“Hay que gravar los ingresos de los más ricos”
Por Enrique de la Calle
APU: Antes de ingresar en la cuestión, ¿qué opina sobre el reciente paro por el impuesto a las Ganancias?
JG: Primero tenemos que ponerlo en contexto: el paro desbordó en mucho la cuestión tributaria. Los tres principales elementos de este contexto son: 1. por un lado, el modo en que se desenvuelve el poder sindical en Argentina, a partir de las características de buena parte de su conducción (poca renovación, ciertas prácticas cuestionables, y otras); 2. en lo específico fiscal, la existencia de un impuesto a las ganancias muy desactualizado, muy inapropiado y que da lugar a enormes inequidades; y 3. una particular coyuntura política, la entrada en una transición político-electoral que, no solo hoy, sino varias veces en las últimas décadas , ha dado lugar a pulseadas entre el poder sindical y el conjunto de partidos políticos que están en la oferta electoral. El “poder sindical” está diciendo: “aquí estoy yo”.
APU: Decía que el impuesto a las ganancias da lugar a muchas inequidades. ¿En qué sentido?
JG: En primer lugar, el impuesto ha sido mal llamado “a las ganancias”, cuando en todo el mundo se lo denomina “impuesto a los ingresos”. En Argentina esa denominación ha llevado al absurdo de que uno de los slogans usado por algunos dirigentes sindicales y políticos “de ocasión” para pedir su eliminación es: “el salario no es ganancia”. Este primer punto es muy importante porque en todo el mundo, en las economías mixtas como la nuestra, los trabajadores pagan el impuesto a partir de un mínimo que se define en la ley y su reglamentación.
Ya entrando en la situación actual del impuesto en Argentina, vemos que ese mínimo alcanza a los salarios superiores a los quince mil pesos por mes, algo menos de dos mil dólares por trabajador- contribuyente. Ese mínimo no está desalineado con su equivalente en otros países, incluso en países con más fuerte poder adquisitivo como son los europeos. El porcentaje de los trabajadores “en blanco” que lo pagan aquí es bien bajo, del orden del 10 al 15%. Si contamos en el total también a los que trabajan “en negro” este porcentaje es mucho menor.
APU: ¿Eso es algo que suele ocurrir en los países desarrollados?
JG: No, lo pagan una proporción mayor de los trabajadores. Lo que sí es común es que se empieza a pagar con alícuotas más bajas que las que rigen en Argentina. En general, se definen tramos, el más bajo puede pagar el 5 o 6%, puede oscilar. Luego según la progresividad que busque el impuesto, y dependiendo de la realidad de cada país, van subiendo las alícuotas (las tasas del impuesto), tramo por tramo, hacia arriba hasta un tope
En los países desarrollados los tramos altos pagan muchísimo más que en Argentina. Acá el tope de 35% mientras que en los países desarrollados suele estar por encima del 45%. Hace poco, leímos en los diarios que el presidente de Francia amagó con cumplir una promesa electoral de aplicar un impuesto sobre las grandes fortunas del orden del 75% y finalmente retrocedió por la resistencia que tuvo esa propuesta. El economista francés Piketty hace poco sacó un libro de gran impacto sobre la desigualdad en el mundo que aboga para que los impuestos a los patrimonios y a las ganancias sean mucho más altos de lo que son hoy. En Argentina el atraso en este tema es enorme.
APU: ¿Por qué? ¿Por dónde se debe avanzar para dotar al esquema de mayor progresividad?
JG: Porque mientras abajo la cosa no es anormal, comparada con otros países, entre los que más tienen la cuestión cambia mucho. Los contribuyentes de mayores ingresos pagan bajos porcentajes sobre esos niveles de ingreso y además cuentan se benefician con muchas exenciones (rubros sobre los cuales no tributan).
Todo el sistema impositivo argentino está desbalanceado, es un sistema bastante regresivo, pro-rico. Los sectores bajos están castigados por el IVA, que es un impuesto muy fuerte y que casi no admite exenciones, y otros impuestos a los consumos (como Ingresos Brutos, que cobran las Provincias). Son sectores que destinan la mayor proporción de los gastos a su subsistencia, que no pueden ahorrar casi nada. Por eso el impacto del IVA es tan grande.
Volviendo a Ganancias, ese impuesto tiene distorsiones muy serias. Los rubros que no están alcanzados por el impuesto son todos aquellos en los que usualmente multiplican su dinero los ricos, porque los ricos no hacen su dinero con el trabajo en relación de dependencia (la llamada “cuarta categoría” en Ganancias). Sólo una minoría de ellos recibe una parte menor de su ingreso como “sueldo”, porque se anota como director en la compañía de la que es propietario y ahí puede estar alcanzado por “cuarta categoría”. La mayor parte de los ingresos de los ricos provienen de lo que se llama técnicamente “ganancias de capital”, de incrementos de su riqueza que no dependen del trabajo personal: operaciones financieras, compra y venta de bonos, intereses cobrados en bancos, mayor valor (“plusvalores”) en los activos que compran como inversión, tales como propiedades, countries, joyas, obras de arte, y muchos otros).
APU: ¿Esos rubros no están alcanzados por ningún impuesto?
JG: No, en cabeza de las personas no; sí en cabeza de las empresas. Por eso muchos negocios como los que te describía son hechos por propietarios de empresas de cuyo capital sacan los recursos para hacerlos a título personal. Son maniobras que no deberían estar permitidas, porque vacían el capital de las empresas minando las fuentes potenciales de trabajo.
APU: ¿Esto que describe para la Argentina, ocurre en general en toda Sudamérica?
JG: No, somos una excepción, una mala excepción que viene desde la Dictadura Militar. Formalmente había un impuesto que alcanzaba a todos estos ingresos, denominado “Ganancias Eventuales”; fue Menem quien lo anuló en 1991, por un pedido especial de Krieger Vasena (ex ministro de la Dictadura de Onganía) que sostenía que había muchos impuestos en Argentina. Por supuesto eligieron para eliminar al que afectaba a los sectores más ricos.
Este es un impuesto que complementó al impuesto a las Ganancias desde el primer peronismo, fue Perón el que implementó el impuesto a las “Ganancias Eventuales”.
APU: ¿En Brasil y Chile existen impuestos de este tipo?
JG: Si, en todos los países que tienen una estructura impositiva bastante completa. Parecida a las de los países más avanzados.
APU: Provincia de Buenos Aires restituyó el impuesto a la herencia. ¿Cómo funciona?
JG: Ese es otro impuesto que eliminó Martínez de Hoz durante la Dictadura. Hay dos provincias que lo restablecieron hace poco: Buenos Aires y Entre Ríos. Pero ese impuesto no se puede aplicar de modo razonable si no se lo hace por un acuerdo coordinado entre todas las Provincias, porque si no las bases tributarias tienden a migrar hacia las Provincias que no lo adoptasen. Por eso no funciona. De todas maneras, si el impuesto se aplicara como se debe, en todo el territorio nacional y con una coordinación que desestimule la mudanza de patrimonios, sería un impuesto que puede llegar medio punto del PBI. Para hacer una comparación, se trataría de cerca de una décima parte del impuesto a las Ganancias; sería un nivel de recursos adicionales significativo para las Provincias, que permitiría mejorar la educación de los niños cuyos padres no tiene hoy qué dejarles de herencia (“ni siquiera” una buena educación).