¿Se puede cambiar Europa con el voto?
Por Carlos Iaquinandi (*)
Esto es Europa, cuna de culturas.
Sí, ese es el escenario y el decorado.
¿pero de verdad estamos en una democracia?
¿de verdad bajo ese nombre gobiernan los pueblos
de muchos países?
José Luis Sampedro.
El próximo domingo quedará definida la nueva composición del Parlamento Europeo. La convocatoria electoral comprende a 400 millones de personas de 28 países. Los resultados pueden incidir en muchas de las cuestiones fundamentales de la vida y del futuro inmediato de más de 500 millones de habitantes del continente europeo.
Adentrarse en la complejidad de la estructura del gobierno multinacional europeo, es acceder a un laberinto de normas, espacios y representaciones políticas del cual es muy difícil salir con las ideas claras. Ni los que se definen como expertos, ni siquiera los que integran dicha trama son capaces de resumirla. Por eso en nuestro caso, trataremos modestamente de trazar las líneas principales que permitan al menos aproximarse a esta convocatoria electoral y a lo que puede derivarse de ella, incluyendo sus repercusiones internacionales.
Muchas dudas y ninguna certeza
Entre los europeos prevalece el desconcierto ante la variedad de candidaturas y siglas, la nueva catarata de promesas (algunas reiteradas porque no se cumplieron en ciclos anteriores) y muchas dudas sobre el complejo funcionamiento del gobierno europeo. Las campañas han sido por lo general aburridas, centradas más en las cuestiones nacionales que en lo que harán los electos cuando ya estén plácidamente reunidos en Bruselas. Las dudas de los europeos llegan incluso a cuestionarse la validez del voto como medio para conseguir los urgentes cambios que necesita el continente. La última encuesta del Eurobarómetro indica que la confianza de los ciudadanos en la Unión Europea ha caído desde un magro 50% en el 2004 a un preocupante 31% en el 2013. Y dos tercios de los europeos creen que sus voces no son tenidas en cuenta y que quienes gobiernan no comprenden sus necesidades.
Una crisis profunda
Las circunstancias en las que se realizarán estas elecciones al P.E. no tienen antecedentes similares desde su creación en 1979. Europa se encuentra sumida en una crisis profunda, no solo en lo económico -que ya es grave- sino en lo político y lo social. Prevalece la sensación de que el proyecto europeo se ha vaciado de contenido. El bipartidismo ejercido por conservadores y socialdemócratas, generalmente con respaldo de los liberales, no ha sido capaz de afrontar los retos del nuevo siglo. Sus medidas económicas se han limitado a poner cerrojo a los gastos públicos y a proponer (casi siempre de la mano del Fondo Monetario Internacional) normas y reformas que significan una regresión brutal en las condiciones de vida y de trabajo de los europeos. Los recortes presupuestarios exigidos por la “troika” (triunvirato virtual formado por la Comisión Europea , el FMI y el Banco Central Europeo) han desmantelado los puntales del llamado “estado del bienestar”: la salud y la educación públicas, los derechos laborales o el acceso a la vivienda.
España como ejemplo
Cara… Algunos datos españoles pueden dar una idea de la magnitud del desastre: casi seis millones de desocupados (el 26 % de la población activa); en el 2013, casi 40.000 familias perdieron su vivienda por no poder afrontar los pagos; los juzgados ordenaron más de un centenar de desahucios diarios; los bancos pasaron a ser propietarios de miles de viviendas, además de retener los intereses pagados por las familias que quedaron en la calle; el paro juvenil supera el 55%; según cifras del Instituto Nacional de Estadística el índice de pobreza y exclusión social subió de 24,5% en el 2008 a 28,1% en el 2014. Un 3,6 por ciento en cuatro años. Otra subida significativa es la de la llamada “pobreza laboral”, provocada por las reformas que facilitaron la reducción salarial y el deterioro de las condiciones de trabajo. Las estadísticas del INE sobre condiciones de vida indican que el 13,4% de los trabajadores españoles ocupados están en riesgo de pobreza. En los presupuestos del año 2013, la partida para educación sufrió un recorte del 14,4% con respecto al año anterior (en el que ya se habían practicado fuertes reducciones). La destinada a Sanidad tuvo un 22,6% menos que el año precedente. En ambos campos, particularmente en la sanidad, el gobierno central y algunos autonómicos desarrollan desde hace años una política proclive a la privatización de las prestaciones, lo que implica la destrucción gradual del sistema universal y gratuito sostenido por las aportaciones y los impuestos de los ciudadanos. El presupuesto de Cultura tuvo en el 2013 un recorte del 19,6%. El presupuesto de Defensa tuvo una quita de apenas un 6%, en parte compensado luego por asignaciones “extraordinarias” para asumir compromisos europeos para la construcción de aviones y naves de guerra.
… y cruz Las grandes empresas españolas que en 2011 ganaron 90 mil millones de euros, apenas pagaron 3.500 en impuestos. GHESTA, el sindicato de los técnicos del Ministerio de Hacienda, estima que la economía sumergida en España asciende a 245.000 millones de euros, un 23% del Producto Bruto Interno. Eso representa una evasión fiscal de casi 90.000 millones al año, entre impuestos no pagados 59.000 millones - y otros 29.000 millones en cuotas de la Seguridad Social. Esas cuantías hubieran evitado la necesidad de recortes a los presupuestos de sanidad y educación y la estabilidad de los fondos para jubilaciones y pensiones.
Hace unos dias, Emilio Botín acompañado por otros directivos de la banca española, visitó al presidente Mariano Rajoy. Al llegar el banquero anunció a los periodistas: “No voy a pedirle nada porque lo está haciendo todo bien.” Botín no mentía. El banco que preside, Santander, tuvo en el 2013 un beneficio neto de 4.722 millones de euros, un 105 por ciento más que el año anterior. Su reflexión coincide con la del Ministro de economía Luis de Guindos y con el de Hacienda, Cristóbal Montoro: “todo va bien”.
Y entonces nos acordamos de la frase del entrañable José Luis Sampedro cuando decía: “Hay dos tipos de economistas: los que trabajan para hacer más ricos a los ricos y los que trabajamos para hacer menos pobres a los pobres.”
Estas sombras son las mismas que se proyectan sobre otros países europeos
Estos ejemplos de “cara y cruz”, muestran los efectos de las directivas europeas ejecutadas por el gobierno español, pero son similares sobre Grecia, Portugal, Italia, Irlanda y otros países del continente. Los trabajadores sin empleo en Europa suman ya más de 26 millones de personas. Los recortes presupuestarios deterioran rápidamente derechos sociales básicos, como el acceso a la sanidad, la educación o la vivienda y se disparan los índices de pobreza.
La cuestión migratoria, generada por la imposibilidad de muchos países empobrecidos por lograr su desarrollo, afectados por guerras o invasiones, o por el expolio de sus materias primas y de sus riquezas, solo ha tenido como respuesta el refuerzo de fronteras, vallas con cuchillas, fosos, y persecución policial. Los bloques dominantes en el Parlamento no han sido capaces de reconocer su corresponsabilidad en la falta de horizonte de quienes afrontan riesgos vitales intentando llegar a países europeos. El accionar colonial, depredador e irresponsable de muchos países europeos sobre el continente africano, reduce a mínimos la posibilidad de desarrollo y condena a sus poblaciones a una difícil sobrevivencia o a jugarse la vida intentando encontrar su lugar en el mundo.
Entre la indignación y el escepticismo
Esta crisis profunda ha generado en los últimos años protestas sociales importantes. Diversos movimientos ciudadanos (como el 15M en España), han ganado las calles con sus reclamos, asambleas y propuestas. Pero también ha crecido el escepticismo con respecto al gobierno europeo. El incuestionable peso de Alemania sobre las decisiones, ha provocado el recelo de los ciudadanos de otros países. Esa desconfianza se extiende en parte al euro, la moneda común que entró en circulación en el año 2002. Las desigualdades entre las 28 naciones son evidentes y por tanto las apelaciones desde Bruselas por una “Europa Unida” suenan irreales.
La izquierda sin brújula
La izquierda en general no ha sabido, no ha querido o no ha podido generar respuestas o alternativas viables a las decisiones de la “troika” europea. La socialdemocracia hace tiempo que ha resignado muchos de sus principios fundacionales y actúa como una maquilladora de los estragos de las políticas neoliberales, y progresivamente va perdiendo contacto con la realidad (y con ello pierde también el voto y el respaldo de los ciudadanos). Los trabajadores, los que dependen de un salario, los desocupados, los marginados por un sistema donde prevalece la concentración del poder económico y la ganancia, han perdido gran parte de sus referentes políticos y sindicales. Estos han ido renunciando progresivamente a sus principios y objetivos. En un proceso de años han sido cooptados de diversas formas por el sistema, y en gran medida ya forman parte del entramado de control social.
Crecen la extrema derecha y el “euroescepticismo”
Con este panorama, no es extraño el avance de populismos de derecha que han sabido aprovechar esta crisis para apelar a los sentimientos primarios de muchos ciudadanos que ven caer sus condiciones de vida y sienten pánico ante la inseguridad de su futuro y el de sus familias. Una de las primeras consecuencias ha sido la xenofobia: señalar al inmigrante como uno de los responsables de esas pérdidas. Si no hay trabajo, es porque hay muchos inmigrantes. Si se reduce la atención sanitaria o las plazas escolares, es por culpa de los inmigrantes. Lo peor de esta predica, no es únicamente su carácter injusto y demagógico. Lo más grave es que oculta las verdaderas causas de la creciente desigualdad social. La presión de la mayoría de los medios de comunicación, inocula una forma de fatalismo en gran parte de la sociedad. La “crisis” es asumida como un “tsunami” natural y no como el producto de las especulaciones financieras y las políticas neoliberales. Esa manipulación y los recortes en salarios y derechos, la precariedad laboral y el paro, generan miedo e incertidumbre. Y el miedo, en gran medida paraliza y aumenta la inseguridad. Todo un campo propicio para la extrema derecha, que coincidente con esta nueva y grave crisis capitalista, tiene espacio abonado para sus propuestas totalitarias, demagógicas, xenófobas y excluyentes. En los últimos años los grupúsculos de ultraderecha han ido creciendo en número e influencia. Unos, como Aurora Dorada en Grecia, con un inequívoco y visible perfil fascista. Otros, como el Frente Nacional en Francia, son ya un partido representativo, con un liderazgo inteligente y con capacidad para conectar con el desconcierto de los más castigados por la crisis y con el miedo de la clase media. Y atención con Marie Le Pen que posiblemente es la más capacitada para tejer desde la exclusión y el “soberanismo” una trama multinacional europea. Algo que parece un contrasentido, pero que sería la forma efectiva de bloquear al gobierno europeo.
Pero en esa órbita giran también otras formaciones políticas diversas como UKIP en el Reino Unido, la Liga Norte en Italia, Plataforma por Catalunya (España), “Verdaderos Finlandeses”, Alternativa por Alemania, el Partido por la Libertad de Austria o el Jobbik de Hungría. También hay corrientes similares en Dinamarca, Suecia, Eslovaquia, Lituania, Bulgaria, Rumania, Bélgica. Es muy posible que todos ellos aumenten su caudal electoral. Aunque resulta difícil “sumar” los representantes que actualmente estarían en estas posiciones en el parlamento europeo, pueden estimarse en al menos 32. La incógnita es cuál será la magnitud de su crecimiento, y qué incidencia podrán tener en las decisiones del gobierno europeo. Algunos de ellos (como el Frente Nacional de Marie Le Pen ) no ocultan su intención de “bloquear”, o incluso de “destruir” desde adentro la Unión Europea tal como existe. Lo que es mucho más difícil de imaginar, es que -por sus propias limitaciones - logren ponerse de acuerdo en un proyecto común.
Los más fuertes como el UKIP (Partido de la Independencia del Reino Unido) liderado por Nigel Farage, y el Frente Nacional que dirige Marine Le Pen, apelan al “soberanismo”, es decir a valorar las decisiones nacionales, y pensar y actuar “de fronteras para adentro”. Sepamos que es muy posible que en el Reino Unido, el UKIP dispute el primer lugar en votos a los Laboristas, y casi con seguridad, superará a los conservadores hoy en el gobierno con Cameron. Y en Francia, las encuestas indican que el Frente Nacional puede derrotar a la derecha conservadora y a los socialistas.
Algunas cifras básicas
El número total de europarlamentarios a elegir es de 751, con una representación más o menos proporcional a la población real de cada país. Así es que cinco países elegirán a más de la mitad del total. En efecto, la suma de los diputados que deben elegir Alemania (96), Francia (74), Italia (73), Reino Unido (73) y España,(54) es de 445 parlamentarios. Polonia con 51, encabeza a los restantes 23 países que tienen un número menor de representantes asignados. La mayoría de los países votarán a sus representantes el domingo 25, y unos pocos lo harán antes. Con los resultados, los jefes de estado o de gobierno de los países miembros propondrán a los electos un candidato a presidente. El candidato presentará sus directrices políticas al Parlamento. Para ser elegido debe tener la mayoría absoluta (376 sobre 751). Los candidatos que parecen tener más posibilidades son el conservador luxemburgués Jean-Claude Juncker y el socialista alemán Martín Schulz.
Un apunte a tener en cuenta sobre las “diferencias” reales que pueden separar en cuestiones decisivas a estos dos contendientes: cuando periodistas europeos preguntaron a comienzos de este mes al socialista Schulz qué habría hecho diferente en estos últimos años si hubiera estado en el gobierno europeo, el candidato respondió: “mirando hacia atrás, tengo que admitir que el Consejo en parte no podía haber actuado de otra forma, porque estaba en una situación de emergencia”.
Surge entonces la pregunta: ha terminado la “emergencia” ? ¿Se pueden esperar políticas muy diferentes según gane uno u otro bloque del virtual bipartidismo?
Este proceso electoral europeo es una circunstancia oportuna para recordar que desde hace años estamos viviendo una concentración mundial del capital financiero, que se constituye en un verdadero poder, detrás o encima, como prefieran, de las distintas formas de poder político. Y eso obliga a referirnos a otras cifras, las que desvelan la magnitud de ese monstruo. Un dato revelador lo aporta el profesor de economía Ladislau Dowbor, de la Universidad Católica de Sao Paulo en noviembre del 2012 cuando cita que “el Instituto Federal Suizo de Investigación Tecnológica constató que 147 corporaciones, de las cuales 75% son grupos financieros, controlan el 40% del sistema corporativo mundial. En un círculo un poco más abierto, 737 grupos controlan el 80%”. Según el mismo texto, citando un estudio de la Tax Justice Network, “en términos resumidos, el stock de recursos aplicados en paraísos fiscales es hoy del orden de los 21 mil millardos de dólares, un tercio del PIB mundial”. (fuente: Bruno Lima Rocha).
Nos vienen a la memoria las afirmaciones de Sarkozy en setiembre del 2008 cuando ante la gravedad de la crisis convocaba a “la refundación del capitalismo, para partiendo desde cero, reconstruir el sistema financiero internacional”. También promovió entre líderes europeos que se sumaron a su retórica, “el combate contra los paraísos fiscales”. Y añadió que “la competencia es un medio, no un fin”. De más está decir que aquellas solemnes palabras no eran más que humo que el viento se llevó.
Pero sigamos con los números del parlamento del viejo continente: en su actual composición, el Partido Popular Europeo tiene 265 representantes, los socialistas 217 y los liberales 84. Los Verdes tienen 55, Conservadores y Reformistas (euroescépticos y soberanistas) 54, Izquierda Europea 35, y Europa de la Libertad y la Democracia (antieuropeo y extrema derecha ) 32.
Y, por último, los números que más interesan a muchos de los candidatos: el sueldo de los diputados europeos será de aproximadamente 8.000 euros mensuales, más 300 euros diarios como dieta, más gastos de viaje –avión, por supuesto- hoteles, y otros 4.300 euros de dieta mensual para gastos en el país de origen. No olvidemos que además los eurodiputados dispondrán de una dotación mensual de 21.000 euros para contratar asistentes personales y servicios externos; un despacho personal totalmente equipado en material de oficina y de comunicaciones y coche oficial.
Lo que vendrá
A partir del lunes 26, aunque la abstención sea muy alta (en 1987 fue del 31.48%, pero en el 2009 llegó al 55,1%), los 751 escaños se repartirán conforme los votos emitidos.
La legitimidad de los electos quedará resentida si el absentismo se mantiene o aumenta a pesar del anuncio de que el Tratado de Lisboa firmado en el 2009 técnicamente otorga más poderes que nunca al Parlamento Europeo. Y además, habrá que valorar la fuerza real de los “euroescépticos” que resulten electos y también la de aquellos que ganen su banca con el compromiso de revertir el “austericidio” de las políticas de recortes y retrocesos en derechos sociales y laborales.
El desconcierto y las dudas de los europeos de alguna manera podrán medirse dentro de unas horas. Sabremos quiénes decidieron votar y quiénes no. Y, de los primeros, conoceremos cuántos - a pesar de todo- siguen confiando en los bloques que tradicionalmente han gobernado, y quiénes han querido demostrar su escepticismo, o directamente reniegan de Europa y quieren un “soberanismo” de fronteras adentro.
La izquierda europea
Sabremos también cuantos habrán optado por diversas corrientes de izquierda que intentan cambios profundos desde las bancas del Parlamento Europeo. Algunas, como el Grupo Confederal de la Izquierda Unitaria Europea, reúne a partidos que desde hace años procuran distanciarse de la socialdemocracia y formular propuestas más próximas a las necesidades de las mayorías europeas. Allí coincidirán los que sean elegidos por el Frente de Izquierda Francés, por Izquierda Unida de España, el Bloco de Esquerda portugués, Die Linke alemán, Refundación Comunista de Italia, el Partido Socialista irlandés, de varios partidos comunistas europeos, y también Syryza, la formación griega que lidera Alexis Tsipras, que en los recientes comicios municipales logró pasar a la segunda vuelta en la disputa de la capital Atenas, y en Atica, la región más poblada del país y que se perfila como uno de los principales partidos griegos. Tsipras es otro de los candidatos -en este caso de la Izquierda Unitaria - para presidir el Parlamento Europeo.
Además, en esta convocatoria se presentan otras formaciones, en muchos casos nacidas desde las experiencias sociales de protesta, como es el caso del 15M, las asambleas ciudadanas y las “mareas” contra los recortes en España. Primavera Europea agrupa entre otras a Equo, Compromis o Chunta Aragonesa y se define “Por una Europa de las personas”. Podemos es otra coalición ciudadana que encabeza Pablo Iglesias, un joven profesor de ciencias políticas. El Partido X se presenta como abanderado de la lucha contra el fraude bancario y tiene al frente a Hervè Falciani, el informático ítalo-francés que sustrajo del HSBC, el banco suizo donde trabajaba, los datos de más de 130.000 cuentas de presuntos evasores fiscales. Todas estas candidaturas en España, pero habrá similares en otros países europeos.
“El sistema está roto y perdido, por eso tenéis futuro”
Nuevamente se nos presenta el legado de José Luis Sampedro cuando nos dijo que “el sistema ha organizado un casino para que ganen siempre los mismos”.
Seguramente tenía razón. Pero por algún lado (o por todos) habrá que tratar de dar vuelta la tortilla. El mismo Sampedro también dejó -fundamentalmente a los jóvenes, a los que vienen- aquello de “el sistema está roto y perdido, por eso tenéis futuro”.
Y otro “viejo” maravilloso que murió hace poco nos recordaba en su convocatoria ¡Indignaos!, el documento de los veteranos de la resistencia publicado en el año 2004. Allí los firmantes afirmaban “que la resistencia había vencido a la barbarie fascista, pero que esa amenaza no ha desaparecido totalmente y nuestra cólera con respecto a la injusticia sigue intacta.” Y él -Stéphane Hessel-confirmaba: “No, esta amenaza no ha desaparecido del todo. De la misma manera, apelemos todavía a una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no proponen otro horizonte para nuestra juventud que el del consumo de masas, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos”.
Y concluía Hessel: “A aquellos que harán el siglo XXI, les decimos, con todo nuestro afecto: Crear es resistir. Resistir es crear”.
En eso estamos.
(*) Carlos Iaquinandi es periodista. Este artículo forma parte del envío 480 de la agencia SERPAL.