Blancanieves, o una fábula silente
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Por Juan Ciucci
En estos días, los cines quizás estén repletos ante la polvareda levantada por una nueva película disney llamada Maléfica, con Angelina Jolie como bruja en esta reversión de La bella durmiente. Miles de líneas, promociones y afiches preceden al estreno. Si hasta los cancheros de Radar le dedicaron la tapa...
Pero también en estos días puede verse en Buenos Aires una nueva versión de otro cuento clásico de los Hermanos Grimm. Se trata de Blancanieves, esta vez según la mirada de Pablo Berger. También aquí contamos con una hermosa actriz personificando a la mala de la película, Maribel Verdú es la ruin madrastra de esta historia. Mujer bellísima, que sin dudas ganaría un hipotético enfrentamiento con su par hollywoodense de labios exagerados.
Esta vez la historia ocurre en España, en tiempos que asemejan principios del Siglo pasado. Ocurre entre toreros y bailaoras, con la carga trágica que ambos llevan en su arte. Historia de muertes, caídas y resurgimientos; aunque nunca terminen los sufrimientos que el destino parece querer imponer a los héroes. Difícil que uno encuentre en las arenas del ruedo un final feliz.
Pablo Berger elije contar su historia recuperando las armas del cine silente (así le dicen los cinéfilos, parece más apropiado que el consabido cine mudo, que excluye per se al plano sonoro de aquel cine primigenio). Un blanco y negro que realza el dramatismo de una historia escabrosa, y que juega con el imaginario de aquellos años que el cine a construido en nosotros. ¿Quién puede pensar en colores el golpe del ´30, a Don Carlos Gardel o, incluso, al primer peronismo? Parece ser que nuestro pasado es en blanco y negro, y así la película construye parte de su verosímil.
Sin dudas, más difícil es hoy acostumbrarnos a la falta de voces desde la pantalla, diálogos escuetos en intertítulos, miradas y tomas que construyan la trama. Pero quien quiera experimentarlo, podrá notar cómo las palabras toman tantas veces por asalto al cine y terminan asfixiándolo (aquel temor de los pioneros ante el cine sonoro). Podrá comprobar como una mirada, un gesto o un plano, bastan para conducir una historia; y exigen mayor creatividad al espectador.
Cual si fuera una ensoñación, Berger nos conduce por este cuento de hadas que conocemos, pero que no podemos dejar de mirar. Recurre a herramientas clásicas del cine de los inicios (no es una propuesta que retoma el formato para luego deconstruirlo, como la maravillosa La Antena de Esteban Sapir), pero utiliza un montaje endemoniado cuando quiere cambiar el ritmo o puntualizar detalles. Es clásica y moderna, podríamos decir.
Blancanieves, del 2012, llega con muchos premios y recorrido internacional, pero con pocos anuncios en diarios y paredes de la ciudad. Puede verse en el Bama Cine Arte o en el Espacio INCAA Arte Cinema. Allí la vimos, con la compañía de sólo 7 personas; de las cuales dos aprovechaban la entrada económica para poder dormir un rato con calefacción. Espacio particular este complejo de la calle Salta al 1600, reducto de películas que no encuentran otras pantallas. Punto (casi) exacto entre el placer de ver una película fuera del shopping y sin pochoclos, y la desidia de encontrar salas vacías con películas más que recomendables. Un espacio que parece nacido para resistir. Veremos cuánto logra (o le dejan) subsistir.