Sin feminismo popular no hay justicia social
Por Paloma Baldi, Julia Pascolini y Soledad Allende
Fotografía: Lucía Barrera Oro
¿De qué hablamos cuando hablamos de feminismo popular?
Parafraseemos a Hernández Arregui: somos feministas porque somos peronistas. Desde este lugar, asociamos lo popular a la praxis política que brega por la independencia económica, la soberanía política y la justicia social. O, en palabras de quien lidera el arco nacional-popular en Argentina: “Al movimiento nacional, popular y democrático vamos a tener que agregarle feminista".
En boca de Cristina Fernández, la actualización doctrinaria fue innegable. La discusión del aborto legal arrojó claridad a una fracción enorme del pueblo de Nuestramérica y, particularmente, al de nuestra Nación. Los feminismos populares, o al menos los que no están asociados al liberalismo, tienen bases asentadas que datan del siglo pasado. Hablamos de movimientos que bregaron por el derecho de las personas racializadas, de enclave antiimperialista, anticolonialista, de base, con perspectiva de género y de clase.
En primer lugar, es urgente decir que hablamos de feminismos porque reconocer la pluralidad de perspectivas dentro de un mismo movimiento no es asumir debilidades sino apropiarse de su inminente carga política, ¿qué movimiento no ha tenido variabilidad de perspectivas? Pero, sobre todo, es reconocer que las luchas que hacen a un mismo movimiento están vinculadas a la urgencia ya la necesidad que las caracteriza. Los feminismos populares son un movimiento homogéneo en sí mismo, que representa a un sector de la sociedad sumido históricamente en la doble o triple opresión. Es un movimiento con noción, sobre todo, de que los derechos son adquiridos por el pueblo y no derramados por el poder del capital.
A diferencia de lo que muchos nos quieren hacer creer, los feminismos no son hechos aislados de la historia del mundo, ni tampoco de la historia de Nuestramérica torturada, ni del hambre, ni de la esclavización de los pueblos oprimidos, ni de las políticas públicas -o privadas- particulares de cada nación. En 2015, y más específicamente a partir del primer Ni Una Menos, la perspectiva respecto de las discusiones de géneros fue modificada y no por arte de magia: porque la política no es magia y nunca lo fue.
Queremos dejar de tener que explicar con libros y teorías aquello que fácilmente puede verse en las calles. Queremos que dejen de preguntarnos qué autor lo dijo, porque seguro fue una autora y se llama revolución.
No es secundario, es prioridad
Es un error asociar la lucha por la despenalización y legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) a una política de olvido y desviación de las prioridades que azotan a la región latinoamericana. La prioridad es que las personas con capacidad de gestar puedan decidir, que las pibas y los pibes reciban Educación Sexual Integral durante su desarrollo y formación, para que les garantice autonomía y seguridad política sobre sus cuerpos y acciones. La prioridad es re-escribir la historia mundial para que incluya la doble y triple opresión a la que las mujeres pobres y racializadas han sido sometidas. Queremos leer la historia de las mujeres que fueron arrastradas con el objetivo de fomentar el flujo del capital en pocas manos y para inaugurar estructuras de control sobre los cuerpos, sobre la mano de obra, sobre los pueblos colonizados. Queremos leer cómo resistieron, como resisten.
En este sentido la irrupción masiva de las discusiones en torno al género en la región nuestroamericana puso en evidencia las falencias que conviven en las organizaciones en esta materia: la negación sistemática de la actividad de las compañeras, producto de la normativización de las prácticas de silencio y de ninguneo. A través de, en muchos casos, el abuso físico y psicológico. A través de la violación. La tarea con la que contamos quienes hacemos comunicación popular es la de comunicar responsablemente, y para ésto debemos poner en palabras aquello que siempre estuvo en mudo.
En Argentina lo colectivo es palabra común y por común queremos referirnos a la capacidad de hacer política en la calle, codo a codo, transformando las exigencias que parecían individuales en necesidades colectivas. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, las directoras de merenderos y ollas populares, son la corporalidad de las necesidades y del poder popular. Pero existe otro factor que hizo de las urgencias populares una realidad concreta: un Estado para todas, todes y todos. Y como cuando hablamos del Estado nos referimos tanto al gobierno de turno como al arco civil, también tenemos la responsabilidad de nombrar a Cristina, a Néstor, a Evita y a Perón. Porque sin un gobierno que reconociera las falencias estructurales de una sociedad azotada por la colonización cultural y física, las exigencias populares no hubiesen obtenido las respuestas que obtuvieron. Para que las amas de casa fueran reconocidas por su trabajo histórico y las AFJP (Administradora de Fondos de Jubilaciones y Pensiones) fueran tarea del Estado, existió un pueblo caminante y un gobierno popular.
Sin embargo, el proceso de popularización del estado y de los procesos políticos en nuestra nación entre 2003 y 2015 fue leído en clave patriarcal. Faltábamos las mujeres, las personas travestis/trans, las lesbianas y todas las disidencias. A pesar de la creciente presencia de estos actores en todos y cada uno de los escenarios en los que la política finalmente recuperó las discusiones en torno a los géneros, dijeron que no era tan importante y que la lucha de clases era prioridad. Quedan cordialmente informados: el género es un acto político en sí mismo y una construcción social para la opresión, pensado para la balcanización y diferenciación del poder. La quema de brujas (siglos XVI y XVII) no fue otra cosa que el disciplinamiento sistemático de los cuerpos con capacidad de gestar. Significó el control sobre la producción de mano de obra y la opresión/violación de los pueblos originarios, durante uno de los mayores genocidios que la historia puede describir: la colonización de América.
Seguimos insistiendo: Milagro Sala es una presa política por negra, coya y mujer. El modelo de saqueo extractivista que propone el Plan Belgrano en el norte del país no puede concretarse si en el lugar resisten quienes históricamente fueron las y los trabajadores de la tierra. Milagro no significó otra cosa que un obstáculo para los planes de recolonización de la región.
Los desafíos del año electoral
La fragmentación del peronismo, la crisis de representación de la que todavía no emerge la institucionalidad política en un sentido amplio, y el feminismo como identidad político ideológica heterogénea consolidada como uno de los discursos que motoriza la movilización de masas, son tal vez los tres elementos que deben analizarse, en su propia lógica y en la relación que existe entre ellos.
Éstas elecciones en particular dependerán en mayor medida que elecciones anteriores de la intervención de la militancia en términos de propaganda política. El movimiento de mujeres y el feminismo tendrán, como en Brasil, un rol fundamental dentro de esta militancia política. Es un actor ineludible en el escenario político nacional y global, y está enfrentado al neoliberalismo por definición. Esto es así porque es una de las demandas populares más fuertes y novedosas que se han construido en este período de resistencia, y cualquier proyecto contrahegemónico deberá incorporarlo a su agenda, y a su matriz discursiva.
Este año el escenario electoral va a estar fuertemente marcado por la impronta del 8M, las jornadas de lucha por Interrupción Voluntaria del Embarazo, y sobre todo el Encuentro Nacional de Mujeres. Hay un enorme activo político que se nucleará en estas jornadas y que no se verá interpelado por la institucionalidad política tradicional.
Existe un crecimiento exponencial de la militancia ligada a las ideas feministas en los ámbitos tradicionales de la política, pero también existe un proceso de “conversión” de muchas compañeras que ya tienen una trayectoria política. Esto irá generando a lo largo del año una red de relaciones políticas que seguramente no se vea expresada en la puja de candidaturas (cupo femenino no es igual a cupo feminista), pero sí representa un momento de acumulación política para el feminismo nacional y popular que tal vez pueda capitalizarse más adelante en términos de representación. Si las organizaciones excluyen al feminismo, esa red se construirá por fuera.