Tarkovsky: El violín y la aplanadora, Solaris, El espejo
Por Santiago Asorey
Andréi Tarkovsky sea tal vez, después de Serguéi Eisenstein, el director de cine más importante de la historia del cine ruso. La profunda vocación metafísica de su cine, la influencia cristiana y del universo cultural previo a la revolución rusa son algunos de los sellos de su obra.
El violín y la aplanadora (1960)
La película muestra la experiencia de un chico que toca el violín y vagabundea por las calles en las cuales entabla amistad con un trabajador. La opera prima del director ruso y su película de graduación en la escuela de cine. Tarkovksy construyó un poderoso relato neorrealista, pero con una marcación estilística profundamente moderna en el montaje. La cámara ya no tiene la inocencia del neorrealismo italiano de De Sica. Tarkovsky se hizo cargo de la tradición del montaje soviético de Vertov y Eisenstein y al mismo tiempo de la tradición italiana neorrealista. Sin negar ni una de las dos tradiciones. Sino pensadas casi dialécticamente.
Solaris (1972)
Una de las mejores películas de ciencia ficción que uno puede encontrar.
La idea del viaje cósmico es tratada de una forma única. Pero no como reivindicación de lo original, sino como necesidad de la sensibilidad existencial del autor. En gran medida Solaris podría pensarse como la hermana negativa de Odisea en el Espacio de Kubrick. Pero si Odisea en el Espacio buscaba construir un verosímil casi “realista” del espacio. Solaris hace todo lo contrario, intenta subvertir la ciencia ficción. No vemos un despegue espacial clásico y las naves se parecen a cualquier cosa menos a una nave. Tarkovsky quiere que atravesemos el género y vayamos más allá. Tanto Odisea como Solaris son películas relacionadas a temas existenciales. Pero la diferencia es que en Odisea la pretensión existencial era tan grandilocuente como superficial. En cambio en Solaris lo que menos importa es la convención genérica, sino la densidad temporal de su imagen como un acto de creencia en la verdad.
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El espejo (1975)
El espejo es por muchos motivos la cumbre del cine del autor ruso. Su cine se potenció con la profunda motivación sartreana en su película más autorreferencial. Muchos confunden El Espejo con una obra autobiográfica. A Tarkovksy no le interesa la autobiografía de los hechos sino la textura de la vida, su huella afectiva, los recuerdos de su madre, la guerra, el dolor. La reconstrucción de la memoria y la verdad. Y la posibilidad de creer en el arte del cine, como imagen capaz de vencer a la muerte y esculpir en el tiempo. El espejo podría pensarse como una película poema, despojada de toda convención. Un mapa del alma del Tarkvosky.