Semblanza de un militante villero y peronista
Por Roberto Baschetti
A principios de los ‘70 hubo una Argentina digna de ser vivida. Confluyeron en sus deseos de una patria grande los viejos de la “Resistencia Peronista” con los jóvenes del “Luche y Vuelve”. Épicas batallas contra el sistema y movilizaciones multitudinarias obligaron a la dictadura de turno a llamar elecciones para el 11 de marzo de 1973. Y el 25 de mayo de ese mismo año asumió el gobierno, un Frente Justicialista de Liberación encabezado por el peronismo.
Había mucho por hacer. Organizar al pueblo. Darle sus derechos. Enfrentar a los sectores privilegiados.
En la villa 19, en el barrio INTA, en Villa Soldati, se conocieron a través de la militancia, dos personas que si no fuera por la política nunca se hubieran cruzado en sus vidas. Militaron juntas y fueron pareja. Ya lo dice la marcha peronista en una de sus estrofas: “para que reine en el pueblo el amor y la igualdad”. Creían que eso era posible, tanto en su vida particular como en su horizonte político.
Ella, Nelly, era Nélida Haidar Ramos, una jovencita jujeña de Ingenio Ledesma, perteneciente a una clase social acomodada y con un primer apellido que ya hacía ruido dentro del peronismo. Su profundo sentido cristiano de la vida, su opción por los pobres, la llevó a sumarse al peronismo revolucionario y dentro del mismo al Movimiento Villero Peronista (MVP).
Él, se llamaba Guillermo Abel Gómez, morocho, grandote, de contextura física importante. Dejó la escuela para poder sobrevivir y salió a enfrentar la vida. Trabajaba como recolector de residuos desde arriba de un camión. Su conciencia de clase, también lo depositó en el MVP.
En el barrio hicieron junto a otros compañeros una labor extraordinaria. Veredas y cañerías para las casas. Zanjones para que escurriese el agua estancada. Sala de primeros auxilios con médicos profesionales o estudiantes avanzados en medicina para detectar enfermedades y actuar en consecuencia. Un cuerpo de abogados para defender al villero de las arbitrariedades del poderoso. Actividades de deporte y recreación para grandes y chicos. Cursos y actividades afines para las mujeres del lugar. También construyeron un poder popular legitimado por los propios habitantes de la villa. Por ejemplo, el panadero que quería vender sus productos en la zona, para poder hacerlo, debía contribuir con tantos kilos de pan gratis para que llegaran a los más necesitados entre los necesitados, a los que estaban sin trabajo y a las mesas de las chocolatadas y reuniones infantiles post partido de fútbol. Del mismo modo actuaron con las casas de sepelios, los funebreros, porque había gente que se moría en la villa y no había ni un cajón de manzana para depositar sus restos.
La utopía, el socialismo, la justicia social duró poco. Una nueva dictadura cívico-militar se entronizó a sangre y fuego en nuestro país.
Nelly y Guillermo fueron perseguidos, secuestrados, vejados, torturados y finalmente abandonados por la zona de Villa Lugano. Ella estaba embarazada. Se fueron exiliados a Francia. Tuvo una niña. Consiguió trabajo de cocinera para el obispado galo.
París, año 1987. Resido temporariamente allí y mi periplo diario de investigación histórica contemporánea me lleva a la Cité Universitaire, al Institut des Hautes Etudes de l’Amérique Latine (IHEAL) y a la Universidad de Nanterre (cuna del mayo francés en el ’68). La sublevación carapintada en nuestra lejana patria hace que los argentinos nos juntemos en busca de noticias y actividades de repudio a la conjura militar. Así conozco a muchos compatriotas en función de los sitios universitarios frecuentados. Entre ellos a Nelly y Guillermo.
Para mí Guillermo siempre fue el Gordo. Hombre querible y compañero de fuste. Animador de reuniones y extraordinario relatador de anécdotas. Rescato dos que lo tuvieron como protagonista.
Cuando llegó a París se consiguió un trabajo de lavacopas en un restorán. No duró mucho. Allí le pagaban un sueldo miserable y el trabajo excedía las 12 horas diarias. Buscó por otro lado. Tenía unos francos ahorrados y salió a “patear la calle” en búsqueda de un nuevo conchabo. Al mediodía paraba instantes para probar bocado y luego seguía. Cierta vez en un bar, pidió 2 porciones de pizza y agua, ese sería su almuerzo. Se las devoró en un minuto y no pidió más nada. Se quedó sentado un ratito para reponer fuerzas, porqué además le dolían mucho los pies de caminar. El dueño del lugar, trabó conversación con él y le preguntó cómo era posible que semejante “urso” solamente comiera esas dos porciones. Guillermo le contó la situación que atravesaba. El hombre con su respuesta demostró que la solidaridad humana existe. Le dijo: “Vea amigo, yo trabajo no le puedo dar, pero vamos a hacer una cosa. Mientras usted busque empleo, se me viene todos los días acá y come bien. Cuando consiga laborar nuevamente viene y me paga lo que consumió en esos días”. El Gordo así lo hizo, cumplió religiosamente con la fe que depositaron en él.
La segunda anécdota. Consiguió trabajo como ordenanza en el sitio oficial francés donde se emite el dinero. Una especie de “Casa de la Moneda” nuestra. Su trabajo lo llevó a pasar diariamente por todas las oficinas del edificio. Su simpatía y contracción al trabajo, lo hizo relacionarse con todos los empleados del lugar. Detectó problemas y escuchó reclamos. Comprobó injusticias laborales y derechos conculcados. Participó de asambleas, petitorios y búsquedas de reivindicaciones. Rápidamente fue visualizado como un referente por sus pares. Se la hago corta, estimado lector: al año fue elegido delegado gremial por sus compañeros de trabajo. Puso en práctica todo lo que aprendió con el peronismo en su patria.
El resto muy lamentablemente es historia reciente. Desde hace unos años atrás volvió con su pareja a la Argentina para establecerse. Vivían en San Telmo. Hace poco hizo un viaje a Francia para visitar a su hija que vive allá. A la vuelta, el 25 de febrero pasado, debieron internarlo al detectársele síntomas graves para su salud. Falleció el sábado 7 de marzo de 2020 acompañado de su querida Nelly y de su fiel amigo y compañero de militancia en aquel MVP, Luis Contreras. Tenía 64 años. Fue el primer fallecido en Argentina por acción del coronavirus. Sufría además de diabetes, era hipertenso, bronquítico crónico y padecía insuficiencia renal. Me pregunto si la mayoría de todas estas calamidades, las incorporó a su sufrido cuerpo por acción directa física y mental de la última dictadura padecida. Otra cocarda negra para los represores.