El rol fundamental de las pymes para el desarrollo económico y social en Argentina y la región
En América Latina, las Pequeñas y Medianas Empresas (PyMEs) se han convertido en actores esenciales para el desarrollo económico, productivo y social. Estas empresas, que representan más del 99% del tejido empresarial en países como Argentina, Brasil, Chile y Colombia, son clave para la generación de empleo, la innovación y la integración social. Sin embargo, su potencial se ve limitado por desafíos estructurales como el acceso al financiamiento, la baja participación en exportaciones y la falta de integración en cadenas de valor globales.
En Argentina, el debate sobre el fortalecimiento de las PyMEs es más relevante que nunca. En un contexto de volatilidad económica y escasez de crédito, estas empresas enfrentan grandes barreras para crecer y consolidarse. Además, el desafío de adoptar prácticas de responsabilidad social empresaria (RSE) se suma a la lista de pendientes, lo que plantea una pregunta fundamental: ¿cómo pueden las PyMEs contribuir aún más al desarrollo económico sostenible?
Las PyMEs no solo representan la inmensa mayoría de las empresas, sino que también son responsables de generar más del 70% del empleo formal en el país. Este dato pone en evidencia su papel como columna vertebral del mercado laboral. Sectores como la industria manufacturera, el comercio y los servicios concentran la mayor cantidad de las mismas, muchas de las cuales operan a nivel regional, promoviendo el desarrollo local y ayudando a reducir las desigualdades económicas entre provincias.
Sin embargo, este impacto positivo se ve empañado por desafíos estructurales, como la informalidad en algunas áreas y la falta de herramientas para aumentar la productividad. En un entorno de alta inflación y constantes cambios en la política económica, muchas PyMEs se ven obligadas a priorizar la supervivencia por encima de la expansión.
Aunque en el país tienen un rol destacado en la economía nacional, su participación en el comercio exterior sigue siendo modesta. Representan alrededor del 15% del valor total de las exportaciones, una cifra que pone de manifiesto tanto su potencial como las barreras que enfrentan para competir en mercados internacionales.
La diversificación productiva que las mismas pueden ofrecer es una ventaja estratégica. Productos como manufacturas de origen agropecuario, bienes industriales y servicios tecnológicos han demostrado tener demanda en mercados extranjeros. Sin embargo, los altos costos logísticos y las complejidades aduaneras siguen siendo un obstáculo para su expansión.
El acceso al crédito es, sin duda, uno de los principales problemas que enfrentan las PyMEs en Argentina. Las tasas de interés elevadas, los estrictos requisitos para acceder a préstamos y la limitada disponibilidad de instrumentos financieros específicos las dejan en desventaja frente a empresas de mayor envergadura.
Aunque existen programas públicos como FONDEPYME y líneas especiales del Banco Nación, su alcance es insuficiente para cubrir la demanda. Además, la falta de una cultura financiera sólida en muchas PyMEs limita su capacidad para aprovechar estas herramientas. Una solución sería fortalecer las políticas de inclusión financiera y diseñar productos más accesibles para empresas en etapas tempranas de desarrollo.
En este contexto, el financiamiento internacional emerge como una alternativa prometedora. Organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Corporación Andina de Fomento (CAF) han creado líneas específicas para apoyarlas en América Latina, promoviendo su integración en cadenas de valor globales.
Un ejemplo de éxito son los programas que financian proyectos de exportación con tasas subsidiadas. Además, plataformas de crowdfunding y fintech están facilitando el acceso a microcréditos, democratizando el financiamiento y permitiendo acceder a capital internacional sin depender de intermediarios tradicionales.
Realizando una comparación con la región, Brasil cuenta con una estructura empresarial similar a la de Argentina, donde las PyMEs representan el 99,6% de las empresas. Sin embargo, su contribución a las exportaciones sigue siendo baja, con solo el 12% del valor total en 2024. La burocracia y los altos costos operativos son obstáculos recurrentes.
A pesar de ello, el gobierno brasileño ha implementado políticas activas a través del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), que financia proyectos de innovación y expansión para PyMEs. Este modelo podría servir como referencia para Argentina. Chile, por su parte, se destaca por su dinamismo, especialmente en sectores de tecnología y servicios. Sin embargo, su productividad se ve limitada por el reducido acceso a mercados globales y una alta dependencia de las grandes empresas.
El enfoque chileno en programas de capacitación y asesoramiento técnico es un ejemplo de cómo los gobiernos pueden empoderar a las PyMEs. La alianza entre el sector público y privado ha sido clave para mejorar su competitividad. Por otro lado, en Colombia, generan el 65% del empleo, pero su contribución al PIB es relativamente baja (35%). Esto se debe, en parte, a la alta prevalencia de microempresas informales que carecen de acceso a crédito y tecnología.
Programas como el Fondo Emprender y el SENA han intentado cerrar esta brecha, aunque los resultados aún son limitados. La formalización sigue siendo uno de los mayores desafíos para las PyMEs colombianas.
Otro tema fundamental es la responsabilidad social empresaria (RSE) que ha sido tradicionalmente vista como un tema reservado para grandes corporaciones. Sin embargo, las PyMEs también pueden adoptar prácticas sostenibles que beneficien tanto a su comunidad como a su reputación empresarial. Aunque la implementación de programas de RSE en PyMEs es menos formalizada, su impacto puede ser igualmente significativo. Por ejemplo, proyectos de inclusión social, reciclaje y reducción de huella de carbono no solo contribuyen al bienestar colectivo, sino que también fortalecen la fidelidad de los clientes y mejoran las relaciones con las comunidades locales.
En Argentina, han logrado integrarse la RSE en sus modelos de negocio. Empresas de alimentos orgánicos, textiles sostenibles y energías renovables son ejemplos de cómo se puede combinar rentabilidad con impacto social y ambiental positivo. Las PyMEs son un motor esencial para el desarrollo económico y social en Argentina y América Latina. Su capacidad para generar empleo, diversificar la producción y contribuir al bienestar colectivo las convierte en un actor indispensable.
Su verdadero potencial solo podrá ser alcanzado si se eliminan las barreras estructurales que enfrentan. Políticas públicas inclusivas, acceso a financiamiento, programas de capacitación y adopción de prácticas de RSE serán determinantes para potenciar su impacto y asegurar su sostenibilidad a largo plazo.