Relaciones peligrosas: SOMISA, Acindar y Techint
Por Cynthia Rivero
Hacia fines de 1949 culminó la construcción del famoso gasoducto patagónico que conectaba Comodoro Rivadavia con Buenos Aires. Esto implicó la obra de infraestructura más importante del gobierno peronista que sellaría el vínculo entre Argentina y el grupo Techint para la ampliación de la matriz energética y el desarrollo del sector siderúrgico. Unos años después comenzó la construcción de la Planta Dálmine Safta, posteriormente llamada Siderca, en la ciudad de Campana que se encargaría de producir tubos de acero sin costura para vender casi en su totalidad a YPF. Dado que la Planta de SOMISA estaba pensada para abastecer de acero a los laminadores pequeños y a los nuevos proyectos como Siderca y Acindar, las tres Plantas tendrían una tensa y duradera relación que se iría tejiendo durante años.
Siderca fue declarada hacia 1948 de “interés nacional” y gracias a diversos apoyos crediticios logró fundar un importante polo industrial. Al principio comenzó a fabricar tubos sin costura a partir del acero importado y luego del que le proveería SOMISA. En el caso de ACINDAR, la empresa comenzó sus operaciones en 1947 e inauguró su Planta en Villa Constitución en 1951 enfocando su producción al mercado interno. Según Nuria Giniger “durante este período, hasta la inauguración de SOMISA, Acindar también recibió todo tipo de exenciones y permisos estatales (créditos, cotización pública de acciones de forma acelerada, habilitaciones flexibles para la exportación, etc.), porque al ser una industria de “interés nacional” y no existir aún la base de la provisión de acero que pondría en marcha la producción de terminados (Plan Siderúrgico Argentino) contaba con ciertas ventajas”.
Desde fines de los ‘70 la industria siderúrgica atravesaba un fuerte proceso de concentración y reestructuración del sector privado debido a la integración del proceso productivo de SIDERCA y ACINDAR. Hacia 1969 Acindar y Techint elaboran un proyecto llamado ACERAR (Acero Argentino), para la creación de una empresa privada fundidora de acero que compita con SOMISA. Esta iniciativa les permitirá comenzar a negociar la necesidad de la integración productiva que ambas venían sosteniendo bajo los reiterados argumentos de la ineficacia del Estado para proveer suficiente materia prima que garantizara el desarrollo siderúrgico.
Tales procesos se aceleran con el comienzo de la dictadura militar. En 1976, Siderca estaba bajo jurisdicción del Ejército en la llamada área 400 y decenas de sus trabajadores fueron desaparecidos. En una sola jornada de septiembre, que después se conoció como “La noche de los tubos”, fueron secuestradas cuatro personas: Alberto Bedia, Manuel Martínez, Raúl Aroldo Moreno y Armando Culzoni. La planta industrial se militarizó, agentes de inteligencia se infiltraron y cualquier obrero resultaba sospechoso de actividades subversivas.
En tal sentido también debemos recordar que la Planta de Acindar en Villa Constitución fue uno de los escenarios privilegiados por la Triple A para llevar a cabo lo que se conoció en 1975 como el Operativo Serpiente Roja del Paraná, que desplegó una ofensiva de represión contra los trabajadores de Villa Constitución, quienes recientemente habían ganado las elecciones sindicales con una posición de lucha por la democracia sindical en franca oposición a la empresa, popularmente conocido como el Villazo. Lamentablemente la comisión directiva fue presa y en algunos casos muchos de sus miembros fueron desaparecidos.
Durante la última dictadura militar Acindar, cuyo presidente era Martínez de Hoz, logrará la habilitación necesaria para la construcción y puesta en marcha de la planta de reducción directa y la de colada continua, que le permitieron la producción de acero desde la llegada del mineral de hierro hasta su terminación. Con lo cual deja de comprar a SOMISA la materia prima y a su vez empieza a competir con otras empresas aún no integradas, más pequeñas, algunas de las cuales serán posteriormente absorbidas por dicha firma. De acuerdo con Giniger “la integración productiva de Acindar implicó la modificación del proceso completo de trabajo y por lo tanto, de la organización del mismo. No solo la forma y el contenido de la producción, sino también la modificación de las políticas de organización del trabajo, de las políticas de control laboral, ligadas no solo a la introducción tecnológica, sino a políticas de disciplinamiento laboral”.
No casualmente los años que vendrán en las décadas siguientes serán de reestructuración productiva e introducción de nuevos métodos de organización del trabajo. Ello se traducirá básicamente en la reducción del llamado costo laboral y una mayor explotación de la fuerza de trabajo, debido a la multiplicidad de tareas y responsabilidades que, bajo este nuevo esquema, tendrán que asumir los trabajadores. A inicios de los años ´90, mientras SOMISA ingresaba en el llamado proceso de privatización, Acindar declaró un lock-out patronal que estableció el punto máximo de confrontación entre la política de flexibilización y precarización laboral y la resistencia de los trabajadores organizados sindicalmente. La estrategia sindical de situar el conflicto fuera de la fábrica encontró un fuerte apoyo en la comunidad que le permitió al sindicato volver a ocupar un lugar central en el espacio público para pelear por su reconocimiento posterior dentro de la fábrica. Logró atenuar la intransigencia de la gerencia y la reincorporación de los trabajadores en un contexto de creciente desocupación y retroceso de los derechos laborales. Sin embargo la dirección de la empresa logró reorganizar e implementar paulatinamente los nuevos métodos de trabajo.
Posteriormente al año 2000, la empresa Acindar atraviesa distintos procesos de venta de acciones y fusiones por parte de importantes conglomerados del acero a nivel mundial. La empresa Belgo Mineira efectúa la compra mayoritaria de acciones de Acindar, profundizando un proceso de creciente tercerización de distintos sectores de la empresa. Este crecimiento de la tercerización presentará serias dificultades para la intervención del sindicato, acentuándose la individualización de las relaciones laborales particularmente de los trabajadores contratados temporalmente.
Cynthia Rivero es Antropóloga – Docente e investigadora INTI-UBA. Miembro del Grupo de Antropología del Trabajo – GAT. Es autora del libro Entre la "comunidad del acero" y la "comunidad de María". Un análisis antropológico sobre los avatares sociopolíticos de San Nicolás (Antropofagia, 2008)