Ayotzinapa: la constitución del narcoestado mexicano
Por Camila Matrero y Yamila Iphais Fuxman*
La desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa movilizó a gran parte de la sociedad, adormecida por el sueño americano, mientras que visibilizó la resistencia de los oprimidos del sistema. La violencia ejercida por grupos criminales, por mandato y entrega de la policía municipal de Iguala (bajo órdenes del intendente), es fiel reflejo de las alianzas que se producen en un narcoestado.
El inicio de este proceso data de finales de los 80’, cuando el país azteca adopta políticas de corte neoliberal, y se encolumna bajo el protectorado estadounidense, mientras a la clase dominante mexicana se la deja actuar a su antojo bajo las premisas del libre mercado. En concreto, esto significó el inicio de una matanza escalonada de campesinos, en una disputa por el control de los territorios y la propiedad de la tierra, es decir, comienza la revancha oligárquica de la vieja elite, ante la retirada del Estado proteccionista.
Recordemos que la revolución mexicana 1910-1917, inició un proceso de reforma agraria sin precedentes en el continente, el cual fue profundizado por el “gobierno populista” de Lázaro Cárdenas (entre 1934 y 1940 se repartieron 18 millones de hectáreas; más del doble de las distribuidas por los gobiernos predecesores). Pero, además, el Estado garantizaba el desarrollo de las pequeñas unidades de producción, al centralizar la comercialización de los productos (en el mercado interno y externo); mientras construía redes solidarias y asociativas en las comunidades. La organización de las masas campesinas, como la construcción de un sujeto político descolonizado, requirieron del afianzamiento de la institución escuela, la cual durante el gobierno de Cárdenas afrontó el desafío de generar un proyecto de educación socialista verdaderamente revolucionario. No sin violencia (las clases dominantes, que estaban siendo despojadas de sus privilegios por la reforma agraria, encararon una férrea matanza de maestros rurales socialistas, que cobró más de 200 victimas), este proyecto fue apropiado por grandes sectores del campesinado, y marcó un tipo de relación social entre comunidades-maestros rurales, que persiste hasta nuestros días.
Estos proyectos emancipadores, se comienzan a resquebrajar en la era de la globalización (apertura económica y desregulación de los mercados), proceso que se entrelazó con una profunda reforma del Estado, el cual descentralizaba la gestión central, empoderando al caciquismo local al tener que propiciarse los medios de subsistencia y manejar el control social, que explica la proliferación de policías municipales (en la actualidad son 1800). Ahora bien, este proceso se desarrolla mientras se produce una restructuración del narcotráfico latinoamericano. Ya a inicios de los noventa, Colombia se desprende de la comercialización, la cual pasa a estar en manos de los cárteles mexicanos; y al consolidarse, por lógica capitalista, el distribuidor se volvió más poderoso que el productor.
En este contexto, después de 70 años de hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en 2000 llega al gobierno el ultra conservador Partido Autonomista Nacional (PAN), de la mano de Vicente Fox, y afianza las relaciones carnales con la potencia vecina en materia económica. Recién con Felipe Calderón (2006-2012) se adopta nítidamente la estrategia norteamericana de “guerra contra las drogas” justificando el genocidio que no se pudo dar por medio de dictaduras militares (desde la Revolución, el país se caracteriza por la continuidad institucional y democrática). Las cifras estimadas por distintas organizaciones civiles, oscilan entre 70.000 y 100.000 muertos y 20.000 y 30.000 desapariciones, desde 2006. En la reciente vuelta del PRI (2012) con Enrique Peña Nieto, no se detuvo este accionar, pero públicamente se escondió esta faceta, mientras se ponía en agenda la necesidad de encarar reformas estructurales (principalmente la privatización energética).
La crisis del Estado autoritario mexicano, se pone sobre el tapete con cada levantamiento. Desde la salida de Cárdenas, la “Revolución”, (apropiada por todo el arco político) detuvo su capacidad creadora y transformadora, para consolidarse en partido de Estado, temeroso de las nuevas demandas y procesos de lucha. La respuesta represiva ante los distintos movimientos contestatarios (recordemos la matanza de Tlatelolco del 68’), fue la única salida encontrada hasta hoy por este régimen. El PRI es lo que fue el menemismo en la Argentina: si Cárdenas emprendió la nacionalización del petróleo, la reforma agraria y, un proyecto de educación socialista, Nieto hoy avanza en la privatización de Pemex, socava los recursos de las comunidades campesinas, y masacra a los sujetos que luchan por la liberación de los pueblos.
Los tres partidos más importantes PAN, PRI, y PRD (de derecha a izquierda), no presentan ningún tipo de alternativa para salir de la crisis política actual. Sólo una sociedad movilizada puede generar la ruptura con el régimen represor-neoliberal que sigue reproduciéndose en México.
* Integrantes del Grupo de Estudios de Economía Nacional y Popular (Geenap)