Mujeres y partidos políticos: para pensar la representación
Por Paloma Baldi
Más allá de los acuerdos políticos que hay detrás de la sanción a la Ley de Paridad, y que la cuestión del cupo no abarca la problemática de manera integral, el porcentaje igualitario entre mujeres y varones para la conformación de listas de candidatos a cargos electivos, obliga a un debate profundo hacia el interior de las organizaciones políticas: ¿qué lugar ocupan hoy las mujeres en las organizaciones? ¿Cuántas participan en las mesas de toma de decisiones? ¿Cómo fomentar esa participación y esa toma de la palabra, necesaria para la construcción de referencias que se traduzcan en candidaturas?
El taller, que formaba parte de un total de 70 talleres, contó con la participación de más de 40 mujeres de distintas zonas del país y de diversas organizaciones, partidos políticos y organizaciones sindicales. Entre las participantes hubo un primer acuerdo: la necesidad de un debate hacia el interior de las organizaciones, como puntapié inicial de un largo proceso de deconstrucción de estigmas y reconocimiento de privilegios, la necesitad de un piso desde el cual partir para transitar el camino hacia una paridad tanto en la forma como en el contenido.
Sin embargo, para el debate, es ineludible el aspecto de la formación. También en este punto las mujeres consideraron prioritario exigir a los partidos tanto formación política como formación en materia de género. Para poder pensar y discutir, por ejemplo, ¿cuáles son los espacios que son electivos? ¿Quién y cómo se eligen los lugares hacia el interior de las organizaciones? La paridad, tiene que partir desde las organizaciones y hacia los partidos, para no convertirse, en la práctica, en el cumplimiento por obligación de un cupo que no necesariamente garantice una representación de las reivindicaciones de género.
Esto último, encierra otra discusión: si las mujeres también están inmersas en el sistema patriarcal, resulta fundamental prestar atención al perfil ideológico de las candidatas, cuyas postulaciones a cargos electivos, se concluyó, deberían encontrar su legitimación en la praxis política previa de esas compañeras. Se esperan candidatas proclives a tomar la palabra hacia adentro de las organizaciones y/o partidos políticos, que sinteticen las banderas reivindicativas del movimiento. Cristina Fernández, Hebe de Bonafini y Milagro Sala fueron reconocidas como referentes en este sentido.
Las reivindicaciones del movimiento de mujeres, además, son banderas que exceden (o deberían exceder) las limitaciones ideológicas de los partidos. En este punto, resonó una palabra que ya es una marca de época: Unidad. La inter-vinculación y la articulación entre las organizaciones del campo popular,debe construirse también en condiciones de igualdad, y las luchas necesitan ser colectivas; en este sentido se planteó, como estrategia, la conformación de frentes de mujeres. Fundamentalmente, para enfrentar al estereotipo violento que la derecha argentina intenta imprimirle a la mujer en la arena política: figuras que desfilan por el supermercado con un look “casual” y ostentando dietas obligadas para cumplir con los cánones. Mujeres que no confrontan.
Las mujeres del campo nacional y popular están dispuestas a trabajar en unidad frente a la avanzada de la derecha: el enemigo es común. La apuesta es la conquista de derechos y la garantía de aplicación de los ya conquistados. Pero también, hacia el final, apareció un nuevo horizonte explorable: está irrumpiendo en la escena un actor político de carácter potencialmente disruptivo¿Significa una posibilidad de interpretar las demandas del campo popular desde una perspectiva distinta, con vocación de construcción de nuevas mayorías?
En la columna encabezada por el comité para la liberación de Milagro Sala se escuchaba “¡alerta! ¡alerta!, ¡alerta que caminan! ¡Las empoderadas de Eva y de Cristina!, ¡Alerta! ¡Alerta!, ¡Alerta que caminan! ¡Mujeres feministas por América latina!”