El kirchnerismo y la batalla por la significación
Por Santiago Asorey
Parte II
La demonización del proyecto político kirchnerista trabajada desde las grandes editoriales graficas (La Nación y Clarín) y televisivas (Jorge Lanata) responden a un intento de aniquilación del ultimo signo “vivo” de política de liberación en el panorama local. Le apuntan al kirchnerismo porque lo consideran peligrosa resistencia frente al intento de restauración del neoliberalismo. Las lógicas discursivas del poder mediático buscan la pregnancia de argumentos fáciles destructores de lo político como herramienta de transformación. Intentan moralizar la batalla cultural en el sujeto. Construir un sujeto a partir de una cadena de falsos reconocimientos: el kirchnerismo asociado a la corrupción y la maldad o al autoritarismo, por ende la política asociada a la maldad o lo autoritario. Por ende el Estado asociado a la corrupción y al abuso de poder como premisa universal. Es una forma de construir relato e ideología sin hacer que se registre como relato, porque apunta al sentido moral como sentido común del sujeto.
En la batalla político cultural se ataca al signo que aun esta “vivo”. Es decir el signo que aún sigue significando y hace temblar las fronteras del poder real. En ese punto radica la intensidad del ataque de Clarín como representante local del Poder Financiero. Les preocupan aquellos signos que aún se mantienen significando y doblando la realidad como los barrotes de una cárcel. Les preocupa Cristina y su liderazgo porque saben que lo que se juega el Poder Económico, es subordinar al Estado a la lógica del mercado y las clases dominantes. Néstor y Cristina son signos interpretantes a partir de ellos despertaron y despiertan constantemente aquellos otros signos de lucha y liberación: la memoria de los desaparecidos, su lucha política por una patria más justa, por una sociedad que desconcentrara sus capitales para que el Estado pudiera invertir en mejor salud y mejor educación para los sectores postergados.
Si el enemigo dice que el kirchnerismo está vencido es porque está más vivo que nunca. Lo que busca es quebrarlo, es hacerlo dudar. Esto no inhabilita a la autocrítica que necesita ser formulada después de las elecciones primarias. La autocrítica no toca los fundamentos del movimiento sino el replanteo del lineamiento comunicacional. Para que una hegemonía se revierta, se necesita tiempo. Al kircnherismo le costó años construir parcialmente su hegemonía cultural respecto a los derechos humanos. Solo con el tiempo el significado se asienta en la práctica cotidiana del lenguaje y de la realidad. Prueba de esto es ver a la derecha corriendo al kirchnerismo sobre temas que históricamente pertenecieron a la izquierda. La construcción de hegemonías esta vinculada a la práctica cotidiana, no se puede discutir solamente en la abstracción de las grandes luchas políticas. Si esta se aleja de la práctica común y del lenguaje de grandes sectores de la población el error parte de la estrategia comunicacional. Esta autocrítica no implica resignar las grandes discusiones sino ampliar, significar en distintos niveles y de distintas formas.
Desde un punto de vista discursivo no se puede reducir todo el aparato comunicacional a un lineamiento único. Bajo esa modalidad discursiva no tenemos posibilidad de vencer al gigantesco y heterogéneo aparato comunicacional de la posmodernidad. Esto no implica la desideologización del aparto comunicacional. Por el contrario es necesario la aparición de formas discursivas heterogéneas que pongan a prueba nuevos modelos comunicacionales. El punto es encontrar la batalla de significación en el campo de la heterogeneidad sin que esto implique perder los centros ideológicos inscriptos en la historia que empujan al movimiento. La potencia del relato del Poder Financiero no es su contenido sino su capacidad por copar gran parte del espacio simbólico, su aproximación moral al sujeto, como si fuese invisible, como si no respondiese a los intereses que responde. Para quebrar al enemigo culturalmente hay que comprender y reconocer los mecanismos que construyen la eficacia de su discurso.
El kirchnerismo y la batalla cultural - Parte I (Leer nota)