Los fundamentals de la economía argentina continúan siendo robustos
En ese contexto, los gurúes del liberalismo económico reiteraron sus anuncios sobre la llegada del “fin de ciclo”, el ocaso del modelo populista y el arribo de una nueva etapa económica para el país. Así, se ha vuelto común escuchar hablarlos de recesión y hasta de “estanflación” para describir en términos académicos la situación actual.
Si bien es verdad que los guarismos económicos no son los mejores de la última década, para entender verdaderamente dónde estamos parados se torna vital no olvidarse del contenido político subyacente detrás de dichas opiniones, ya que sólo tienen la intención de generar un escenario sesgado de incertidumbre para instalar en la opinión pública la sensación de estamos ante un modelo totalmente agotado.
A la coyuntura descripta, se le suman las operaciones económicas concretas de los grupos de poder más concentrados, como corridas cambiarias y no liquidación de divisas, para forzar la desestabilización institucional y retomar la política económica a los ‘90, desmontando todo el andamiaje de la protección social y el avance en la estructura productiva de los últimos diez años.
Esta historia de crítica despiadada contra un gobierno popular y democrático no es nueva en la Argentina. Cuando los militares derrocaron a Perón en 1955, lo primero que hicieron fue descalificar la situación económica del momento, que había sido más que beneficiosa para la clase obrera, pero que estaba atravesando una coyuntura adversa. Así, la propuesta de “La Libertadora” quedó plasmada en lo que se denominó como el Plan Prebisch, un compendio de ideas liberales de las más ortodoxas que buscaba devastar los avances en la industria y las conquistas sociales, con primarización de la economía y transferencias de ingresos de los trabajadores a la oligarquía terrateniente.
Al igual que en el ’55 y contrariamente a los ‘90, las tensiones del presente son fruto del alto crecimiento del país desde el año 2003 a la fecha; trayendo a debate el problema de la restricción externa, los cuellos de botella en la producción (en especial la energética) y la distribución de la riqueza, teman que hoy están en plena agenda del gobierno.
La propuesta de los opositores contemporáneos para este escenario son la baja de las retenciones a la producción agropecuaria y el retiro del Estado como regulador de la economía (vertidas en el último Foro Convergencia Empresarial), lo que podría verse como la versión moderna del “retorno al coloniaje”, expresión mentada por el siempre vigente Arturo Jauretche para definir al plan liberal, y que expone la actualidad de su pensamiento a 40 años de su muerte. Medidas que cuando se implementaron sólo trajeron penurias para los sectores populares y la quiebra de miles de empresarios.
Por eso debemos estar alertas, y pensar que si bien la situación económica no es la más holgada, la mirada del analista debe trascender la superficialidad con la que se suelen manejar los opositores, y que, como señalamos, en la mayoría de los casos son el reflejo de otros intereses no explicitados, para los que el fin de ciclo no se trata más que de una expresión de deseo y para los que cualquier coyuntura adversa es una oportunidad de volver al pasado.
¿Qué cosas tenemos que ver para que el árbol no nos tape el bosque?
En primer lugar, los indicadores duros de la economía Argentina (los fundamentales) continúan siendo robustos y mejores que los de muchos países del mundo.
En ese sentido, el nivel de endeudamiento en relación al PBI es bajo, la recaudación fiscal sigue en crecimiento, la inversión sobre el PBI es significativa y el desempleo no ha impactado en la población, amén de que hoy existe una fuerte protección social impensada para los ‘90. El manejo del tipo de cambio es adecuado, a la vez que se avanza en negociaciones con para terminar de salir del default (Club de París) y se cuenta con la opción de financiarse en moneda extranjera a tasas y condiciones razonables.
Además, muchos de los sectores en desaceleración vienen batiendo récords de producción año tras año, y las comparaciones se realizan sobre cifras elevadas respecto a los promedios históricos. Así, a pesar de la baja automotriz, el 60% de los sectores industriales del EMI continúa hoy creciendo a tasas buenas.
Asimismo, no se puede comparar la situación social a la de los ’90, cuando por la desocupación record, miles de familias tuvieron ingresos nulos durante años o cuando las megadevaluaciones del ’89 y 2001 pulverizaban el poder adquisitivo de los salarios, en un verdadero derrumbe del modelo.
A todo esto, habría que sumarle un contexto internacional más desfavorable (las bajas compras de Brasil) teniendo en cuenta que la Argentina no está aislada del mundo.
También el hecho que los aumentos salariales reflejarán plenamente en los sueldos en los próximos meses. A medida que la financiación de bienes durables extienda sus plazos y mejore sus costos, se espera que las ventas aumenten.
Por otro lado, el gobierno viene controlando la evolución de los precios. El exitoso programa Precios Cuidados fue ampliado recientemente para federalizarlo y que incluyera a comercios populares como almacenes, ferias y minimercados. La baja en el IPCNu es una muestra de ello.
Finalmente, el relanzamiento de programas de inversión (estipulada en $ 79.200 millones para todo el 2014) es una herramienta utilizada por el gobierno para apuntalar la demanda y expandir la oferta.
Así, el segundo semestre será la oportunidad de demostrar que en sustancia el modelo sigue vigente, avanzando a paso firme pese a la complejidad de la coyuntura.
* Economista integrante del Grupo de Estudio de Economía Nacional y Popular (GEENaP)