Justicia para los olvidados: José Espejo, de líder de la CGT peronista a vendedor de galletitas
Por José Luis Ponsico
Otro de los (tantos) olvidado de la historia “oficial” es José Espejo, quien fuera titular de la CGT nacional durante buena parte del primer peronismo. Amigo de Evita, Espejo vivió situaciones parecidas a la de otros olvidados: el ocaso y la marginalidad.
Nacido en Jáchal, San Juan -lugar montañoso y turístico-, en 1911, ingresó muy joven como chofer en la Bagley. De formación socialista, rápidamente ascendió en el trabajo hasta ser delegado gremial.
Antes de la llegada del peronismo en los 40, Espejo (con 30 años) se destacó junto a Armando Cabo en la incipiente CGT. Espero era el titular del Sindicato de la Alimentación.
Ya con Juan Perón en el Gobierno, Espejo lideró la CGT entre 1947 y 1953. Otros destacados de esos tiempos: Andrés Framini, Amado Olmos, Cecilio Conditi. Todos perseguidos, víctimas de la “Revolución Libertadora". En 1949, su amistad con Evita le permitió alcanzar la vicepresidencia de la Asamblea Constituyente, que redactó la famosa constitución “peronista”. Tenía 38 años. Luego, el sindicalista pediría la vicepresidencia para Evita. Pero esa es otra historia.
Con la fusiladora, Espejo fue uno de los tantos presos políticos que fueron mandados a prisión por “ser peronistas”. En la cárcel de Río Gallegos, Santa Cruz, compartió edificio con John William Cooke, Héctor Cámpora, el empresario Jorge Antonio y el "ultra" nacionalista Patricio Kelly. Todos ellos protagonizaron una mítica fuga a Chile en 1957.
Después de un par de años apoyando a la resistencia peronista, la historia de Espejo cayó en un “cono de sombras”. Algo parecido le ocurró a Ramón Carrillo, el notable médico que honró la medicina social. El sanitarista debió radicarse en el norte de Brasil, sin sus afectos, en el destierro.
Algunos testimonios recogidos ubican a Espejo de "vendedor a domicilio", aceites comestibles y especies. Otras historias, hablan de un negocio dedicado a la venta de café y galletitas. Espejo volvió al llano para mantener a sus cuatro hijas. Murió en 1980, en medio del silencio y el olvido.