Vandor: sindicalismo de resultados

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Vandor: sindicalismo de resultados

07 Febrero 2015

Por Nahuel Placanica

En los años posteriores al desalojo del peronismo del gobierno, el movimiento sindical se constituyó en la columna vertebral de la resistencia, siendo la principal estructura sobre la que se recostó el activismo y funcionando como malla de contención frente al revanchismo patronal y la ofensiva estatal.

En ese marco, el dirigente Augusto Timoteo Vandor representa una figura insoslayable para comprender cómo coyuntura, táctica y estrategia se articularon en manos de la dirigencia sindical hegemónica en un contexto político desfavorable.

Aullido del Lobo

Con un fuerte protagonismo de las bases obreras, la primera etapa de la resistencia se caracterizó por una marcada intransigencia frente a los atropellos patronales y la represión del Estado. Los activistas hacían uso de la acción directa para ejercer sus reclamos, intercalando en forma intermitente entre la legalidad, la cárcel y la clandestinidad.

El metalúrgico Vandor acompañó este proceso de lucha resistiendo la intervención de la seccional UOM bajo su comando y encabezando medidas de acción directa como la toma de la fábrica Philips. Ambos episodios le valieron el encierro al "Lobo".

Mientras la dirigencia que no supo adecuarse a la coyuntura perdió influencia sobre los trabajadores, los dirigentes como Vandor ganaron ascendencia sobre las bases y lograron posicionarse mejor dentro de sus organizaciones. En el caso del “Lobo” su estrella le permitió llegar a la jefatura máxima de la UOM en 1958. Desde ese lugar, administraría el uso del poderoso aparato metalúrgico marcando el pulso del movimiento sindical argentino en los años siguientes.

El acorazado metalúrgico

Durante el periodo frondizista, los dirigentes sindicales aprovecharon el buen diálogo con el nuevo interlocutor estatal. Cuidadosos de la continuidad institucional, obtuvieron concesiones del Estado desarrollista, entre las que sobresale la Ley de Asociaciones Sindicales que recuperaba la centralidad del actor sindical único en las negociaciones.

La tensa calma se quebró con el “plan de estabilización” de Frondizi, de impacto inmediato sobre la clase trabajadora. Apelando a la efervescencia obrera de la etapa anterior, la dirigencia sindical se lanzó a la pelea contra el giro económico.

No obstante, las sucesivas derrotas en el campo gremial acumuladas hacia 1959 reconfiguraron la estrategia de la dirigencia sindical. Los fracasos de las huelgas bancaria y metalúrgica y la heroica pero infructuosa lucha contra la extranjerización del frigorífico Lisandro La Torre, golpearon de lleno sobre la moral de la militancia gremial.

Las bases quedaron desmovilizadas frente a un Estado represivo, que no dudaba en imponerse por la fuerza a la hora de hacer cumplir la aplicación de su programa de modernización de la economía, con el tácito respaldo de las Fuerzas Armadas.

El cambio de coyuntura terminó por marginar a los dirigentes del “ala dura” del sindicalismo y jerarquizó el protagonismo de dirigentes como Vandor, quienes en un contexto de retirada, optaron por abroquelarse sobre sus posiciones, cuidar las estructuras y plantearse una oposición pragmática que no excluyó el enfrentamiento directo en defensa de colectivo obrero nacional.

La ejecución de la segunda etapa del Plan de Lucha de la CGT (1964), ante la política anti-obrera del radical Illia, no sólo dio cuenta de la dimensión combativa de la ambivalente táctica sino también de la capacidad de movilizar a las bases que aún mantenía la cúpula sindical vandorista. Según la CGT, durante la ejecución de las medidas se ocuparon 11.000 plantas con intervención de 3.900.000 obreros.

Durante toda esta etapa, el vandorismo logró sostener y darle continuidad a la legalidad de los sindicatos y recuperar la renovación efectiva de los convenios con la actualización de cláusulas sobre cuestiones tales como: beneficios por maternidad, asignaciones familiares, licencias por casamiento, asignaciones por antigüedad, todo lo cual estaba congelado desde comienzos de los años 60.

Últimas huellas del Lobo

Las expectativas depositadas por un amplio espectro de la dirigencia gremial en Ongania se desarmaron al poco tiempo de andar la gestión del nuevo gobierno. La cerrada política de negociación de la Revolución Argentina pusieron en crisis el pragmatismo vandorista en un contexto de creciente conflictividad socio-laboral. Es la etapa del auge de las regionales, el sindicalismo de base y el surgimiento de la CGT de los Argentinos.

Diferenciándose de los participacionistas del régimen (Juan José Taccone y Rogelio Coria) y de los sindicatos proclives a la confrontación directa, Vandor trató de abrirse paso en la coyuntura manteniendo canales de diálogo con el gobierno y con la “corriente combativa”.

Con el gobierno de Ongania tensionó las conversaciones con medidas como el paro de 1967 y la ejecución de un plan de lucha que incluyó la ocupación de 300.000 establecimientos. Con el grupo de la CGT de los Argentinos, promocionó medidas de fuerza conjunta en el interior del país, como el paro de mayo de 1969 en apoyo al Cordobazo.

En sus últimos días, maniobró hasta último momento para lograr re-unificar al movimiento sindical. Sin embargo, un atentado anónimo terminó con su vida en el lugar donde había sabido ser amo y señor, la sede de la UOM nacional. Mentor de una tradición sindical tan simple como compleja, su legado pervive en la memoria histórica del movimiento sindical argentino, el más poderoso de occidente, como tradición y práctica concreta.