A 44 años de la desaparición de Mauricio Silva, el cura barrendero
Por Mariano Nieva
Con una ceremonia presidida por Monseñor Gustavo Carrara y concelebrada por el obispo José María Baliña y el párroco de Nuestra Señora de Caacupé de la villa 21/24 de Barracas, Lorenzo “Toto” de Vedia, se recordó a Kléber Silva Iribarnegaray (hermano Mauricio), quien perteneció a la Fraternidad de los hermanitos de los pobres (Hermanos de Foucauld) y fue secuestrado el 14 de junio de 1977 mientras barría la vereda en la intersección de las calles Margariños Cervantes y Terrero del barrio Villa Mitre de la Ciudad de Buenos de Aires. Desde 2014 en esta fecha se celebra el Día del barrendero.
A continuación reproducimos la homilía del Padre “Toto” de Vedia:
El evangelio nos habla hoy del Amor Superior que propone Jesús. Que no es dejarse pisotear. Es estar más allá de medir milimétricamente qué hizo el otro o qué me hizo a mí. El amor de las bienaventuranzas es el Amor de Jesús. Amor incondicional, que no busca retribución ni espera nada a cambio. Es el Amor que quiso tener Mauricio en su clara opción por los más pobres, gritando el evangelio con su propia vida.
Mauricio eligió ser barrendero, un oficio de gente olvidada y sin reconocimiento de sus derechos en la década del 70. Su lucha en defensa de los desamparados le costó la vida. Llegó a “morir en soledad”, citando el titulo de su poema.
Hoy celebramos esta misa recordando el 44° aniversario de la desaparición física de este mártir de los pobres.
Lo hacemos desde el playón de Barrenderos, rezando por todos los barrenderos en su día y por todos los que trabajan en la calle con la basura. Pedimos trabajo digno para ellos. Para todos los trabajadores que son ninguneados en sus derechos.
Mauricio y los demás desaparecidos murieron en soledad. Pedimos por todos los que en esta pandemia mueren en soledad y también por sus familias.
Pedimos por todos los que viven el evangelio desde lo oculto de sus vidas.
Pedimos que no dejemos de luchar para que cambien las estructuras injustas de la sociedad.
Que los pobre sean la prioridad desde el Estado, desde la Iglesia, desde los sindicatos, desde los estamentos de la sociedad.
Que nuestro Amor cristiano sea más grande que todas las mezquindades que nos puedan rodear o tentar.