Un informe le pone números a la brecha laboral entre varones y mujeres
Por Elizabeth Pontoriero | Foto de Daniela Amdan
Un estudio realizado por la "Unidad de Género y Economía" del ministerio de Hacienda y Finanzas de la provincia de Buenos Aires reveló que la brecha que existe entre hombres y mujeres en el mercado laboral continúa siendo elevada, ya que las mujeres acceden en menor medida a los puestos remunerados y de mayor jerarquía y cuando lo hacen es en condiciones precarias, lo que implica una mayor inestabilidad laboral, jornadas más reducidas y salarios más bajos.
Al mismo tiempo, las mujeres se encuentran más ocupadas en las tareas de cuidado, las que no son abordadas por los hombres en igual medida, situación que les resta posibilidades para progresar económicamente.
De acuerdo con el informe “Introducción a la perspectiva de género en el mundo laboral”, que analizó la brecha de género en lo referido al trabajo no remunerado, el mercado laboral y los derechos previsionales en la provincia de Buenos Aires, sobre datos anteriores a la pandemia de COVID-19, se desprende que en la provincia con mayor población de la Argentina “las mujeres son más proclives a insertarse en empleos precarios y su inserción laboral se encuentra concentrada en ramas de actividad que se caracterizan por bajos salarios y condiciones laborales precarias”. Por otro lado “se encuentran en una situación relativa más desfavorable respecto al promedio de las mujeres del resto del país, donde la brecha salarial entre ocupados/as es de 21,6% y entre asalariados/as informales es de 24%, es decir, 5,5 y 14,3 p.p. de diferencia respectivamente”.
Asimismo, se informa que “el 70% del total de puestos de jefatura o dirección son ejercidos por varones. En conjunto, los ingresos de las mujeres son 25% más bajos que los de los varones y la brecha se intensifica entre las asalariadas informales, con ingresos 38% menores a los de sus pares varones”.
Asimismo, “los datos correspondientes a la provincia de Buenos Aires muestran que, si bien los varones ocupados representan el 56% del total, ocupan cerca del 70% de los puestos de alta jerarquía”. Con respecto a esto, el informe manifiesta que los empleadores prefieren a los hombres porque tienden a asumir que las mujeres “tendrán mayores ausencias y limitaciones para dedicarse plenamente al trabajo, por la atención que demandará su familia. Así, la tenencia de hijos o la posibilidad de tenerlos tiende a ser considerada como una “desventaja” diferencial, en términos profesionales, de las mujeres respecto de candidatos varones”.
Según el documento de la "Unidad de Género y Economía", esta brecha se debe a la “división sexual del trabajo”, es decir, “una categoría fundamental para comprender la organización social”, por la que se explica una segmentación “entre las tareas reproductivas y las productivas, que tiende a replicarse en alguna medida en todas las sociedades que conocemos. Las responsabilidades para con unas y otras son asignadas diferencialmente por género, como si fueran intrínsecamente femeninas y masculinas, respectivamente”.
De este modo, se expone que mientras el trabajo productivo es aquel que se inserta en las “relaciones mercantiles” en el ámbito de lo público y es remunerado, el reproductivo se realiza en los ámbitos privados o domésticos sin remuneración y es el que involucra las tareas de cuidado, como ocuparse de los niños en el hogar, de las personas mayores o, incluso, la limpieza de la casa y la compra y preparación de alimentos, entre otros.
En este sentido, de acuerdo con el informe, las mujeres son las que más participan del trabajo reproductivo por haberse establecido así en la sociedad: “En virtud de diferentes mandatos y estereotipos suele asumirse, además, que el sexo asignado al nacer se asocia “naturalmente” con ventajas o capacidades especiales para realizar esos trabajos. De manera enormemente generalizada, se considera incumbencia de las mujeres el trabajo de tipo reproductivo, es decir, aquél principalmente vinculado con ocupaciones de cuidados de las personas”.
También, en el documento se resalta que “la persistencia de la división sexual del trabajo al interior del mercado implica que esos trabajos, vinculados a tareas que en el ámbito doméstico han sido tradicionalmente consideradas sin valor económico, tiendan a ser los peores pagos y los más precarios en términos de acceso a derechos y seguridad social, estabilidad, reconocimiento de la relación laboral, oportunidades de ascenso y profesionalización”.
Igualmente, el informe de la "Unidad de Género y Economía" expresa, sobre datos de la Encuesta Permanente de Hogares para el periodo 2020 elaborada por el INDEC, que si bien las mujeres, actualmente, participan más del mercado laboral que en décadas anteriores, en realidad, “el incremento de la participación femenina en el mercado de trabajo no ha tenido como correlato una redistribución de los trabajos de cuidados, ni una provisión pública que logre compensarla. Por ello, al observar el tiempo de trabajo total (remunerado y no remunerado), se aprecia que se produce para las mujeres una sobrecarga de horas de trabajo total que suele denominarse doble jornada”.
Tareas domésticas
De esta manera, si se profundiza en las encuestas del uso del tiempo, según el informe, se pueden visualizar mucho mejor las desigualdades. Así, “en la provincia de Buenos Aires, el 77% del total del tiempo dedicado al trabajo no remunerado lo invierten las mujeres, mientras que los varones apenas participan en un 23%".
A su vez, “aproximadamente el 90% de las mujeres realiza tareas domésticas y de cuidado no remuneradas y les dedican en promedio casi 7 horas diarias. En contraste, menos del 60% de los varones participa de estas labores, a las que les dedican 3,6 horas diarias en promedio, esto es, la mitad del tiempo que las mujeres”. Esto las obliga a considerar empleos con menor jornada laboral, ya que no cuentan con tiempo disponible para las jornadas completas, lo que se traduce en menores ingresos.
Por otro lado, añaden que “los varones destinan en promedio 11 horas más por semana al trabajo remunerado que las mujeres, mientras que las mujeres destinan 18 horas más que ellos a tareas no remuneradas. Si se suman las horas de trabajo pago y no pago, se obtiene que las mujeres cuentan con una jornada laboral promedio que es poco más de 8 horas más extensa que la de los varones, pero obtienen ingresos por menos de la mitad de las horas que trabajan”.
Si se consideran los progresos que han alcanzado las mujeres durante las últimas décadas para acceder al trabajo remunerado, en el estudio se mencionan distintos factores que lo han permitido, pero sin embargo, también se destaca que no se han eliminado las condiciones de inequidad para lograr un avance pleno. “El acceso de las mujeres a estudios de profesionalización en algunos estratos sociales, su mayor interés en realizar carreras profesionales, cambios en las constituciones familiares, uniones de parejas menos permanentes y más tardías, así como la reducción de la fecundidad y la menor carga consecuente de trabajos de cuidados, o bien la posibilidad de contratar en el mercado el servicio de personas que realicen dichas tareas. A todo ello se han sumado, evidentemente, transformaciones culturales que han interpelado los roles de género tradicionales al menos parcialmente, con una contribución protagónica de los movimientos y estudios feministas. Sin embargo, la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo no ha implicado una ruptura de los mecanismos mediante los cuales la división sexual del trabajo produce asimetrías de género. Por ello, incluso su participación en el mercado se produce en el marco de fuertes inequidades”, describió el estudio.
De acuerdo con datos de la Encuesta Permanente de Hogares realizada por el INDEC para el primer trimestre de 2020 sobre la población urbana de 14 años y más, el informe señala que el 19% de las mujeres se concentra en el servicio doméstico, el 14% en la enseñanza, el 8,4% en servicios comunitarios y personales y el 8,3% en los servicios sociales y de salud. Así, “el trabajo en casas particulares es la ocupación más relevante para las bonaerenses, ya que una de cada cinco trabaja en el servicio doméstico, sector que presenta una tasa de informalidad del 73,6%. Esto se traduce en un menor acceso a derechos sociales básicos (obra social, jubilación, protección y estabilidad laboral, licencias, entre otros)”.
Asimismo, en cuanto al trabajo informal, “si bien las tasas de informalidad laboral en la provincia de Buenos Aires afectan significativamente a varones y mujeres, la de las asalariadas es 2,7 p.p. mayor que la de los asalariados”.
Por otra parte, si se analizan “los ingresos medios en el mercado de los y las trabajadores/as de la provincia de Buenos Aires, se verifica que los ingresos medios de los ocupados son un 27,1% más altos que los de las mujeres ocupadas. La brecha se acentúa notoriamente para el sector de los/as asalariados/as informales, donde asciende a 38,3%. Es decir, la brecha de género por ingreso se profundiza en los sectores más vulnerables”.
Conforme con esto, según el documento “Un camino para reducir la pobreza: Políticas y recomendaciones” del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) sobre datos para el 2018 del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), las mujeres son más proclives a caer en la pobreza, ya que, “si bien, en Argentina, la pobreza en términos generales no está feminizada, sí incide con mayor frecuencia en los hogares con presencia de niños y, en particular, en aquellos liderados por mujeres. Mientras el 39% de los hogares de jefatura femenina con hijos menores de 18 está en condiciones de pobreza, dicha proporción disminuye al 30% de los hogares de jefatura masculina” y agregan que del “total de las familias con hijos entre 0 y 4 años, se constata que alrededor del 96% de los hogares monoparentales tienen jefatura femenina: son, en realidad, hogares monomarentales. El 70% de estos hogares pertenece al 40% de menores ingresos, y en los hogares de mayor vulnerabilidad las mujeres presentan menores tasas de participación laboral y mayores responsabilidades de trabajo no remunerado”.
De igual forma, los bajos salarios y la imposibilidad de acceder a otros puestos con mayor nivel de ingresos, también, repercute en el sistema previsional, lo que aumenta aún más la brecha entre hombres y mujeres.
De esta manera, el informe del Unidad de Género y Economía advierte que “si bien la participación de aportantes al sistema contributivo es alarmantemente baja de manera general, la cobertura entre varones es 32,1% mayor que entre mujeres. La brecha de género en los haberes previsionales se explica en parte por las diferencias salariales registradas durante la etapa activa, pero también puede producirse por un acceso segmentado. En tal sentido, cabe señalar que un acceso por moratoria sin cotizaciones previas implica percibir los haberes mínimos, a la vez que el acceso no contributivo que rige desde 2016 proporciona ingresos menores a los de la jubilación mínima. En la provincia de Buenos Aires los ingresos medios para jubilados ascienden a $21.286 y para las jubiladas a $19.302, reflejando una brecha de 9,3%”.