Teatro: "Muerde", cuando la herida busca un cuerpo donde habitar

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CARTELERA TEATRAL

Teatro: "Muerde", cuando la herida busca un cuerpo donde habitar

26 Octubre 2025

René no recuerda el momento exacto en que el mundo se partió.
No hay relato lineal, no hay promesa de comprensión. Solo un cuerpo —el de René— intentando sostenerse mientras la memoria se desborda, mientras el tiempo se disuelve entre aserrín.

René fue dejado en el taller familiar cuando era niño.
Ese lugar —que debería haber sido refugio— se convirtió en su único vínculo. Allí trabajaba junto a su padre, intentando aprender un oficio, pero aprendiendo otra cosa: que el amor duele, que la mirada puede ser control, que el afecto se gana a fuerza de obediencia.
El taller es raíz y prisión, espacio donde existe y donde se rompe. Allí es alguien. Allí se disuelve.
Cuando ese lazo se quiebra, el mundo se desarma y se cae a pedazos.

La obra se mueve en los bordes del poder y del abandono, en los pliegues de los cuerpos marcados por gestos que hieren y afectos que condicionan. Como diría Winnicott, donde no hubo un entorno suficientemente bueno, el sujeto queda a la intemperie: sin otro que lo aloje, sin continuidad, sin casa dentro de sí. René es esa interrupción, un cuerpo que busca volver a nacer en medio del colapso.

El poder, como dice Foucault, no siempre se impone con golpes visibles. Se instala en miradas, en silencios, en gestos que disciplinan, jerarquizan, someten. En Muerde, esas redes se sienten en la rutina del taller, en la puerta que no se abre, en la casa que calla: un poder que se inscribe en cada respiración, en cada movimiento, en cada sombra.

La violencia que entra en la infancia deja cicatrices que no sanan: se internaliza, se repite, se proyecta. René descarga su furia en los perros, repitiendo la lógica que lo formó: el poder como forma de existir, la fuerza como modo de amar. No lo hace por maldad, sino por confusión. El niño que quiere dominar el miedo, que por fin quiere ser quien manda. Y en ese gesto también desea de algún modo castigar a su familia

Rosa, su madrastra, es una chispa incierta de esperanza. Por las noches irrumpe en el taller en busca de sexo, y René siente deseo, miedo, necesidad. Lo descoloca, lo hace sentirse visto, pero borra los límites entre cuidado y violencia, ternura y sometimiento. Incluso en la confusión, en esos cuerpos que tropiezan entre el deseo y la herida, se asoma la búsqueda de reconocimiento, un lugar donde el niño/adolescente aún quiere habitar.

Tomar al otro como objeto —cosificarlo, convertirlo en instrumento— está hoy más que en evidencia. En la obra, cada vínculo refleja esa dinámica: René es moldeado, usado, medido, más que escuchado. La reducción del otro a objeto no es solo violencia: es base de jerarquías, silencios, sometimientos que atraviesan lo social, lo institucional, lo íntimo. La obra nos hace sentir cómo ese desprecio deja marcas, y se alojan en algunas ocasiones en la imposibilidad de Rene para hablar, para gritar a la cara, hasta para llorar.

La violencia que entra en la infancia deja cicatrices que no sanan: se internaliza, se repite, se proyecta.

El canibalismo que recorre Muerde es metáfora del poder que lo ha devorado: el amo y el esclavo, el padre y el hijo, el hombre y el animal. En ese intercambio violento se disuelven los límites. El cuerpo termina siendo territorio ajeno. La obra expone esa cadena con belleza cruel: amor y castigo, silencio y deseo de ser mirado, todo se confunde hasta que ya no queda diferencia.

El texto y la puesta trabajan la fractura psíquica con precisión artesanal. Cada sonido, cada respiración, cada palabra cortada revela la imposibilidad de refugiarse. No hay afuera: solo un adentro saturado de ecos. El control, el miedo, la culpa y la confusión se vuelven la textura de una existencia invadida: cuando alguien irrumpe con poder, no solo hiere el cuerpo, coloniza la mente, captura la voz, disuelve el límite entre el yo y el otro.

Silvia Bleichmar escribió que el trauma no se supera, se tramita. Pero para tramitarlo hace falta palabra, alguien que escuche. Muerde muestra lo que sucede cuando eso no ocurre: la palabra se pudre, se vuelve ladrido, golpe, mueca. La mente busca orden y solo encuentra eco.

Muerde no ofrece redención. La violencia que un día lo destrozó ahora habla a través suyo. Y quizás, en ese temblor, en ese hablar, en ese último intento de ser escuchado, haya una posibilidad —mínima, tenue— de existencia.

Los abusos —en cualquiera de sus formas— destruyen la confianza y la posibilidad de pensarse como sujeto. René encarna ese despojo: un ser que intenta armar sentido con los restos, repite la escena sin encontrar salida. La ansiedad, el descontrol, la pérdida del tiempo son gestos de lucha por sostener la vida donde hubo desamparo.

El canibalismo en la obra no es literal: es estructural. Es el poder devorando, una y otra vez, a quien no puede defenderse. Es la historia de cómo una víctima puede encarnar la violencia que lo formó. Porque el cuerpo sostiene lo que no se nombra, porque la herida que no cicatriza pide repetición.

René insiste en querer entrar a la casa. Quiere volver al origen, donde creyó que lo cuidarían. Pero nadie responde. La puerta no se abre. Afuera queda el frío, el ruido, el ciclo inmutable que atraviesa los días. Esa insistencia —ingenua, desesperada— es ternura: la de quien, a pesar de todo, todavía busca amor. Y en esa oscuridad hay algo más: la persistencia del deseo de ser aceptado, de encontrar un lugar donde no haga falta morder para existir. 

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Teatro Muerde

Ficha técnica

DramaturgiaFrancisco Lumerman

Actúan: Luciano Cáceres

Escenografía: Agustín Garbelloto

Diseño de lucesRicardo Sica

Diseño De SonidoAgustín Lumerman

FilmaciónIván Amato

FotografíaEduardo Pinto

Comunicación DigitalIsidoro Sorkin

Diseño gráficoChoice Noise

Asistencia de direcciónEmiliano Lamoglie

PrensaCarolina Alfonso

DirecciónFrancisco Lumerman

Duración: 50 minutos

Clasificaciones: Adultos

TIMBRE 4

México 3554 / Boedo 640 (mapa)

Capital Federal - Buenos Aires - Argentina

Teléfonos: 4931-9077 (escuela)

Web: http://www.timbre4.com

La obra se presenta los jueves a las 20:30 h hasta el 23 de octubre y del 30 de octubre al 13 de noviembre.