Sin novedad en el frente
Por Diego Kenis
Al igual que las expresiones de Hilda González sobre las capacidades femeninas, la censura docente en las escuelas de Mendoza de una decena de libros enviados por el Ministerio de Educación para las escuelas secundarias sólo reviste una novedad: la de encontrarnos ante la extraña situación de tener que exponer argumentos que, por sabidos, ya se callan. También sirve para comprobar que persiste en tierra cuyana una aldea de irreductibles espíritus medievales, cruza con moral victoriana, en pleno siglo XXI. Casi una curiosidad telúrica, a la que se sumó el siempre dispuesto Vicente Massot. De un plumazo, tildó al gobierno de perverso y a los libros de pornográficos. El comportamiento moral no pasa por la libre y responsable elección del individuo, sino por los criterios que otros entes, autodenominados superiores, les aplican para protegerlos de aquello que puede contaminarlos, reservándose el derecho de asignar el rótulo de “rescatable” o caso perdido.
Son los espíritus patrióticos. Que proclaman amor a la Patria, pero no la conocen. Que la llaman Patria aunque la acompañen de artículos y adjetivos femeninos. Que la imaginan librando batallas, cada vez menos épicas, que ganan o pierden generales. Que festejaron cuando creyeron verla sobrevolar el Atlántico, novia de unos soldaditos a los que cuando le convino llamó hombres, sacándolos de los sueños universitarios y el acné, y en la derrota volvió a llamar pibes, cuando ya no lo eran por efecto de las crueldades padecidas o vividas, cuando ya no podían serlo, cuando ya no le servían y había que tirarlos bajo la alfombra para que no estorbasen la vida cívica de una Señora. La Patria que estos espíritus construyen es la de los mascarones de proa de los barcos o la de las pinturas, una mujer de piel muy blanca, encabezando un ejército con la cabeza adornada por un gorro frigio. Guerrera y en parcial topples, pero virgen. Edípica contradicción.
Cuando los medievales (y) victorianos ejercían el poder cultural mientras otros cofrades suyos se encargaban de la política y la economía a los culatazos, allá por 1976, varios libros fueron considerados pornográficos y recluidos a una isla de las librerías donde se depositaban las obras “de exhibición limitada”. De ese modo paradojal se catalogó como pornográfico el libro de Enrique Medina “Strip Tease”, que en la represión sexual ilustra el clima general de la época. Un universo de tipos comunes, grises, escapaba de la superficie en que reinaba una violencia irracional y se refugiaba en los sótanos del prohibido strip tease, donde podían acceder a una módica autosatisfacción ante el espectáculo de las mujeres que se exhibían en el escenario. La última era la Muerte. Esas mujeres eran la Patria, lejanas de la imagen pura y virgen que se vendía al mundo con las postales de contratapa de la revista Para Ti y en los discursos emocionados de los contraalmirantes. Los censores no repararon en ello, consideraron al libro por debajo del caudal de interpretaciones que toda obra encierra y lo colocaron en el apartado de la sección de material pornográfico.
Otro tanto ocurrió hace pocos días con los libros cuestionados en Mendoza por los docentes que se horrorizaron de un contenido que apenas ojearon. Sin embargo, la reacción no deja de tener un resultado positivo en tanto permite recuperar a los primeros planos maravillosas obras incluidas en el paquete ministerial que causó escándalo en Cuyo. La actitud del censor que revisa las bibliotecas termina haciendo que en el revuelto podamos recuperar para la vista las tapas de los libros después de tiempo de ver sólo sus lomos.
Sin novedad en el frente, en particular, es una auténtica joya. Le pertenece íntegramente a Patricia Breccia, que no sólo es hija del mítico coautor de Mort Cinder sino también y sobre todo una excelente artista. Para cuando salió a las calles Sin novedad…, Patricia ya había retratado el mundo de Sol de noche, la tira que escribió Guillermo Saccomanno. Allí ya se deja ver un dibujo que, como toda obra, es producto de su época y a la vez la trasciende para definir estados del alma. En Sin novedad en el frente se agrega que es ella misma la responsable del argumento y los textos que lo plasman en papel. A un dibujo que no deja a ninguna esquina del cuadrito sin contar algo, el guión aporta una poesía original –nunca repetida, jamás circunscripta a los límites de lo convencional- que se convierte en un trazo más para definir una vida, un momento del alma, un corazón que late como “una paloma con las patas quebradas”. La comunión sensorial en la fuerza del ala, no en lo quebrado de la pata. Y, en el terreno de las metáforas, las hay más profundamente oníricas. Acaso como si el sueño fuese el terreno donde en verdad las cosas se muestran tal como son, y la vuelta a la realidad –siempre más dura, especialmente más dura en aquella Argentina- fuese una superficie que sólo puede creerse después de unas horas de gimnasia del inconsciente. Por eso es que lo extraordinario, en Sin novedad…, sirve para dibujar y dotar de verosimilitud a lo que es, a la vez, real e increíble. La luna se permite otros gestos, y la sorpresa es sorpresa porque ocurra lo lógico. Lo verdaderamente inverosímil es que la luna sostenga perpetuamente esa cara con que nos mira desde el cielo, siempre asombrada. Pero no hay motivos para el asombro en la realidad del libro, porque no hay novedad en el frente. Hacer de la meseta gris un relato atractivo y original es un mérito de los espíritus que, con la frescura que sólo se tiene en la infancia, descubren en la Nada el origen encadenado de las cosas.
Difícil, y posiblemente también vano, sería determinar cuánto aporta el género a la narrativa de una autora. Lo que sí es seguro es que, en aquellos ’80, los trabajos de Patricia Breccia representaron una ruptura con el dominio masculino de la historieta y sumaron una talentosa voz, que habla en letras y dibujos sobre estados anímicos y espaciales que es difícil encontrar en obras precedentes.
Los pibes de Mendoza, de triunfar la percepción de los censores, se perderán de las inagotables interpretaciones que regala una obra como Sin novedad en el frente. Muchas lecturas adolescentes podrían ser seguramente mejores que la de los párrafos precedentes. Esperemos que lleguen a existir.