Cazador de crepúsculos

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Cazador de crepúsculos

25 Agosto 2014

Por Pablo Russo

“Si yo fuera cineasta me dedicaría a cazar crepúsculos”, dice Julio Cortázar en Un tal Lucas (1979), recopilación de momentos que tratan de la vida de un hombre llamado Lucas, un evidente alter ego suyo. Si el genial escritor argentino nacido en Bruselas por accidente, hace ya cien años, hubiese elegido ese destino, quizá nos hubiéramos perdido la exquisitez de su literatura. Quien sabe a cambio de qué. Un documental sobre el crepúsculo, tal vez. Y si bien no fue así, existe de todas maneras una próspera relación entre el cronopio mayor y la cinematografía, desde los años sesenta a la actualidad, aunque este trato es más bien con sus cuentos. Cortázar quiso en algún momento que el español-mexicano Luis Buñuel, tan nutrido de surrealismo como él, lleve a la pantalla algunas de sus historias. Pero este proyecto nunca se concretó a pesar de que se vieron en varias ocasiones. En una carta dirigida al realizador Manuel Antín, en julio de 1962, el autor de Rayuela le describía su admiración por este director, luego de ver El ángel exterminador: “Sabés una vez más que he sentido lo que has de sentir vos cuando estás metido en lo más adentro del cine […] Pero me ocurre tan pocas veces, es tan raro que el cine valga para mí como una experiencia realmente profunda, como eso que te da la poesía o el amor”.

La trilogía de Antín. El embrujo de su pluma no podía ser indiferente a otras expresiones artísticas. Fue precisamente Manuel Antín el primero en encarar el trabajo del narrador desde la imagen y el sonido. Varios años antes de dirigir el INCAA en la primavera alfonsinista y de fundar la Universidad del Cine a comienzos de los noventa, Antín concretó una trilogía que inauguró con La cifra impar (1962), para la cual utilizó “Cartas de mamá”, ficción publicada en Las armas secretas (1959). La película respeta al pie de la letra al original, conservando los nombres, escenografía y desarrollo: Luis y Laura, pareja que vive en París, reciben cartas de la madre de Luis, quien escribe como si Nico, antiguo novio de Laura y hermano menor de Luis, aún estuviese vivo. La serie sigue con Circe (1964), sobre el cuento del mismo título que integra Bestiario (1951), interpretada por Graciela Borges (Delia) y Alberto Argibay (Mario). Ésta mantiene lo principal, aunque presenta algunos pequeños cambios de los que participó el mismo Julio Cortázar con su colaboración en el guión. Intimidad de los parques (1965) cierra la tríada de Antín, pretendiendo conjugar en ella “Continuidad de los parques” y “El ídolo de las Cícladas”, dos relatos breves de Final del juego (1956). De las tres, fue la menos lograda, según los críticos. Aquí se presentan cambios respecto al escrito, que van desde los escenarios (del Egeo a Machu Pichu) hasta las nacionalidades de los protagonistas (de pareja francesa a hispano-argentina).

Otros intentos. A la par de las filmaciones de Antín, Osías Wilenski realizaba El perseguidor (1965), que toma como punto de partida la vida de Charlie Parker, renombrado como Johnny Carter en la narración de Cortázar publicada en 1959, dentro de Las armas secretas. La cinta, que hoy puede verse digitalizada en internet, fue secuestrada por un juez de menores al poco tiempo de estrenarse, por instancia del padre de Zulma Faiad, escandalizado porque su hija había protagonizado un desnudo. Además de Faiad, actuaban Chico Novarro y Sergio Renán, y la música estaba a cargo de los hermanos Barbieri. El escritor, en una entrevista con Hugo Guerrero Marthineitz en 1973, rescató las composiciones de Rubén y las interpretaciones de Leandro “Gato” Barbieri: “Me gustó mucho la banda sonora. Cuando vi la película, la música me impresionó, porque yo me estaba temiendo que se hiciese un simple pastiche de Charlie Parker. Puesto que el personaje, en alguna medida, encarnaba a Charlie Parker, los Barbieri tuvieron la extraordinaria habilidad y la honestidad de hacer una música muy original y que, al mismo tiempo, tenía un estilo. Era un homenaje, pero no un pastiche”. Otras de las numerosas transposiciones de Cortázar al cine son: Diario para un cuento (1998) de la cheka Jana Bokova, filmada en Buenos Aires con Enrique Pinti, Germán Palacios e Inés Estevez, en base al escrito de 1982; y Mentiras piadosas (2008), de Diego Sabanés, que se corresponde con “La salud de los enfermos” (que integra Todos los fuegos el fuego, de 1966), con Víctor Laplace, Walter Quiroz y Lidia Lamaison. En el plano internacional, las más recordadas y destacadas resultaron ser las de consagrados como Jean-Luc Godard, Michelangelo Antonioni y Claude Chabrol. Para Week-end (1967), Godard se basa en el embotellamiento de “La autopista del sur”, de Todos los fuegos el fuego. En Blow-up: Deseo de una mañana de verano (1966) Antonioni se inspiró libremente en “Las babas del diablo”, presente en Las armas secretas, para contar sobre un fotógrafo que descubre un asesinato. Del mismo libro, Chabrol utiliza a madame Francinet de “Los buenos servicios” para uno de los  capítulos televisivos de Historias Insólitas titulado Monsieur Bebé (1974).

Salvo el Crepúsculo. La lista es tremendamente amplia y sigue creciendo. El filósofo alemán Walter Benjamin consideraba que todo traductor está condenado a traicionar lo que traduce. La obra de Julio Cortázar llevada al cine por los más diversos realizadores podría entenderse como otra forma de traición del original y, a la vez, lugar de expansión de sus ideas en distintos lenguajes artísticos. ¿Cómo sería la proyección de esa película en la que un tal Lucas, o Julio, lograse finalmente cazar al crepúsculo? “El público queda informado de que fuera del crepúsculo no sucede absolutamente nada, por lo cual se le aconseja proceder como si estuviera en su casa y hacer lo que se le dé la santa gana; por ejemplo, mirar el crepúsculo, darle la espalda, hablar con los demás, pasearse, etc. […] Imposible predecir el destino de mi película; la gente va al cine para olvidarse de sí misma, y un crepúsculo tiende precisamente a lo contrario, es la hora en que acaso nos vemos un poco más al desnudo, a mí en todo caso me pasa, y es penoso y útil; tal vez que otros también aprovechen, nunca se sabe”.

Recuadro: Julio Cortázar animado

En estos días se estrena simultáneamente en Buenos Aires y otras ciudades del mundo la animación Historia de cronopios y de famas (Julio Ludueña, 2013), que recrea escritos publicados en el libro de prosa breve en 1962. En este caso, la transposición no se realiza únicamente entre literatura y cine sino que está, a su vez, intermediada por las artes plásticas con el trabajo de diez grandes pintores argentinos: Carlos Alonso, Daniel Santoro, Antonio Seguí, Patricio Bonta, Crist, Ricardo Espósito, Luis Felipe Noé, Magdalena Pagano, Luciana Sáez y Ana Tarsia. “Elegí filmar Historias de cronopios y de famas porque sus personajes y relatos exploran lo cotidiano con la magia del surrealismo, combinando al mismo tiempo emociones e ideologías”, dijo el guionista y director, que conoció personalmente a Cortázar en los años setenta.

Fuente: El Diario de Paraná