“Cortázar es un fuerte signo de nuestro pasado que siempre toca las puertas del presente”

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“Cortázar es un fuerte signo de nuestro pasado que siempre toca las puertas del presente”

29 Agosto 2014

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Por Juan Ciucci

APU: Se presentaron las Jornadas Internacionales Julio Cortázar, ¿cuál será el intento de las mismas?

Horacio González: Bueno, ¿cuál puede ser el intento de unas jornadas? Un imposible, que es reconstruir el pasado. Pero tan imposible no es, porque siempre lo estamos haciendo. Cortázar es un fuerte signo de nuestro pasado que siempre toca las puertas del presente. A diferencia de Borges, que está siempre presente, casi intocado, sé que muy leído, sin dudas, leído directa e indirectamente. Cortázar tiene subas y bajas en la atención del lector. Él que fue un reconstructor de la idea del lector. Escuchábamos en la entrevista que pasaron aquí que en Rayuela quiso poner al lector en pie de igualdad con el autor. Un propósito totalmente imposible, lo que lo hacía a él doblemente autor. Por eso me parece tan interesante Cortázar visto desde la perspectiva de las grandes teorías literarias contemporáneas. Con las que se anunciaron después de que escribiera Rayuela, porque es contemporáneo de las grandes filosofías del lenguaje, del estructuralismo, del existencialismo. También de la patafísica, que es la versión aniñada o infantil del surrealismo, con una dosis de absurdo.

Por lo tanto su idea de la realidad, o lo que después se llamó lo real, para hacerlo más enigmático y más apto para ser desentrañado; la idea de lo real en él era un collage, modelo para armar como dice uno de sus libros. Que combinaba planos totalmente diversos que buscaban el encuentro a veces imposible y utópico en un punto común. El plano de la conversación íntima, el plano de la acción simultánea de carácter irrisorio: pedir un bife en un restaurant mientras se conversa. Y ese punto, que es un punto utópico que haríamos bien en descifrar nosotros hoy en esta Argentina, lo llamaba punto velico. En la pronunciación castellana, velico no se distingue la b de la v. Quería decir el punto donde en las velas de un barco se concentran todos los vientos, es la vela que sostiene el barco después de todas las tensiones que provocan los vientos; eso se llama punto velico. Pero es lógico que resuene en el idioma como punto donde está la fuerza de construcción y destrucción de la humanidad. Que es el sentimiento bélico, también con b ahora, él jugaba con esas entonaciones del idioma. Y la búsqueda de ese punto velico es lo que en otras tradiciones se llama la síntesis de todas las contradicciones. Él sin ser alguien que pertenecía a la tradición que pronunció esa gran frase que resonó como un golpe de gong en el Siglo XIX, también buscó la síntesis de muchas contradicciones, y la buscó en la idea de que en la conversación hay un momento mágico, de ahí que la magia o el esoterismo, la conspiración, le interesaban sobremanera. Se puede entender toda su obra como la búsqueda de ese punto que condensaba todas las contradicciones, todas las tensiones, lo fantástico y lo real, comer un bife y pensar en una teoría metafísica; todo eso lo hacía un gran humorista. Y en su camino a la comprensión profunda del mundo, creo que fue un camino a la Macedonio Fernández, a quien él respetó mucho, fue un camino basado en el humor metafísico. Pero no digo más porque parezco un especialista (risas).

APU: En su participación en las jornadas va a hablar sobre el papel del intelectual.

HG: Sí, voy a pensar algo al respecto. Aunque no es un título para él, hubiera huido de alguien que dijera el papel del intelectual (risas), pero pensó mucho sobre eso, a su manera. Trajo la idea del intelectual hacia sus personajes, hacia Olivera, hacia los fantasmas que pululan en Rayuela. La idea de El perseguidor es una idea de lo político, si la queremos trasladar ahí, es el que sigue al arte, al artista, es el testigo al mismo tiempo, el mártir también. Es el que no consigue entender la naturaleza del arte pero que sabe que debe hacerlo. Digo, buscando en distintos cuentos de él cómo aparece el papel de lo político sin llamarse así. Pero en Un tal Lucas, me acordé de repente, cuando habla de cómo lo critican por ser un autor de París, lejano, vago, y que no hablaba para el lector concreto que quería la liberación nacional. No lo decía así, pero decía que si quieren la liberación nacional la querrán mejor si yo, sin que se den demasiada cuenta, subrepticiamente, les pongo en el bolsillo mis libros, porque también de eso yo hablo.