Encuentro de la Militancia: hay que ser transgresores
Por Rodrigo Lugones
Un telón blanco gigante recubre un viejo edificio gastado, serigrafiada e indeleble, la tela contiene un emblema ovoide. Dos círculos de color celeste encierran tres letras, recrean el escudo de la vieja Yacimientos Petrolíferos Fiscales, pero reemplazan aquellas iniciales por unas nuevas, CFK. Debajo una consigna clara, Unidos y Organizados.
El edificio es uno de los que conforman el Mercado Central, solo que ahora está envuelto en banderas blancas, rojas, negras, azules, celestes; un arco iris de gravedad militante se proyecta sobre la arquitectura del viejo Mercado. Una traza de micros dibuja algunas líneas naranjas y blancas en la entrada de los vehículos y una importante cantidad de autos cargan la capacidad del parque de estacionamiento.
Jóvenes encuadrados, militantes históricos, figuras conocidas y un gran parte de militancia “independiente” conforman la variada composición que consigue sumar 15 mil almas, que se dieron cita hoy, domingo 27 de Abril, para participar del "Plenario de la Militancia".
Once comisiones en un número igual de carpas se reunieron para discutir 11 años de transformación política y cultural, para pensar y poner en estado de problematización el presente y el futuro, no en términos de candidaturas, sino en términos de una profundización que implique una etapa superior en el proceso de transformación encabezado por Cristina Fernández: la etapa del empoderamiento popular.
Cada carpa llevaba una consigna y un panel de dirigentes disertaba en ella, dando la posibilidad a que los que escuchaban de intervenir. Ricardo Forster, Axel Kicillof, Daniel Filmus, Mariano Recalde, entre tantos otros, son algunos de de los que hablaron en las carpas. Los militantes opinaron y preguntaron. Los debates se enriquecieron con los intercambios.
Entre el público de a pie pudo verse a un delgadísimo Martín Sabatella, por ejemplo, o a Juan Cabandié, Gabriel Mariotto y hasta al implacable Brancatelli, el periodista que todas las noches se somete a la "tortura" que impone el programa de Santiago del Moro en el canal massista.
Batalla cultural, Política internacional, Economía, Gestión y rol del Estado, fueron las consignas que se desarrollaron, bajo un cielo celeste casi flúor, lejos de las nubes, en una Matanza casi incandescente, con los carros de venta de comida rápida atacados por militantes desesperados por conseguir una de las cosas más importantes que fueron a buscar, un sánguche y una Coca-cola.
Llegando al final, los jóvenes fueron transformándose en columnas de organizaciones que se desplazaron, en bloque, hasta el escenario montado atrás de las carpas.
El acto de cierre contó con una serie de videos que recopilaron los puntos más importantes de los últimos 11 años, una gran cantidad de imágenes de archivo, un puñado de canciones y la posibilidad de entender, a partir de las posibilidades de la edición, la coherencia histórica del kirchnerismo. Los militantes pudimos asistir a la confirmación de todas las ideas planteadas por Néstor Kirchner allá por el 2003.
Frentismo K
El encargado de dar el discurso de cierre fue, una vez más, Carlos Zannini. Una frase sobresalió entre muchas otras, un concepto que selló con sus palabras un paralelismo histórico que ayuda a trazar líneas de fuerza que permitan entender mejor qué características debe tener un militante en las circunstancias que nos toca atravesar a los argentinos: “La terea del militante es ser un gran interpelador de los candidatos, preguntar qué va a pasar con YPF, qué con la Asignación Universal, qué con el Plan PROGRESAR…”.
Sin dudas, la historia de las luchas del campo popular es una historia de resurrección, y son los militantes los que deben seguir escribiéndola, unidos y organizados.
La variedad y cantidad de organizaciones confirman la calidad y la vocación frentista del kirchnerismo. Sectores del socialismo otrora gorila, hoy convergen junto al Partido Comunista, en sus dos versiones (rectificando que los errores del pasado pueden transformarse), o espacios relativamente recientes vinculados al progresismo (como Nuevo Encuentro) que llegan para sumar a la tradición peronista, son la demostración material de ello.
El devenir histórico se despliega entre las condiciones estructurales y la determinación política para posibilitar la creación de lo nuevo. Los procesos están abiertos, no hay presagio, por más negro e indiscutible que quiera presentarse, que pueda anticipar un fin de ciclo, sin que se filtre en dichos pronósticos la manifestación de un deseo inconfesable (o demasiado evidente) de los sectores dominantes. Discutir, en el marco de un plenario donde los dirigentes se mezclan con las bases y hablan de cara a los militantes, abre las posibilidades para la producción de una lógica política nueva, deudora de la mejor tradición transformadora latinoamericana, con las fuerzas del viento del sur que vio nacer a la llamada "Generación del Bicentenario", la de los hijos del neo-liberalismo.
Al final, como siempre, aparece una voz aguda como la frenada de un coche, que le dijo alguna vez a miles y miles de jóvenes que sólo podía darles un puñado de promesas y tics para pensar la revolución, una voz que supo entender que “el asunto estaba, desde ahora, y para siempre” en las manos de los jóvenes, una voz que anticipa y da pie a un cierre simbólico casi mágico. El porvenir será muy largo, pero quienes llevarán adelante los cambios ya no serán los viejos actores, ni los referentes o candidatos de la vieja política.
El asunto está, ahora y para siempre, en las manos de la Generación del Bicentenario.