Acompañamiento terapéutico: el ejemplo de Brasil
Por Santiago Gómez I Analice Palombini es psicóloga, psicoanalista. Doctora en Salud Colectiva por la Universidad Estatal de Río de Janeiro. Docente del Instituto de Psicología de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, Porto Alegre, y Coordinadora del Programa de Acompañamiento Terapéutico en la RedPública y miembro de la Asociación Psicoanalítica de Porto Alegre. Autora, junto a otros colaboradores, del libro “Acompañamiento terapéutico en la red pública: la clínica en movimiento” (UFRGS. 2004), en vías de traducción en Argentina. Dentro del marco del Congreso Internacional de AT que se llevó acabo en el BAUEN, del 10 al 12 de noviembre pasado, entrevistamos a una de las referentes del AT en Brasil, respecto a la profesionalización del AT como destino en la Argentina, lo que busca la Asociación de Acompañantes Terapéuticos de la República Argentina, contrariamente a lo que sucede en Brasil.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Qué pensás de la profesionalización como destino del Acompañamiento Terapéutico (AT)?
De la forma como entiendo el AT y en el contexto de salud colectiva en que actúo, su profesionalización me parece un destino funesto, que va en contra de aquello que representa la potencia mayor de ese modo de hacer la clínica, la amplitud y la fluidez de su ejercicio; en contra de su modo movilizador e instituyente, que da paso a acontecimientos, movimientos, a la afectación por el otro, produciendo cambios de lugar, transformaciones.
Para mucho de nosotros en Brasil, el AT encarna una cualidad propia al trabajo en salud en el ámbito de la política pública de salud vigente en el contexto brasilero. Para el ideario que creo nuestro Sistema Único de Salud (SUS), la función del AT es una función colectiva, y su lugar es un lugar compartido por todos los profesionales de un equipo, es el lugar desde donde, en el encuentro genuino con el usuario, se puede producir un cuidado integral de la salud, que opera en el territorio de la vida de ese usuario y no en el espacio cerrado de la institución.
En agosto pasado se realizó en Sao Bernardo do Campo (Sao Pablo), un evento preparatorio, en respuesta a la convocatoria del Congreso que se realizó del 10 al 12 de noviembre en Buenos Aires: “Integraciones conceptuales hacia una profesionalización de nuestra práctica”. En dicha reunión estuvieron presentes, además del invitado argentino Gabriel Pullice (integrante de la comisión organizadora del congreso) invitados de diferentes estados de Brasil: Rio Grande do Sul, Minas Gerais, São Paulo, además de la coordinadora de Salud Mental de la Prefectura de São Bernardo do Campo. En respuesta a la convocatoria, se escuchó decir a cada uno de los invitados brasileros que: “el AT es una función, no una profesión”; “puede ser ejercido por cualquiera, no por todos, sino por cualquiera que esté dispuesto a tanto”; “reglamentarlo como profesión es hacer perder la cualidad fluida, instituyente, de su ejercicio”; “tornarlo una especialidad es ir contra el esfuerzo a que nos llevó el ideario del SUS, de desmontar las especialidades a favor de los actos colectivos de salud”; crear el cargo de AT es depositar en un único profesional un modo de cuidado que debería atravesar al conjunto de profesiones y cargos implicados en el trabajo en salud mental: psicólogos, psiquiatra, técnico en enfermería, el director del servicio y la recepcionista”.
Esa posición que tiene que ver con la defensa de los principios y directrices del SUS y de la ReformaPsiquiátrica, no significa un lugar de menos valor al AT. Por el contrario. El AT es una práctica reconocida y reivindicada, por ejemplo, en las resoluciones de la última Conferencia Nacional de Salud Mental de Brasil, que es la instancia máxima de participación social en la formulación de directrices para la salud mental del país, que ocurrió el año pasado. Es incorporado como acción del campo de prácticas de residencias integradas multiprofesionales de salud mental. En Rio Grande do Sul, donde vivo, el AT es parte de la política de educación permanente de los trabajadores de la red de servicios, con fuerte inversión de la Escuela de Salud Pública Estadual, en la formación para el AT de trabajadores como agentes comunitarios de salud, reductores de daños, equipos de salud de familia, psicólogos, trabajadores sociales, enfermeros, entre otros. Y puede ser un cargo público, también, como lo es en algunos municipios, no muchos, que optan por ese camino; un cargo, en ese caso, de nivel medio (al que los interesados acceden por concurso público, esto es, una prueba de conocimientos específicos, sin necesidad de título, la formación se da en servicio). El AT comparece, además, como presupuesto, en la formulación de proyectos como el de los consultorios en la calle, para la atención de situaciones que incluyen uso de drogas. O sea, son muchos los modos de componer, en equipo, su ejercicio; son diversos los actores que pueden ejercerlo; y nosotros queremos preservar esa diversidad.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Encontrás diferencias entre el AT en Brasil y en Argentina? ¿Cuáles y a qué considerás que se deben?
Si comparamos las publicaciones brasileras sobre AT con la significativa producción argentina en torno al mismo tema, una diferencia rápidamente sobresale: el énfasis sobre la ciudad como forma de abordaje de la experiencia de acompañamiento, marcadamente presente desde los primeros libros brasileros y poco trabajados, hasta lo que conozco, en los trabajos argentinos, más centrados en la psicopatología como vía a partir de la cual abordar el tema del AT. Es así que, después de la publicación en Brasil de la traducción del libro de Mauer y Resnizky, “Acompañantes terapéuticos y pacientes psicóticos”, en 1987, tenemos, en 1991 y 1997, respectivamente, la publicación de los dos primeros libros brasileros sobre AT, ambos organizados por el “Instituto A Casa”, que ejerció una influencia decisiva sobre todos los que se ocupan del AT en Brasil y que se llaman, el primero, “La calle como espacio clínico”, y el segundo, “Crisis y Ciudad”, trayendo ya en su título el tema de la ciudad y la calle.
Tal énfasis en la ciudad me parece tributario del movimiento que en Brasil, desde los años ochenta propulsa el proceso de reforma psiquiátrica brasilera, imprimiéndole la perspectiva desinstucionalizante y de vinculación capilar con la ciudad, que tiene origen en la propuesta basagliana, sin exclusión, pero no obstante, las influencias propias en el campo de la clínica psicoanalítica.
Eso constituye una segunda diferencia. Al lado del psicoanálisis –y más estrictamente del psicoanálisis lacaniano, como parecer ser el caso del campo del AT en Argentina-, en Brasil otras teorías clínicas también comparecen como herramientas para el ejercicio de esa práctica. Así, además del pensamiento de Lacan, nos encontramos también con las contribuciones teóricas de Winnicott y de Deleuze- Guatarri en la producción de conocimiento en AT, así como de la fenomenologia y de Reich y Jung (en menor número). También en el campo cognitivo conductual hay una producción sobre AT en Brasil, pero no necesariamente alineado con nuestra concepción de AT. Y, más allá del campo clínico, Foucault y Walter Benjamín son pensadores que contribuyen para la elaboración teórica de esa práctica. Esa diversidad teórica, creo que tiene que ver con la fluidez y movilidad de la función AT. Finalmente, otra diferencia es que, en Brasil, la profesionalización del AT no es un tema que nos ocupe, que todavía nos ocupe, sí, las estrategias de formación y los modos de su ejercicio, los cuales, sin embargo, vislumbramos como plurales. No nos movemos por la legalización del AT, sino por su legitimación como práctica operante, en especial, en los equipos de salud mental (y las estrategias que construimos para eso son múltiples). La ley que queremos defender y por la cual luchamos es la Ley del Sistema Único de Salud y la Ley de Reforma Psiquiátrica, ambas en constante amenaza por las envestidas de los que ven la salud no como un derecho, sino como una mercancía.