lados y son rockeros, loco’. Es más, a horas de entregar esta nota al editor, en el subte línea H me crucé con Agustina, una violinista que estaba tocando para juntar la guita necesaria para mandarse a mudar de la ciudad, porque días atrás la habían echado del depto donde vivía por no poder pagar el mes en tiempo y forma. Pero ahí estaba, firme, poniéndole la mejor jeta para yugarla en medio de toda la mierda que generaron estos chetos que gobiernan. Me estaba yendo y le conté el trasfondo de lo que ustedes ahora leen, y me contestó ‘qué grande Pinchevsky, un ser libre; me parece que levanto un poco de guita, me dejo atravesar por su espíritu y me compro un pasaje a donde sea, como hizo él… y después vuelvo, obvio’.
Quizá estas voces, las más anónimas, estaban ahí para contar esos momentos donde él siempre estuvo para crear magia.