La hora de los gremios

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La hora de los gremios

16 Octubre 2013

Por Nahuel Placanica

Históricamente, el sindicalismo fue considerado la columna vertebral del movimiento nacional justicialista. Desde su participación clave el 17 de octubre, la génesis del peronismo, hasta su centralidad en los años de la resistencia post ´55, supo ser actor protagónico de la vida política. Hoy, se encuentra ante el desafío de recuperar su rol histórico y ganar terreno perdido.

Declive

Tras 17 años de proscripción, en 1973 vuelven las elecciones con participación del peronismo. En los comicios en que fue candidato Héctor Cámpora, el armado de listas contó con referentes provenientes de la juventud. En este escenario, el sindicalismo cedió espacios pero sin perder su peso histórico. En el gobierno de “Isabel” Perón, llegaría a controlar tres ministerios.

Con el golpe cívico-militar de 1976 se instaló un modelo económico basado en el campo y el sistema financiero. Esto tendría como consecuencia la desindustrialización y la fragmentación del aparato productivo. La profundización de este modelo en los 90 generaría una masa de trabajadores desocupados que los sindicatos no sabrán contener.

Con el regreso de la democracia en 1983, el sindicalismo queda al frente de la campaña política del justicialismo. La fórmula elegida para enfrentar al radical Raúl Alfonsín, será Luder-Bittel. El peronismo fue derrotado y los dirigentes sindicales pagarían los costos de la derrota.

Sin embargo, este hecho no alcanza para entender su declive. La apertura democrática tendría otras consecuencias. Los sectores de la dirigencia política del PJ volvieron a ocupar intendencias, gobernaciones y bancas legislativas a partir de 1983. Esto les permitió recuperar autonomía política y financiera y despegarse del sindicalismo. Hicieron valer al interior del peronismo el peso territorial por sobre el poder de los sindicatos. Las elecciones de 1991 en provincia de Buenos Aires en las que Saúl Ubaldini se presentó como candidato a gobernador por fuera del PJ, enfrentando a Eduardo Duhalde, podrían considerarse ilustrativas.

El bajo desempeño electoral de los dirigentes sindicales también se vincula a la sistemática campaña de estigmatización en su contra. El imaginario construido desde los medios ha hecho de los casos aislados de corrupción la generalidad. Frente a este ataque, el sindicalismo tampoco supo proponer una estrategia comunicacional que diera la batalla en la arena de la disputa del sentido.

Salir del letargo

Al calor de la recuperación económica de los últimos diez años, los sindicatos crecieron en afiliados y han podido robustecer sus organizaciones. Este avance no tuvo su correlación en el plano político. El nivel de dispersión de las centrales sindicales es evidente y las experiencias políticas cuentapropista terminaron en alianzas con sectores reaccionarios, como por ejemplo, el caso del moyanismo aliado a De Narváez.

El movimiento obrero organizado debe recuperar la iniciativa haciéndose cargo de las discusiones pendientes hacia dentro y hacia fuera. Hacia dentro, impulsando las luchas contra la precarización laboral y dando una discusión seria acerca de la democracia al interior de las organizaciones gremiales. Hacia afuera, recuperando su protagonismo histórico en la vida política del país.