Poesía por Cadena Nacional

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Poesía por Cadena Nacional

26 Abril 2014

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Silvina Ocampo encadenada

Por Mariano Dorr

Me estaba bañando cuando recibí una llamada telefónica de Ariel Schettini invitándome a que leyese un poema en la inauguración del Encuentro Federal de la Palabra, en Tecnópolis, con la presencia de la Presidenta de la Nación. Atendí debajo de la ducha y acepté la propuesta. Cuando corté le di un beso a José Ignacio Rucci, cuyo rostro se multiplica en la cortina transparente del baño de casa. Le escribí a mis amigos ruccistas, nos llenamos de emoción. Me vestí y me puse a buscar bibliografía en las bibliotecas de casa. Releí material de Juan L. Ortiz, Juan Gelman, Francisco Paco Urondo, Juan José Saer. Al mismo tiempo, pensaba en Pablo Katchadjian, en su Martín Fierro ordenado alfabéticamente.

Unos días atrás, a la salida del cine (Gran Hotel Budapest), había comprado un traje azul rayado en una boutique de la Av. Rivadavia. Le dije a Schettini que usaría el traje de Gatsby, pero que necesitaba zapatos nuevos.

-Usá las Kickers rojas –dijo él.

Recibí otra llamada –estaba advertido de que Presidencia se pondría en contacto inmediatamente- con distintas instrucciones para el momento de la lectura. Entonces supe que Cecilia Szperling leería conmigo durante un minuto, en cadena nacional. Teníamos cuarenta y ocho horas para elegir el texto. Fueron momentos de euforia, pero sin levantar la voz, quería guardarla para Cristina. Hice uso y abuso del susurro. Dejé de gritarle al perro para entonar mejor durante ese minuto sagrado.

El nombre de Silvina Ocampo apareció –por sugerencia de Ariel Schettini- con toda la fuerza y el peso de un hecho literario. “Enumeración de la Patria”, un poema publicado en 1942. Visité a Szperling en su departamento y comí bocadillos de queso y tomate y hasta ravioles de ricota mientras tomaba un whisky ahumado con hielo. Ella se sirvió una copa de Los Álamos. Hicimos del extenso poema de Silvina Ocampo un conjunto de breves estrofas.

Cecilia Szperling y yo nos conocimos en 2009. Desde entonces, nos vimos bastante seguido. Me invitó a distintos eventos literarios, a su programa de radio, al confesionario. En la cocina, mientras sacaba los ravioles del agua hirviendo, le dije que si realmente llegábamos a leerle a Cristina un poema de Silvina, ese hecho nos hermanaría para siempre. Szperling asintió. Usamos un cronómetro para construir el fragmento perfecto de Enumeración de la Patria. Y la enumeramos, un poco cada uno, ensayamos una lectura apoyándonos en centésimas de segundos como si fueran años enteros.

La noche antes de la cadena nacional lloré en medio de un ataque de euforia. Cuando llegó la hora de ponerme el traje de Gatsby ya había alcanzado un cierto estado de ataraxia. Apenas un dejo de ansiedad. Desde hace años, una buena parte de mi trabajo es leer en voz alta ante un grupo más o menos numeroso. Por otra parte, mi profundo afecto hacia Cristina no me permitía sentirme expuesto, al contrario; a medida que se acercaba el momento de recitar, mi amor por ella se volvió naturaleza, serenidad. Después de leer, le hice una reverencia.

Cuando se acercó a saludar, la acaricié en los hombros. Tenía un suéter tan suave que habría hecho llorar a Daisy, la protagonista de la novela de Scott Fitzgerald. Le hablé de amor. Y por una centésima de segundo nos miramos a los ojos. Le dije que la amábamos, que era increíble, y que me sentía feliz de estar en ese instante al lado de ella y poder decírselo de corazón.

-Yo también los quiero mucho –me dijo.

***

La poesía nos rescatará

Por Cecilia Szperling

Una vez invité a Liniers a un Confesionario en Plaza Flores. De golpe el diluvio en medio de la plaza. Empapada bajo la lluvia le conseguí un taxi. Conmovido Liniers hizo una de sus tiras cómicas que terminaba: “La poesía nos rescató a todos”. Ese día estaba el gran poeta Noy, ahí también, símbolo de la poesía.

El poeta Ariel Schettini, que me deleita cada tanto con sus soberbias poesías por mails o en lecturas, me invitó a formar parte del equipo literario del Encuentro Federal de la Palabra. Mil veces sí, dije.

Schettini me comenta que se suma el filósofo amigo Mariano Dorr. Mil veces sí, pensé esta vez sintiendo que de alguna manera Dorr me complementaba y que éramos un Ying Yang cerrado, absoluto.

-Te animás a leer en la Cadena?

-Mil veces!

El mail en el teléfono en el instante nos sugiere Juan Gelman. Ariel Schettini nos lee Enumeración de la Patria de Silvina Ocampo. Carlos Villalba -¿existe un productor mejor y más amoroso que él?- lee Juan L Ortiz: “Soy el río”

La lectura la compartiríamos con Dorr que al otro día viene a casa con Urondo, Lamborghini, Gelman, Saer… todo bueno… pero… machista. Tus pechos por ahí, o la niña y sus cabellos por allá, o cancheros u obscenos…no era lo que buscábamos.

¡Vamos con Silvina! Que es mujer, que es una gran poeta, que es rara, tapada, habla gangosa, contesta por el absurdo, te descoloca, que no tiene vergüenza, que es misteriosa, que ama que odia… Así avanzamos esa noche entre whisky, vino, ravioles y lecturas. Leo yo, leé vos… Si va un minuto de Silvina Ocampo por Cadena Nacional, estamos hechos! Y quedamos hermanados para siempre!, dice Dorr.

Magia! El minuto se hizo. Leí a una poeta mujer frente a una presidenta mujer. Cristina, que tiene el don de la palabra. “Me hacés reir, me hacés llorar”, le dije.

Fui parte de un gesto poético, encantador y único. ¡Que las hadas planeen el próximo!