Desierto verde: ¿puede ser sustentable el modelo sojero?
Por Enrique de la Calle
AGENCIA PACO URONDO: Usted plantea en el libro que el negocio de la soja se basa en los altos precios internacionales, antes que en la innovación tecnológica u organizativa, como muchas veces se señala. ¿Es así? ¿En las últimas dos décadas se mantuvo el rendimiento por hectárea?
José Pierri: No es fácil responder esto en pocas líneas.
Indudablemente es importante el precio (nadie produce a pérdida) pero lo que trato de subrayar es la decisiva importancia de la “efectiva demanda mundial” de granos para el país como factor principal de los sucesivos récords, más allá de la cuestión del precio. Los precios internacionales de la soja no eran tan buenos en los 90 y hubo reiterados récords de producción; debe señalarse, sin embargo, que en esa década de bajos precios la soja tuvo mejor rentabilidad –aunque baja – que el trigo que, en muchos años, fue ruinoso.
Indudablemente la innovación tecnológica fue importante, pero analizando las cifras de costos de producción de trigo y soja puede observarse que el aumento de gastos en el cultivo ideal del cereal a partir del 2000 fue mucho mayor que en la oleaginosa. Lo que podría llevar a afirmar que el productor de trigo es más “schumpeteriano”; sin embargo, los datos demuestran que invirtiendo menos los productores de soja tuvieron mayor rentabilidad que aquellos que arriesgaron más capital.
Súbitos aumentos de producción en Argentina no se debieron a aumentos de precio internacional o a repentina incorporación de tecnología. Así en 1980, cuando EEUU declara el boicot en el comercio de granos a la URSS, que se suma al efectuado a Irán, la producción de trigo, maíz y soja aumentó más del 50% entre 1981 y 1984, aumentando extraordinariamente la exportaciones argentina a la ex URSS. En las últimas décadas ocurrió lo mismo. Sí, debe remarcarse el fuerte impulso que originó la devaluación de la moneda del 2002 y los altos precios del 2007/08, allí las ganancias se multiplicaron y, obviamente, fueron un estímulo excepcional para producir más.
APU: ¿Los rendimientos por hectárea se mantuvieron estables desde los 90?
JP: Los rendimientos de soja promedio en el país eran de 21/22 qq a comienzos de los 90 y de unos 27/29 qq en los últimos años; hay grandes diferencias entre la zona núcleo y las extrapampeanas, todas han crecido en rendimientos pero no de una manera tan extraordinaria. Lo que existió a partir de la soja RR y la siembra directa, en 1996, es una sustancial disminución de los costos de laboreo en ese grano.
APU: En simultáneo, se dio un descenso importante en la cantidad de productores, lo que implica mayor concentración. ¿Es así? ¿Por qué se dio ese fenómeno?
JP: Faltan datos estadísticos indudables para ver lo que pasó en la última década, pero sí es claro que desaparecieron decenas de miles de productores de granos y de otras actividades entre 1980 y el año 2002. Hubo remates de campos, el movimiento de Mujeres en Lucha impidió algunas ejecuciones en la década del 90 donde fue clara la paradoja de récords de producción y eliminación de explotaciones. Desde el 2002 no hay remates de campos, no existe endeudamiento de los productores y, sí, altas rentabilidades en general. Creo que el proceso de concentración se ha eliminado o disminuyó bastante.
Lo que sí parece existir es el abandono de las prácticas de producción por la mayoría de los productores; hoy el 80 o 90% de la cosecha se realiza con contratistas y entre un 60 y 70% de la siembra también. El alto costo de la maquinaria y sus dimensiones, que obligan a realizar un uso intenso para poder amortizarlas, son determinantes de este “extrañamiento” de los viejos productores respecto de las tareas de producción de granos.
APU: ¿El aumento notable en la cantidad de toneladas producidas se da a partir de la extensión de la frontera sojera, antes que del incremento del rendimiento por hectárea? ¿Por qué no se aplican innovaciones para producir soja en el país?
JP: Por lo que muestran los datos, la productividad promedio de soja en nuestro país no es muy diferente que en Estados Unidos y es comparable con la de Brasil, los tres más importantes exportadores mundiales. La soja es un cultivo rústico, resistente. Quizás aumentos mayores de productividad sean esperables en otros granos, en trigo y maíz, en los cuales hay menor productividad que en Europa , México –no tanto respecto a Estados Unidos -, asociados al riego y a mayor uso de fertilizantes.
APU: Una de las críticas habituales al modelo sojero tiene que ver con la poca mano de obra que convoca. ¿Es así?
JP: Por lo que ya se señaló, la generalización del contratismo de labores, asociado al alto costo de la maquinaria en siembra, pulverización y cosecha, en particular en el cultivo de semillas genéticamente modificadas resistentes al glifosato, eliminó muchas horas de trabajo de gente local; arado, rastra, control de malezas, cosecha, etc. Así, se creó la denominación de “Desierto verde” para aludir a esos campos de millones de toneladas de producción y con muy poca necesidad de mano de obra afincada en el lugar de la producción.
APU: ¿Existen estudios que investiguen cómo ha sido la caída del empleo rural?
JP: No conozco ningún trabajo que estime con cierta exactitud la caída de empleo rural en los últimos años.
APU: ¿Cuál es su posición sobre las críticas ecologistas en torno al uso del glifosato?
JP: Indudablemente, el glifosato y otros agroquímicos usados sobre los humanos, especialmente embarazadas y niños, tienen efectos dramáticos y catastróficos: malformaciones y cáncer. No hay duda de eso, distintas sentencias judiciales han establecido rigurosas prohibiciones y limitaciones en el uso de herbicidas.
En el 2008, ante los reclamos de las “Madres de Ituzaingó” (localidad cercana a Córdoba capital), la Justicia de esa provincia estableció la prohibición de fumigar a menos de 500 o de 1500 metros de las localidades si era por vía terrestre o aérea. En el año 2012 un fumigador fue condenado a tres años de presión por no cumplir esa norma. No solo es el glifosato el problema. También los agrotóxicos usados en muchas producciones, granos, tabaco, algodón tienen similares efectos.
Uno puede pensar en otra agricultura con menos uso de agrotóxicos, pero, inevitablemente elevarían los costos de producción. Creo que más que un debate a realizar debe ya definirse qué tipo de agricultura realizar. Una de mayores costos, sin tanta presencia de las compañías proveedoras de esos insumos o persistir en la actual. En la discusión debe primar la racionalidad, poniendo como límite, es obvio, el cuidado de la salud y del medio ambiente. Una mayor rotación de cultivos, campañas sobre el mejor y eficiente uso de agroquímicos pueden ser caminos intermedios entre las posiciones más extremas.
APU: Usted propone fomentar la "agricultura familiar", más sustentable desde el punto de vista social y ecológico, pero nada rentable. ¿Lo ve compatible con el "modelo de la soja"?
JP: Puede ser que no haya sido del todo claro. No creo que exista ninguna posibilidad de que se afirme una agricultura que no fuese rentable. Pensar lo contrario es pura ilusión impracticable. Habrá que convivir con la soja, no hay otro cultivo con similar rentabilidad. Sí creo que pueden establecerse condiciones de menor uso de agrotóxicos, mediante rotación de cultivos, uso de semillas no genéticamente modificadas que impliquen más uso de mano de obra en laboreo. Favorecer mediante créditos y asesoramiento la creación de cooperativas de maquinaria agrícola asentadas en las localidades que sustituyan un absurdo sistema de maquinarias recorriendo miles de kilómetros cosechando desde Tucumán hasta el sur de la provincia de Buenos Aires. Estas regulaciones solo pueden ser establecidas por el Estado. En el mercado el sector privado solo busca la rentabilidad inmediata y no toma en cuenta aspectos ecológicos, sociales ni de ningún otro tipo no vinculados a ganar dinero lo más rápidamente posible.
APU: Se ha discutido en el último tiempo sobre la baja producción de trigo y carne durante el kirchnerismo. ¿Es así? ¿A qué lo atribuye?
JP: Cupos de exportación para el trigo lo establecieron gobiernos de variada procedencia política. Por ejemplo, en su momento, el gobierno del radical Illia buscó garantizar el abastecimiento interno antes de liberar las exportaciones de granos y otras administraciones tuvieron como herramienta a la Junta Nacional de Granos para intervenir en la comercialización. Le digo esto, porque se señala al control del gobierno actual sobre los ROE como la causa del estancamiento del trigo y como le dije, esa política no es solo propia de esta administración. Quizás hubo errores, pero creo que se debe tener muy en cuenta la alternativa que para muchos productores fue la soja; obtenían/obtienen mayor rentabilidad y seguridad que en el trigo. Parece que este año la declinación de la producción de trigo habría terminado, aumentando las áreas sembradas.
APU: La política oficial ha sido la de intervenir sobre los mercados de trigo y carne, como modo de garantizar precios internos bajos. ¿Falló esa política? ¿Es incompatible con una mayor producción de granos y cabezas de ganado?
JP: Creo que no debe evaluarse la política hacia el agro independientemente del resto de las políticas llevadas adelante por cualquier gobierno.
Si el país no estuviese saliendo de la peor crisis económica de toda su historia, con un nivel de condicionamiento externo presente hasta el día de hoy con los fondos buitre, con embargo de su fragata insignia, juicios adversos en tribunales internacionales, destrucción de la industria, con un nivel de pobreza abrumador y altísimo desempleo en el año 2002, quizás podría pensarse en otras alternativas de política hacia el agro.
Se suele comparar, con mala fe, la evolución de Argentina con respecto a la de Chile, Colombia y Brasil en la última década. No son comparables, ninguno de esos países entró en default, ni sufrió las sanciones como nuestro país. Algunos economistas ultraliberales en el año 2002 llegaron a decir que la Argentina debería tener un sistema bancario off-shore y debíamos resignarnos a no tener moneda propia...
Las opciones de política económica están condicionadas por la realidad y la política hacia el agro debe subordinarse a la del país en su conjunto. Si otra fuese la “restricción externa”, quizás las retenciones a las exportaciones de granos podrían ser más bajas y otras medidas de política agropecuaria podrían ser diferentes a las actuales, pero, lamentablemente, la situación no es esa.