¿El Estado islámico llegó para quedarse?
Por Ezequiel Kopel
El secretario de Defensa estadounidense, Chuck Hagel, en una declaración realizada el pasado 21 de agosto a periodistas acreditados en el Pentágono, afirmó que la agrupación fundamentalista Estado Islámico, EI, (ISIS primero, en sus siglas al inglés refiriéndose al Estado islámico de Irak y Siria, acortándose estratégicamente a IS) es “una organización sofisticada y bien financiada, que está más allá de ser sólo un grupo terrorista. Su ideología y sus proezas militares nunca antes fueron vistas”. Y, para que no quedaran dudas, remarcó: “este grupo supera todo lo que hemos conocido hasta el momento”.
Uno de los lugares comunes que el periodismo ha usado para catalogar al EI es denominarlo como “bárbaro”. Si bien gran parte de sus seguidores han cometido atrocidades que van en camino de confirmar tales acusaciones, su accionar ha tenido un específico propósito comunicacional que demuestra que su liderazgo está muy lejos de ser una "barbarie" sin rumbo ni objetivos. En cambio, el jefe aparente de esta organización terrorista, Abu Bakr al-Baghdadi, así como también sus subalternos, son los líderes más inteligentes y creativos que el mundo árabe ha visto en las últimas décadas. Militarmente, la campaña del EI se basa en su habilidad para moverse libremente por grandes extensiones de territorio (desierto) y la efectividad para lanzar ofensivas utilizando medios más que modestos: camionetas 4x4, armas automáticas antiguas como las rusas Dushka y misiles antitanques. Sus comandantes utilizan tácticas militares junto a acciones propias de una guerrilla perfeccionada luego de años de combate contra las fuerzas norteamericanas en Irak. Su poder guerrero reside en esa amalgama: una fuerza guerrillera que actúa disciplinadamente y combate como un ejército que ocupa y administra territorio y coordina operaciones a lo largo de cientos de kilómetros. No es casualidad que un tercio de los subalternos de Al-Baghdadi hayan sido oficiales de rango durante la dictadura de Saddam Hussein.
Estratégicamente, el EI, originado en Siria, se ha desplegado a través de dos importantes ríos, el Éufrates y el Tigris, hacia la zona de mayoría sunita iraquí, mientras continúa avanzando sobre poblados y ciudades según las necesidades económicas y militares definidas de antemano por su liderazgo. Las nuevas conquistas le permiten a esta organización aumentar su caudal armamentístico autofinanciando su avanzada militar y solidificar su base de apoyo en una población de confesión sunita cansada del autoritarismo de los gobiernos centrales de Irak (de raíz chiíta) y Siria (de confesión alawita) junto al crecimiento de su ejército. Sus heterodoxas tácticas le han permitido imponerse al ejército iraquí, una milicia entrenada por Estados Unidos, colapsar a las defensas kurdas, expulsar "minorías indeseadas" y regresar la atención del presidente Barack Obama hacia una región en la que su gobierno había retirado la mayoría de sus tropas en 2011.
Es relevante relatar las acciones del EI para explicar quiénes son; la misma ecuación, entonces, implica contar sus procederes para comprenderlo sin caer en las confusiones ni la manipulación de la prensa mundial. La agrupación fundamentalista ha secuestrado a población femenina de diferentes minorías iraquíes pero no utiliza la violación como arma de dominación y humillación ni obliga a la población femenina a someterse a los infames procedimientos de circuncisión de las mujeres. (El único grupo que realiza mayoritariamente esta práctica fuera de África y Egipto es, paradójicamente, la minoría kurda que tanto le gusta destacar a Occidente como ejemplo de ejército de vanguardia en el mundo árabe por la inclusión de soldados de sexo femenino entre sus filas). Sí, en cambio, amputa manos, decapita a secuestrados y crucifica a opositores. El EI busca la conversión de los cristianos bajo su dominio pero tolera su presencia si los mismos pagan un impuesto para continuar con la práctica de sus creencias; atenta contra los comandantes enemigos como método para descabezar a las conducciones de sus rivales militares pero no ha planeado ningún atentado contra el Papa Francisco; es un rival cruento y sanguinario pero de ninguna manera es una organización inexplicable y sin control: mientras cientos de miles escapan de su ira, millones permanecen en sus casas debido a que el EI es el único grupo capaz de proporcionar algún tipo de visión, orden y seguridad en una región tan castigada por la inestabilidad.
La cuidada edición de sus videos de propaganda en alta definición, las campañas de reclutamiento por Twitter destinadas a europeos y la viralización de sus ejecuciones tienen un claro destinatario: hacer un llamamiento a los yihadistas internacionales para que se unan a la batalla. Asimismo, su intención -como Abu Bakr al-Baghdadí solicitó en un reciente mensaje de audio- de convocar a doctores e ingenieros para formar parte del naciente "califato" son signos de un grupo que tiene visión clara sobre las maneras necesarias para la propagación de sus ideas, que van mucho más allá de infundir "terror" y se explican en la intención de administrar poblaciones enteras del territorio conquistado. El supuesto linaje de Al Baghdadi como descendiente de Mahoma, las sucesivas referencias a la España musulmana como la edad de oro del mundo, la apropiación de wahabismo saudita como credo de difusión (revelando que el objetivo máximo del EI está en la conquista de Arabia Saudita junto a sus lugares santos) y la enunciación de lo que está en proceso de creación es un califato en ciernes, permiten definir al EI, no ya como un proyecto con deseos de expansión, sino como una realidad sin techo.
Mientras la idea del EI es asegurar pasos fronterizos con el Líbano y Turquía para garantizar el libre flujo de armas y militantes, la única solución al avance de los fundamentalistas islámicos parece residir en acciones conjuntas, tanto militares como civiles, entre antiguos rivales que se odian entre sí: Estados Unidos con Irán y Hezbollah, las fuerzas militares kurdas con las milicias tribales sunitas de Irak, Arabia Saudita con Turquía y la mayoría chiíta iraquí con los rebeldes sunitas de Siria. Pero, para que esa alianza se materialice, es necesaria la participación del único país que tiene una política consecuente con ambos lados del borde Siria-Irak: Rusia, quien equipa militarmente a las fuerzas de Basher Al Assad y vende armamento por billones de dólares al gobierno iraquí. Además, Rusia considera la expansión del EI como una gran amenaza a su propia seguridad interna. Sospecha que los miles de chechenos rusos que combaten junto a los islámicos van a volcar su atención, tarde o temprano, hacia los casi diez millones de musulmanes que viven en territorio ruso (vale recordar que el máximo comandante militar del EI es el checheno Omar al-Shishani). El EI, que controla un área de Irak y Siria mayor que la mismísima Gran Bretaña, ya dejó de ser hace tiempo una amenaza latente para convertirse en algo más complejo que una preocupante realidad.
A pesar de que el grupo se dio a conocer mundialmente con la conquista de las ciudades iraquíes de Mosul y Tikrit y la decapitación del periodista estadounidense James Foley, su nacimiento se remonta a una década atrás, luego de la invasión estadounidense, cuando utilizaban el nombre de "Al Qaeda en Irak". Sin embargo, el éxito de su crecimiento se puede explicar por dos factores: el deseo del presidente sirio Basher Al Assad de que el Estado islámico creciera para contrarrestar el poder de sus opositores más seculares enrolados en el Ejercito Libre Sirio, y la decisión del EI de colocarse al frente de una revuelta sunita en el norte y oeste de Irak. El salvajismo empleado por el ejército y las milicias paramilitares de Assad contra la población civil siria junto al ostracismo de los sunitas en Irak le permitieron a esta compleja organización cimentar una base de apoyo inédita en los últimos diez años y que confluyó en civiles desesperados por un poco de estabilidad, militares desprestigiados y fanáticos de todo el mundo dispuestos a hacer historia en la región.